domingo, abril 29, 2007

Mi amiga (la) invisible

invisible. (Del lat. invisibĭlis).
1. adj. Que no puede ser visto./ 2. adj. Que rehúye ser visto.
Real Academia de la Lengua Española

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"Soy invisible, nadie me ve, me encuentro gente en el baño y no me ven; voy a comprar y para dirigirse a mí, le hablan al aire que me rodea; parece que yo fuera una sombra invisible."

Con estas palabras me contó una amiga su teoría sobre su invisibilidad. Mi amiga, que para efectos del relato se llamará Ilia, es una mujer de unos treinta años, ni fea ni bonita, pero que llama la atención tanto por su forma de hablar -más expresiva que sus amigos- como por su estatura -sin ser alta es ligeramente superior a la mediana de las mujeres.

Cuando ella me dijo que se sentía como una "sombra invisible", pensé que era una broma, pero al ver que insistía en el tema, recurrí a un sentimiento similar que he tenido como inmigrante, y le insinué que esa sensación era más bien fruto de esa paranoia que tenemos casi todos de sentirnos "observados", pero al mismo tiempo "ignorados" -esta dualidad es muy extraña, por un lado sentimos que nos observan constantemente, con lo cual ratificamos nuestra existencia, pero por el otro nos sentimos ignorados, como si no existiéramos. El mundo en que vivimos parece que cada vez nos sabemos más observados, pero cada vez nos miramos menos. Ilia me invitó a que la acompañara hasta el trabajo, así me entregaba un libro que le había prestado y aprovechaba para contarme sus experiencias como mujer invisible.

"Mira Oscar, hace una semana fui a comprar a la frutería que está cerca de mi casa. Un sitio pequeño, un poco más grande que una habitación de matrimonio, donde la señora que vende me conoce, pues allí es donde compro la fruta antes de ir al trabajo. Mientras compraba, por equivocación, hice la fila sin haber pesado las frutas que había cogido. Cuando la señora me dijo que la fruta había que pesarla, yo me disculpé y le dije que lo sentía, que me las diera para pesarlas. Mientras hacía eso, escuche un murmullo extraño de los que estaban en la fila, pero no le puse cuidado. Al entregarle de nuevo las frutas a la señora, escuché al señor que estaba detrás mío diciendo "hay que saber como funcionan las cosas, que eso nos hace perder tiempo a los demás", yo me giré para decirle con la mirada que fue un olvido, pero que sorpresa me llevé cuando lo voy a mirar a los ojos y el miraba en dirección a la señora, pero a través mio!!!. Era como si no supiera que estuviera ahí. Como si el haber olvidado pesar las frutas hubiera anulado mi existencia. Cuando busqué la mirada de las otras personas, para saber si yo estaba ahí, cada una miraba a la calle como si yo no estuviera. Me sentí como cuando mis papás le hablaban al aire para hacerme a salir de donde yo estuviera "uyyyy vamos a comer y aprovechemos que la niña no está"; jugaban a no verme para que yo saliera corriendo hacía ellos."

¿Y cual es la segunda prueba de tu invisibilidad?, le pregunté a Ilia mientras llamábamos al ascensor de su edificio.

"El otro día, esto es algo más personal, entré al baño en este nuevo trabajo y se me olvidó cerrar la puerta con seguro para evitar que otra persona entrara. Como siempre ocurre, el día que no pones seguro, alguien por equivocación abre la puerta. Yo alcancé a poner mi pie para evitar que se abriera del todo. Que sorpresa me llevé cuando por la puerta entre abierta miré a los ojos de mi compañera de oficina -nos separan dos escritorios- y le dije "no te preocupes, fue culpa mía por no poner el seguro, lo siento". La sorpresa que me llevé cuando ella seguía mirando como si no entendiera porque la puerta no se podía abrir, como si hablará en arameo o alguna lengua muerta, como si hubiera alguna fuerza extraña que le impedía abrir la puerta. Ni sonrió, ni dijo lo siento, ni respondió a mis disculpas. Sencillamente dio un paso atrás, se giró y se fue. Como si no hubiera pasado nada. Sencillamente se fue."

