martes, diciembre 23, 2008

De la oposición política en Colombia (y otros males)

Esta entrada está escrita a cuatro manos y en dos tiempos: dos manos de un muy querido amigo que vive en Colombia y otras dos de quien desde la distancia lo único que puedo hacer, es ver lo que pasa en Colombia. Los dos tiempos se refieren a que la primera parte fue escrita hace un mes, la segunda esta semana.

Gracias por su compañía

omchamat

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Colombia es un país sui generis, todos los días se repiten los mismos hechos dramáticos y según las encuestas y los medios, el apoyo al gobierno y su gestión sigue siendo solida, como lo ha sido desde el primer período presidencial. Esto sería razonable si cada uno de estos hechos no fuera lo suficientemente grave como para que cualquier gobierno de cualquier país que fuera medianamente serio, entrara en crisis por esas mismas situaciones.

Durante el último año el gobierno actual ha enfrentado múltiples conflictos no relacionados con temas exclusivamente económicos, sociales o laborales: la legitimidad del presidente ha sido puesta en entredicho por un delito de cohecho en el cual están implicados dos ministros, sus asesores más cercanos y donde el máximo tribunal de justicia ya condenó a la receptora del soborno; el hermano del Ministro del Interior y Justicia está en la cárcel por complicidad con el narcoparamilitarismo; el ejército nacional –responsables que en este momento la guerra contra las guerrillas se esté ganando- en crisis por asesinato de inocentes fuera de combate… el listado, desafortunadamente, puede ser más largo.

En una verdadera democracia, esta mención no exhaustiva de eventos sería el perfecto caldo de cultivo para que nazca o se fortalezca un pensamiento y modo de actuar en que se oponga a la forma de gestionar esas pequeñas, pero constantes, crisis. Sin embargo solo nos encontramos con que los supuestamente mejores prospectos políticos de la oposición no están creando un proyecto político sólido, sino que están a la espera de que el mandatario actual ordene a sus correligionarios reformar la constitución para prolongar su mandato por 4 o más años, en cuyo caso aplazarían sus aspiraciones hasta que el “mesías” considere que cumplió su misión.

Tristemente, los partidos políticos que antaño mal que bien se disputaban el manejo del estado, renunciaron a su función natural de crear alternativas e imaginar y proponer nuevos escenarios, para dedicarse a llenar sus bolsillos con las dádivas que el ejecutivo reparte según sus personales intereses. Mientras esto ocurre con los “políticos tradicionales”, la incipiente "izquierda" se une con el "centro" buscando, infructuosamente, cohesionar un modelo alternativo de gobierno. En últimas, todo parece indicar que la política está en tan mal estado que todo aquel que llega al escenario político se contagia de una lucha fratricida por el poder: del partido, del país, del ministerio, de lo que sea. Sin embargo, y a pesar de la pérdida de espacio de los partidos tradicionales y el desaprovechamiento histórico de una inmadura oposición, los ciudadanos del común creyendo que el país y sus desgracias han tocado fondo seguimos impávidos mirando el horizonte.

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Un mes después de haber escrito las anteriores reflexiones, aparece un horizonte donde el congreso aprueba en medio de niveles de alicoramiento propios de un festín navideño, una reforma política cuyo único avance es retroceder en cuanto al castigo que merecen los dirigentes que se aliaron con el narcoparamilitarismo, para así poder conservar sus privilegios; el mismo congreso, con votos de la izquierda, elige un cavernario ultraderechista quemador de libros "inmorales" y que es enemigo declarado de las minorías por su condición religiosa, sexual y política; y, a última hora de la noche, como para culminar el festín democrático, aprueban la posibilidad de prolongar vía referendo un mandato presidencial que quiebra la constitución en la medida que rompe el equilibrio de los poderes y coopta para si los órganos de control.

Sin embargo, no hay que perder la esperanza, pues frente a este panorama, según una de tantas inútiles encuestas, somos uno de los países más felices del mundo.

jueves, diciembre 11, 2008

Los deseos pasan de moda

Hace unas semanas se celebró el día de "hoy no compro nada". Ese día, "una estampida de consumidores ávidos por hincarle el diente a las rebajas en el estado de Nueva York asesinó esta mañana a un dependiente de los grandes almacenes Wal-Mart". Este es el mundo.