Bueno, dije yo, eso si puede llegar a ser una prueba. Pero como ya habíamos llegado a su oficina, no pudimos seguir hablando al respecto. Mientras ella iba por el libro que le había prestado y yo esperaba en la recepción, su jefe la llamó para hacerle algunas preguntas. A la salida de hablar con su jefe, pasó la directora comercial de la empresa; Ilia la saludó con una sonrisa sincera, pero no vi ningún gesto de respuesta. Sin embargo, cuando el jefe de Ilia había quedado visible para la directora comercial, vi como esta última una mano mientras decía "hola Carlos!... que tal?...". No lo podía creer, Ilia tenía razón, ella, al menos por momentos, es invisible!!!!....

Una vez que me entregó el libro y estaba saliendo, me despedí de la secretaria de recepción con un sencillo "adiós"... nadie me respondió. Al ver mi cara de sorpresa y de no saber si yo era visible, Ilia me dijo "te fijas que no soy la única persona invisible?".

Mis miradas "invisibles":

En el libro "Un antropólogo en Marte" de Oliver Sacks, se recopilan una serie de casos reales sobre los problemas que tienen las personas con alguna lesión cerebral y que afecta sus sentidos. Uno de los casos, el que más me llamó la atención, es el de un señor que siendo niño perdió su visión y que la recupera 40 años más tarde. Que sorpresa se lleva el autor, y por supuesto el lector, cuando esta persona que después de muchos años de no ver, recupera la visión pero descubre que no "sabe ver", que su mente no puede ver. No entiende que es eso que hay ahí afuera. Llegan unos estímulos del exterior, pero no entiende que relación tienen con su propia existencia, con su cuerpo.

Será que para vivir en esta sociedad necesitamos "aprender a no ver" para poder vivir?... Quizás la realidad es que huimos constantemente de mirar al otro por miedo a darnos cuenta que nadie nos mira.

N.N.

... ese charco de miserias que llamábamos el barrio de las peleas de perro porque todos los perros del barrio estaban peleando en la calle desde hacía muchos años sin un instante de tregua...
Gabriel Garcia Márquez. El otoño del patriarca
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... así que se hizo cargo de interrogar a los cautivos de viva voz y de cuerpo presente para conseguir que le dijeran por las buenas la verdad ilusoria que le hacía falta a su corazón, pero no lo consiguió, los hizo colgar de una viga horizontal como loros atados de pies y manos y con la cabeza hacia abajo durante muchas horas, pero no lo consiguió, hizo que echaran a uno en el foso del patio y los otros lo vieron descuartizado y devorado por los caimanes, pero no lo consiguió, escogió uno del grupo principal y lo hizo desollar vivo en presencia de todos y todos vieron el pellejo tierno y amarillo como una placenta recién parida y se sintieron empapados con el caldo caliente de la sangre del cuerpo en carne viva que agonizaba dando tumbos en las piedras del patio...

... en una reunión clandestina donde encontraron hasta dos generales del mando supremo nos habían amedrentado con toda clase de amenazas y fue por eso que lo hicimos mi general, palabra de honor, y entonces él exhaló una bocanada de alivio, ordenó que les dieran de comer, que los dejaran descansar esa noche y que por la mañana se los echen a los caimanes, pobres muchachos engañados...

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"Luego venía "la instrucción de coraje": repartían a la gente en cuatro o cinco grupos "y ahí la descuartizaban", dice Villalba en la indagatoria. "El instructor le decía a uno: 'Usted se para acá y fulano allá y le da seguridad al que está descuartizando'."

De los cuartos donde estaban encerrados, las mujeres y los hombres eran sacados en ropa interior. Aún con las manos atadas, los llevaban al sitio donde el instructor esperaba para iniciar.

Villalba describe el proceso: "A las personas se les abría desde el pecho hasta la barriga para sacar lo que es tripa, el despojo. Se les quitaban piernas, brazos y cabeza.Se hacía con machete o con cuchillo. El resto, el despojo, con la mano. Nosotros, que estábamos en instrucción, sacábamos los intestinos".

"Ellos escogían a los alumnos para que participaran. Una vez, uno de los alumnos se negó. Se paró 'Doble cero' y le dijo: 'Venga, que yo sí soy capaz'. Luego lo mandó descuartizar a él."

A finales de año pasado, un informante contactó a un grupo de investigadores para narrarle cómo antes de que se aprobara la Ley de Justicia y Paz varios jefes 'paras' de Córdoba y Sucre empezaron a hacer, en algunas de sus fincas, lagunas artificiales para la cría de peces. Según el informante, gente de la zona le advirtió a los ingenieros que las construían, que estaba contribuyendo al ocultamiento de fosas. "Solo son indicios -dice un investigador-. Pero tendremos que secar un par de ellas para ver qué encontramos". Y añade que eso también explicaría por qué en fincas como El Palmar -campo de exterminio 'para' en Sucre- había caimanes y babillas. Al respecto, Iván Cepeda, investigador de violaciones a derechos humanos, asegura en uno de sus escritos que testigos le han manifestado que varios cadáveres fueron devorados por caimanes. La misma versión circula en Monpox con relación a una finca de 'Chepe Barrera'.
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El poner en paralelo los libros de Gabriel Garcia Márquez y la realidad no tiene nada de novedoso, y en especial en estos días que se le han hecho tantos homenajes con motivo de sus aniversarios (años, nobel y publicación de Cien años de soledad). De hecho, el origen de esta entrada está en un artículo de Antonio Caballero en la revista Semana donde se hace un ejercicio similar.

Con la reciente publicación de un especial en el periódico El Tiempo sobre los más de 10.000 desaparecidos que en los últimos años hemos dejado que ocurran en Colombia*, no pude evitar hacer un paralelo similar: La primera parte de esta entrada es un extracto del libro "El otoño del patriarca", la segunda es parte de la declaración de uno de los jefes de autodefensas sobre su "entrenamiento". Un texto es fruto de la fantasía del autor y el otro un producto de la realidad, sin embargo, por los hechos que describen, ¿sería posible diferenciarlos?.

Una mirada perdida:

Yo no entiendo como seguimos en este letargo infinito de no sorprendernos por este tipo de atrocidades. No entiendo como no sabemos que hacer frente a esta carnicería que ocurre en las afueras de nuestras ciudades. Creo que una de las muchas respuestas validas la tiene Bendición Alvarado, la madre del protagonista del libro, cuando dice: "si yo hubiera sabido que mi hijo iba a ser presidente de la república lo hubiera mandado a la escuela". ¿Cuantas masacres se hubieran podido evitar si nos hubieran mandado a la escuela para no solo aprender a sumar y restar, sino también para aprender que perder la capacidad de aterrarnos no es un signo de fortaleza ante las adversidades, sino por el contrario, una forma de huir de una realidad de la cual somos parte? ¿Que hubiera pasado si nos hubieran enseñado lo que realmente significa ser ciudadano? Para pesar nuestro, quizás lo que pasa, como dice el protagonista del libro, es que tan solo "somos perros de nosotros mismos, madre, viva la peste".
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*Escribo "hemos dejado", y no "ha dejado", porque creo esta guerra no es solo de los que aprietan el gatillo, también es de los que creen que como se están haciendo las cosas es como deben ser y no hacen nada, y de los que creen que hay otras maneras pero no siempre hacen lo suficiente para ser escuchados y tomados en cuenta.

*Con las siglas N.N. se identifican a los muertos que no pueden ser identificados o no son reclamados por nadie. Son muertos anónimos.

sábado, abril 21, 2007

¿Más visitas?... no gracias!

Ya hace más de 7 meses de este ejercicio de luchar con y contra las palabras para construir 60 entradas que en su conjunto reflejan mi visión del pedacito de mundo que me rodea. A lo largo de estas entradas he recibido 4.000 visitas que se han demorado al menos 15 segundos, tiempo suficiente para hacerse una idea de que se habla en el blog y saber si les interesa, o no, seguir leyendo.

En estas últimas semanas, las visitas se han incrementado de manera sensible a lo que venía siendo el ritmo de los últimos meses. Al ir a buscar la causa, pensando que era la calidad de mis entradas la razón de este aumento en el número de visitas, desafortunadamente, para mi ego, me encontré con que esto no es así. De las últimas 170 visitas, he recibido casi 25 de personas que buscando páginas web con "fotos de seres humanos de hasta 10 años de edad sin ropa" -espero que se entiendan las reales palabras que utilizaban estas "personas", pues no quiero repetirlas para evitar incrementar de nuevo el número de visitas por este motivo. Debe ser una gran frustración para ellos (¿y ellas?) cuando buscando satisfacer sus perversiones, llegan a esta página y en especial a la entrada de "tres francos y una pistola" que es la que contiene esas palabras clave.