Saludos y gracias por su compañía.

omch

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Conjugamos verbos y nos ufanamos de nuestro dominio del lenguaje, de nuestras expresiones. Somos capaces de identificar si una conjugación es en presente simple o en pretérito pluscuamperfecto. Dominamos los tiempos, especialmente el presente, pero nos olvidamos del resto. Nuestra conjugación pasa de la primera persona del singular a la primera persona del plural. Del Yo al nosotros sin ningún respiro.Lo que pase entre medio, no me importa. El tú, él, vosotros o ellos, es cosa de ellos, de aquellos, de los otros. Mi tiempo preferido, el presente; mi pronombre predilecto, Yo.

Mira lo que compré, quiero esto, necesito aquello, odio esto y aquello, quiero lo mio. Cuantas veces oímos y decimos esas palabras durante el día.

Necesitamos, compramos, queremos, odiamos. En últimas buscamos algo que no sabemos muy bien que es lo que es, y lo que es peor, no sabemos si realmente hemos perdido algo. Sin embargo, insistimos en buscarlo, queremos encontrarlo.

Intento entender por qué lo hacemos, para que tantos deseos, para que tantas búsquedas. Es que acaso vivimos tan insatisfechos con nuestra vida o tan incómodos en nuestra casa que parece que la única respuesta es que compramos y compramos "para vivir más cómodos, son pequeñas satisfacciones de la vida". Y quizás es cierto, es probable que vivamos incómodos en nuestras casas, pues como el síndrome de Diógenes, acumulamos y acumulamos cosas quitándonos espacio para lo que son las casas: para vivir.

Deseamos y deseamos mal. Deseamos aquello que tiene un valor económico, un valor de intercambio, un valor cuantificable. Deseamos aquello que se pueda vender posteriormente o al menos que pueda ser reemplazado por un nuevo deseo.

Los deseos pasan de moda. Hubo un tiempo todos deseamos y envidiamos los teléfonos celulares, hoy en día el llamar es tan solo una parte del deseo de comunicarnos. Vivimos tan solos que algo tan natural -diría, tan animal, que a fin de cuenta es lo que somos- como la comunicación, se volvió un deseo, una necesidad.

Hemos deseado tanto, que ahora vivimos solos y con nuestros deseos. Sin embargo, nuestro instinto de supervivencia nos ha permitido fabricar, vender y comprar aquello que los satisface. Quizás por eso, el verbo de las últimas décadas haya sido "Comprar".

Compramos, compramos y de tanto comprar, nuestras vidas parece que se pusieran en venta a la espera que venga alguien y nos diga cuanto valemos. Cuanto tienes, cuanto vales, me pareció oír tiempo atrás.

Hace algunos meses una persona puso en venta su vida por internet. Lo que ofrecía no era otra cosa que sus pertenencias, o lo que es lo mismo, lo que habían sido sus deseos satisfechos. Desear y comprar. Nuestros verbos preferidos. En su momento esta persona fue vista como un bicho raro, un loco, sin embargo me temo que si no comenzamos a identificar que es lo que realmente deseamos y que es lo que realmente necesitamos, la historia dirá que él fue un visionario, como lo fue en su momento el primero que se atrevió a salir a la calle hablando por un teléfono celular. Realmente no me extrañaría, la historia la escriben los ganadores, y al paso que vamos, quienes van ganando son los que nos dicen lo que debemos desear y nos ofrecen aquello que debemos comprar si no queremos vivir insatisfechos.

lunes, agosto 04, 2008

Si fueran tan brutos...

Esta entrada ha ido y vuelto desde Suramérica. Jose María, un sacerdote español que realiza, entre otros proyectos, campañas para prevenir las enfermedades de transmisión sexual en Perú y que conoce Colombia relativamente bien, envió dos artículos relacionados con la liberación Ingrid Betancourt a una amiga mía española para conocer su opinión. Mi amiga, colaboradora esporádica de este espacio tiene la fortuna de conocer no una, sino dos Colombias. Me explico. Ella en su primera visita a Colombia conoció la realidad de nuestras cárceles dentro de un programa de salud dirigido a las mujeres reclusas y al día siguiente estaba disfrutando de las espectaculares vistas de un conjunto residencial localizado en el medio de uno de los mejores campos de golf del país. Las veces que ha vuelto no ha perdido la costumbre de conocer, visitar y aprender de cada una de esas Colombias tan diferentes. A su regreso, mientras me cuenta las historias de lo que ha visto, no me puedo dejar de preguntar ¿Cuantos de los colombianos tenemos la suerte de conocer esas dos realidades?...