De verdad que me gustaría que el número de personas que leen este blog siga aumentando, especialmente el número de comentarios que dejan, pero si la forma de aumentar esos números es gracias a esas "personas", sinceramente prefiero que este blog siga siendo un espacio poco conocido.

De todas maneras gracias a todos los que han visitado este blog y que a pesar de leer lo que escribo y como lo escribo, vuelven. A esas "personas" que llegan aquí buscando imágenes de cosas que no puedo entender, les agradezco que sigan de largo sin detenerse.

sábado, abril 14, 2007

La solución como problema

Hace poco me acordaba que cuando yo era muy pequeño e iba con mis amigos a comprar helado, siempre estaba el listo que lo pedía de último para que, supuestamente, le durara más que a los demás. Yo siempre trataba de hacer lo mismo, pero nunca pude hacerlo. Sin embargo, al final, casi siempre el más "listo" era el que más sufría, pues una vez que "los menos listos" nos quedábamos sin helado, todos intentábamos quitarle parte del suyo. Ahora que está tan de moda el tema del calentamiento global, esta extraña imagen -pero estoy seguro que compartida por muchos- la tengo muy presente, pues siento que con las alternativas que se están planteando en la actualidad, lo único que estamos haciendo es sencillamente "ser los últimos en pedir el helado".

Una de las soluciones que se plantean frente al reto de combatir el calentamiento global y que está más de moda son los biocombustibles -curiosamente justo después que en Estados Unidos los poderosos lobbies productores de alimentos se opusieran a que la producción de bioetanol se hiciera a partir de maíz cultivado en su propio país, pues les estaba perjudicando sus negocios. Las consecuencias positivas y negativas de esta moda ya se están sintiendo en todo el mundo. Las positivas dicen que en India se están abriendo nuevas plantas de producción de bioetanol, que Brasil espera incrementar su producción y por lo tanto sus ingresos. Las malas muestran que Colombia ya está importando maíz desde Tanzania y en México ya salieron a la calle para denunciar el incremento excesivo en las tortillas de maíz; en ambos casos por la elevada demanda mundial para obtener biocombustible a partir de este producto. Las consecuencias negativas no son un hecho aislado ni un problema reciente, sencillamente hacen parte de la tendencia que muestran las economías latinoamericanas de pasar de ser productores de su propio alimento a tener que importarlo. Colombia, en la década de los 90, y con la disculpa del libre mercado, pasó de ser país exportador de alimentos a depender de alimentos importados. Probablemente las recientes muertes que se denunciaron hace un par de semanas de niños por hambre en el Chocó, sean tan solo una consecuencia de este cambio en el modelo.

Pero entonces, ¿cual es la solución para que haya helado para todos y que nos dure a todos más o menos lo mismo? Es decir, ¿que tenemos que hacer para que todos podamos tener acceso al agua, o que las poblaciones que se encuentran en las orillas de los océanos no desaparezcan, pero al mismo tiempo disfrutar de la calidad de vida de los países emisores que emiten mayor cantidad de los gases con efecto invernadero? Creo que la solución no es encontrar un nuevo combustible, ni producir vehículos más eficientes, ni fabricar la semilla de la caña de azúcar o del maíz que permitirá obtener una mayor de biocombustible por hectárea. El problema tampoco es el precio del petróleo, ni en las autopistas colapsadas, ni la anticuada tecnología que se utiliza para transformarlos en energía motora. Todos esos son adelantos que sin importar la existencia, o no, del calentamiento global, hubieran sido necesarios de llevar a cabo. No, la solución no radica en esos pequeños adelantos tecnológicos, necesitamos una transformación del sistema. Eran updates inevitables. Si de verdad quisiéramos disminuir los gases que se emiten a la atmósfera por nuestros vehículos, deberíamos concentrarnos en como están concebidas nuestras ciudades y nuestra forma de vida. El problema no es el combustible como tal, el verdadero problema es la razón que nos mueve a desplazarnos, y es en este último punto donde los esfuerzos deberían enfocarse. Pero como siempre, preferimos priorizar lo urgente frente a lo importante. Culpamos al vehículo y su combustible, sin darnos cuenta que el culpable es quien lo enciende.

Me gustaría terminar con una pregunta a manera de mirada perdida: ¿Realmente preferimos tener más posibilidades de acceder a combustibles menos contaminantes que tener que utilizar menos nuestros vehículos? Por supuesto que no estoy sugiriendo dejar de lado el transporte privado, eso sería una distopía, pero si quiero plantear la duda sobre nuestro modelo de ciudad y la supuesta independencia y autonomía que obtenemos cuando nos movemos "libremente". Al respecto, me gustaría recordar una frase de un profesor de urbanismo que ya cité hace un par de entradas: "hacer buenas ciudades es más difícil que ir a la luna, sino miren a los Estados Unidos, ya fueron y volvieron de la luna pero hoy tienen que conducir durante 15 minutos para comprar una aspirina".

jueves, abril 12, 2007

Identidades asesinas

¿Medio francés y medio libanés entonces? ¡De ningún modo! La identidad no está hecha de compartimentos, no se divide en mitades, ni en tercios o en zonas estancas. Y no es que tenga varias identidades: tengo solamente una, producto de todos los elementos que la han configurado mediante una "dosificación singular que nunca es la misma en dos personas". (...)
Y si digo dos es por simplificar, pues hay en su personalidad muchos más componentes. Ya se trate de la lengua, de las creencias, de la forma de vivir, de las relaciones familiares o de los gustos artísticos o culinarios. Esta situación es para esta persona una experiencia enriquecedora y fecunda si se siente libre para vivirla en su plenitud, si se siente incitado a asumir toda su diversidad; por el contrario, su trayectoria puede resultarle traumática si cada vez que se confiesa francés hay quienes lo miran como un traidor, como un renegado incluso, y si cada vez que manifiesta lo que lo une a Argelia, a su historia, su cultura y su religión es blanco de la incomprensión, de desconfianza o la hostilidad.

Debido a esta situación, que no me atrevo a llamar "privilegiada", estas personas tienen una misión: tejer lazos de unión, disipar malentendidos, hacer entrar en razón a unos, moderar a otros, allanar, reconciliar... su vocación es ser enlaces, puentes, mediadores entre las diversas comunidades y las diversas culturas.

Igual que otros hacen examen de conciencia, yo a veces me veo haciendo lo que podríamos llamar "examen de identidad". No trato con ello de encontrar una pertenencia "esencial" en la que pudiera reconocerme, así que adopto la actitud contraria; rebusco en mi memoria para que aflore el mayor número posible de componentes de mi identidad, los agrupo y hago la lista, sin renegar de ninguno de ellos.

Es nuestra mirada la que muchas veces encierra a los demás en sus pertenencias más limitadas y es también nuestra mirada la que puede liberarlos.

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Identidades Asesinas. Amin Maalouf. Madrid, 2007. Ed. Alianza.

viernes, abril 06, 2007

Tres Francos y una pistola

(1)
La primera vez que conduje en esta zona, no era consciente de lo malo que eran Las Vegas. En las dos visitas que había hecho al barrio, separadas entre si por un año, la conversación giró en torno a los tiroteos que los clanes de la droga habían tenido por sus guerras, mientras que esporádicas unidades motorizadas de policía estaban por la zona. Las Vegas es un lugar sin ley. Los ocasionales Mercedes de lujo o grandes camionetas blancas eran un signo que, a pesar de las claras muestras de pobreza, grandes cantidades de dinero circulaban en el barrio que está controlado por tres clanes.

Desplazarme en Las Vegas era una experiencia incomoda. Fogatas hechas de residuos y grupos de jóvenes en torno al fuego. Más adelante un oxidado tubo que indicaba que ahí existió un semáforo. Rafael, mi guía y protector, me mostró una burda, pero clara señal que tan solo indicaba un orificio en el medio de una cerca. Al otro lado, lo único que había era la entrada a la parte trasera de un edificio semi-abandonado y desechos acumulados. "Aquí es donde ellos van a hacer su culto; rezan después de un tiroteo", me decía Rafael, "ellos tienen un pequeño salón allí abajo. Dicen que tienen fotos de Cristo en las paredes".

(2)
Era demasiado primitivo, demasiado montañoso y demasiado peligroso. Habían bandas de delincuentes e inesperados y muy violentos ataques a quien pasara por la zona. Le hacían falta restaurantes aceptables o comida decente de cualquier tipo. Los aventureros regresaban con historias de niños andrajosos y casi desnudos y gente viviendo en huecos y diciendo que "lo único que necesitas para viajar al sur del país son tres francos y una pistola".