Por ese conocimiento del país creo que su opinión resulta interesante, pues lo hace desde el cariño a una tierra que no es de ella y que la vive intensamente cada vez que la visita -y cuidado, no hablen mal de Colombia delante de ella!.

Los dos links a los que se refiere esta amiga mia son los siguientes: Un artículo de Antonio Caballero en la revista Semana a raíz del operativo de rescate de los secuestrados y una entrada en el blog la verdadera vida de un gerente que se convirtió en un "forward" por internet y que hasta hoy había tenido 180 comentarios!.

Gracias por su compañia.

omchamat

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Hola, Jose María!!

Bueno, muy interesantes los dos escritos que envías. Se lo reenvié a Oscar, para que te de su opinión como colombiano.

Yo te diré que me siento más afín al primer escrito que a la demagógica entrada del blog. Caballero plantea alternativas a la versión oficial, lo que creo necesario y saludable. Cita un comentario de Uribe, en que atribuye el rescate de los rehenes a "la luz del Espíritu Santo y la protección de Nuestro Señor y de la Virgen en todas sus expresiones" y dice que es “un milagro”. Con todos mis respetos hacia la religión, no creo que esas sean las palabras más adecuadas por parte del presidente en una situación como esa. Es decirle al pueblo lo que quiere oír, y me parece poco serio. Yo no sé cuál es la verdad sobre cómo se llegó al rescate pero, como te decía, considero saludable plantear otras opciones. Me parece prepotente que el ministro de defensa diga que el plan era tan audaz que los guerrilleros no podían ni imaginárselo, dando a entender que son brutos, los guerrilleros, esos individuos que llevan años en el monte sin que se haya podido acabar con ellos. No serán tan brutos, aunque sean tan brutales. En fin, me gusta Caballero porque desmitifica "la grandeza" de las instituciones colombianas, que si realmente fueran tan grandes y tan audaces -y además los guerrilleros fueran tan brutos- habrían liberado a TODOS los secuestrados y habrían acabado con esta terrible dinámica de secuestros y extorsiones. Creo que el verdadero milagro sería que se acabara con la polarización extrema de la riqueza, que en el campo no hubiera tanta miseria (debida a que los que allí viven cada vez son menos propietarios de sus tierras y de sus vidas) y que terminara esa situación de miseria y abandono y falta de educación, de las redes familiares y sociales que favorecen a que los niños se vayan al monte a buscar lo que no encuentran en sus hogares. Y que se conviertan, en parte a causa de esto, en secuestradores. Y que el monte y el narcotráfico se conviertan en su modo de vida, porque no tuvieron oportunidad de conocer algo mejor ni fortaleza suficiente para buscarlo.

En fin, los milagros de verdad serían otros, no esta liberación, de la que me alegro profundamente.

Respecto a la entrada en el blog, me parece injusta. Comprendo su rabia, pero el escrito me parece demagógico y simplista. Según su forma de ver las cosas, nadie que viva cómodamente tiene derecho a luchar por un mundo mejor. Ingrid habla de justicia social desde su lujoso apartamento parisino... mientras los soldados de a pié tienen que hacer magia para subsistir ... y comerse una salchicha. Ese discurso, aunque lo comprendo, me parece infantil (más bien adolescente). Según esa norma, no existirían ONGs, ni siquiera algunos sectores de la iglesia, que luchan por un mundo mejor desde su vida llena de comodidades. Según esa idea, yo misma soy una impostora por montar una pequeña ONG, teniendo en cuenta que tengo una vida acomodada y fácil y la nevera llena de salchichas.