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El (1) se refiere a la percepción que tuvo un periodista británico cuando se internó en Las Tres Mil, un inmenso y populoso barrio de Sevilla (España), donde se encuentra un sector conocido como Las Vegas a comienzos de este siglo (XXI). En este inmenso barrio viven una gran cantidad de gitanos y ha dado origen a los más grandes compositores de flamenco.

El (2) es la compilación de las descripciones que hacían de España los escritores europeos al finalizar el siglo 19.

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Textos traducidos y recopilados del libro GHOSTS OF SPAIN, Travels Through Spain and Its Silent Past. (pags. 161 y 406.) Giles Tremlett. Ed. Faber and Faber. Londres, 2006.

domingo, abril 01, 2007

Mi identidad, mis pertenencias

Identidad: (Del b. lat. identĭtas, -ātis).
2. f. Conjunto de rasgos propios de un individuo o de una colectividad que los caracterizan frente a los demás.
5. f. Mat. Igualdad algebraica que se verifica siempre, cualquiera que sea el valor de sus variables.
Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española.

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La realidad del mundo en que vivimos se está haciendo cada vez más compleja, con más matices y variaciones del mismo hecho. La cantidad de información -algo diferente al conocimiento- a la que podemos tener acceso es cada vez "más infinita", y eso no significa un mejor entendimiento de la posición del otro. El amalgama que antes nos unificaba y diferenciaba, la religión, se ha ido transformado en la necesidad de saber quienes están contra mi y yo contra quienes (siempre son más de uno). La información no nos ha dado más claridad sobre el "enemigo" sencillamente nos ha creado muchos más. El enemigo está ahí afuera y no sabemos como es.

En Colombia, el deseo de tener una solución inmediata a la complejísima situación del país, nos ha llevado a reducir las opiniones de los otros, es decir anular las categorías que la enriquecen y diferencian de las nuestras, para conservar tan solo con aquellas que nos permiten identificarlas como enemigas. Por el miedo a enfrentarnos a nuestra diversidad hemos eliminado las categorías que nos hace diferentes y quedado con lo que nos hace enemigos. Una simplificación que te convierte en anti-colombiano si criticas las políticas de seguridad de hoy en día, en paramilitar si se hace alguna crítica a los que hacen la oposición, y en guerrillero si la apoyas, e incluso puedes ser ser un estorbo si dices que apoyas parte de los unos y parte de los otros. Si te quedas en el centro, no sirves, me confundes, no puedo saber si eres mi enemigo o mi amigo, no se si abrazarte o dispararte.

Todo lo anterior en Colombia está alimentado por 50 años de guerra y nos han llevado a reducir el pensamiento de los otros a una sola cosa, instalándonos en una actitud parcial, sectaria, intolerante, dominadora y a veces suicida, transformándonos a menudo en personas que matan o en partidarios de los que lo hacen. Nuestra visión del mundo queda por lo tanto sesgada, distorsionada. Los que pertenecen "a la misma comunidad son "los nuestros"; queremos ser solidarios con su destino, pero también podemos ser tiránicos con ellos: si los consideramos "timoratos", los denunciamos, los aterrorizamos, los castigamos por "traidores" y "renegados". En cuanto a los otros, a los que están del otro lado de la línea, jamás intentamos ponernos en su lugar, nos cuidamos mucho de preguntarnos por la posibilidad de que en tal o cual cuestión, no estén completamente equivocados, procuramos que no nos ablanden sus lamentos, sus sufrimientos, las injusticias de que han sido víctimas".*

En este lado del océano y del Mediterráneo (Barcelona), desde donde escribo estas líneas, las cosas no son muy diferentes. En determinadas comunidades autónomas si criticas el sentimiento nacionalista, te conviertes automáticamente en su enemigo, ni siquiera en un contradictor. Si planteas el dialogo con los grupos terroristas, los estás apoyando, si por el contrario apoyas la lucha policial y militar demuestras que eres un "estrecho de miras". Aquí como allí, si no estás conmigo, estás contra mi.

Mientras todo esto ocurre, nos ignoramos mutuamente y complacidos nos miramos el ombligo, el único centro del mundo.

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* Reflexiones y textos a partir de Identidades Asesinas. Amin Maalouf. Madrid, 2007. Ed. Alianza. Pag. 38. En una entrada abordaba este mismo tema desde otra perspectiva. Para los interesados hacer clic aquí.
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