Creo que el mundo está mal hecho, pues no es justo que se hable tanto de Ingrid y no se hable tanto de los otros secuestrados, los anónimos, los soldados y policías, la gente de a pie. En esto estoy totalmente de acuerdo con el autor del blog. Pero ya que el mundo está mal planteado, vamos a aprovecharnos de eso y sacar el máximo partido de la situación. Ingrid, injustamente "única" protagonista, tiene la capacidad mediática que no tiene un colombiano de a pie para dar a conocer el problema de Colombia. Y además, por su particular visión de las cosas, tiene la capacidad (y la responsabilidad) de mostrar al mundo lo que pasa en Colombia, que no es sólo lo que el Estado quiere mostrar. No son sólo los secuestros de los demonios de las FARC, son muchas otras cosas, son la corrupción del gobierno, sus vínculos con los paramilitares, son las barbaridades que unos y otros hacen. No sólo un bando, sino los tres bandos, pues el propio ejército ha participado en actos de los que no debería sentirse orgulloso. Como en las Comunidades de Paz, que se declaran neutras y ajenas a guerrilla y paramilitares, pero tampoco quieren la "protección" del ejército ni del estado. Pues los paramilitares y, según los habitantes de las comunidades, también el ejército, están asesinando a sus líderes, gente que se declara en contra de las armas y la violencia. Según Aministía Internacional, hasta el 2007 habían sido asesinadas 160 personas en una sola Comunidad de Paz.

Colombia es complicada, yo alcanzo a comprender sólo un poquitito, Tengo la suerte de verla a través de un colombiano que adora a su país y me ha contagiado ese sentimiento.
No creo que nadie tenga la solución para ese hermoso país, aunque he conocido a un par de excelentes colombianos que me han dado muchas esperanzas al respecto, y a los que me gustaría clonar....(!!)

Pero creo que la solución no pasa sólo por los ejércitos y la seguridad y, desde luego, no pasa por los milagros y la luz del espíritu santo, por mucho que eso consuele al colombiano de a pie.

Quizás sea un atrevimiento opinar sobre Colombia desde mis cómodas Europa y España, que además, comienzan a criminalizar a todos los que no vengan este viejo continente. Diría que, más que viejo continente, Europa comienza a ser anciana (y con Alzheimer!).

Mi vergüenza por ello.

Hortensia Vallverdú

jueves, julio 17, 2008

... y usted que haría?

A raíz de una serie de dudas que me han surgido en los últimos meses por experiencias personales, algunas de las cosas que pasan en la in-creíble Colombia y de un artículo que después de mucho tiempo pude leer, me gustaría proponer una serie de dilemas sobre nuestras decisiones en diferentes circunstancias.

Primer dilema:
Imagínese que usted esta al lado de una vía de tren. En la lejanía se acerca un tren sin control y si nadie hace nada va a matar a 10 personas que se encuentran en la vía. Pero, ohh sorpresa, descubre que la única manera de salvar a esas personas es movimiento de una palanca que desvía la ruta del tren. Pero, ohh sorpresa, en la otra vía hay una persona y que si el tren se desvía, la otra persona muere. El dilema es sencillo: para salvar a 10 personas hay que matar a una. ¿Qué haría usted? Cuando planteo este ejercicio, generalmente la respuesta que obtengo es la misma: vale la pena sacrificar la vida de una persona para salvar la de 10. Aplicando estrictamente la razón, diez menos uno, da nueve vidas que se salvan. ¡Las matemáticas no fallan!

Segundo dilema:
La misma situación anterior. Con la diferencia que en lugar de la palanca, el tren únicamente se puede detener con un acto sencillo: lanzando a las vías a una persona desconocida y que está a su lado. El dilema es sencillo: para salvar a 10 personas se tiene que sacrificar la vida de otra persona, con la diferencia que es usted el que tiene que empujarla. ¿Cuál sería su reacción en esta situación? Las sumas y restas siguen siendo las mismas: sin importar las circunstancias diez menos uno, da nueve. Por lo tanto, utilizando únicamente la razón, la conclusión debería ser la misma que en el ejercicio anterior. Sin embargo, la respuesta que obtengo cuando planteo este dilema, es un poco más ambigua. Los “peros” son más frecuentes y las matemáticas no tan útiles.

Tercer dilema:
Hace unos meses estaba caminando por Barcelona cerca del casco antiguo de la ciudad y donde las calles son estrechas y oscuras. Sin saber la razón giré la cabeza y vi como dos personas están robando a una chica mientras ella habla por teléfono. Los ladrones eran como yo: no tenían rasgos europeos. La chica, por el contrario, parecía ser de esta tierra. Mi primer impulso es evitar el robo, sin embargo, razone y decidí que no quería complicarme la vida. Ellos son dos, ellos se ven corpulentos y ágiles, y comparto con ellos su condición de “diferente”, de “extranjero”, de “sospechoso”. Sin embargo, a pesar de mi razonamiento, intervengo para evitar el robo. Los ladrones al sentirse descubiertos comienzan disimuladamente su huida con la billetera de la chica. Cuando le digo a la víctima lo que le acaba de ocurrir, comenzamos a perseguirlos. Ella iba asustada, y yo preguntándome para que me meto en estos líos. Cuando alcanzamos a los ladrones me dicen en un perfecto francés que no tienen nada. Yo en mi mal francés los contradigo y amenazo con llamar a la policía (por si eso sirviera de algo). La chica está literalmente entre los ladrones y yo. No sé si fue por el susto o por desconocimiento, pero ella no entendía nuestra “conversación”, podríamos estar negociando el botín y ella ni se hubiera enterado. Uno de los ladrones, al darse cuenta que no valía la pena arriesgarse a que viniera la policía, pero sobretodo sabiendo que ya aparecería otra víctima, saca del bolsillo de la chaqueta la billetera y se la entrega a la chica. Ellos se van caminando como si nada hubiera ocurrido. Yo me quedo hablando con la chica y le pregunto si está bien, si todo está en orden. Caminamos juntos unos 100 metros antes de despedirme de ella, sin embargo no escuché una palabra de agradecimiento, que, creo, es lo mínimo que uno puede hacer en esas circunstancias. ¿Ustedes en mi situación que hubieran hecho? ¿si se volviera a presentar esa circunstancia, lo volvería a hacer? Mis razones para actual de esa manera fueron sencillas: un robo es un robo y si se puede evitar o solucionar, hay que hacerlo.

Cuarto dilema:
Saliendo del trabajo, paso frente a un almacén de Zara, uno de los tantos negocios de ropa cuyo propietario es una de las personas más ricas de España. De un momento a otro veo salir corriendo a un señor; que me daba la impresión de ir a coger el bus que llegaba a la parada. Sin embargo a los 5 segundos, sale corriendo un grupo de chicas todas vestidas con la misma ropa. Mi sentido colombiano de estar pendiente de cualquier catástrofe natural me hizo pensar que era un incendio o un terremoto, pero enseguida pude entender que era un robo. Al ver eso, comienzo a rezar para que no la ruta de escape del ladrón no coincida con la mía. Llego a la esquina y, mala suerte la mía, veo que el ladrón viene corriendo hacía mi. Como lo dije en el anterior dilema, un robo es un robo, y si se puede evitar, se evita. Sin embargo, en este caso me preguntaba, mientras el ladrón se acercaba rápidamente, que teniendo en cuenta que Zara pertenece a una inmensa cadena textil que ha triunfado gracias a su injusto sistema de maquilas, valía la pena perseguir al ladrón. A fin de cuentas, estos pequeños robos los pagamos todos cuando compramos una prenda. Afortunadamente el destino intervino y entre los coches salió una persona y le quitó la pequeña bolsa donde traía su botín. El destino me había salvado de evitar un robo. Sin embargo, me pregunto, ¿yo hubiera actuado de la misma manera que en el anterior ejercicio? ¿la providencial persona que le quitó la bolsa al ladrón haría lo mismo si ve que alguien esta comiendo dentro de cualquier supermercado un producto que no ha pagado? ¿un robo siempre será un robo? Al final, el ladrón siguió caminando como si no hubiera pasado nada. Curiosamente yo llevaba la misma ruta así que caminamos juntos un par de calles, él con una tranquilidad que me sorprendió y yo preguntándome que hubiera hecho.

Quinto dilema:
El gobierno de Colombia ofrece una millonaria recompensa por información que conduzca a la captura de uno de los cabecillas de las FARC. Uno de los hombres de confianza de este delincuente decide asesinarlo, según su versión de los hechos, para evitar su propio asesinato y cobrar la recompensa. Así mata dos pájaros de un tiro: salva su vida y queda con dinero. Como no puede entregar el cuerpo del delito, decide cortarle la mano derecha y llevarlo como prueba al gobierno y así cobrar la recompensa -la vida está llena de metáforas, mano derecha en un país que se está derechizando aún más. El gobierno, encargado de dar buen ejemplo, le paga una parte de la recompensa. Claro si no la pagaba quedaba como un mentiroso en su política de pago de recompensas. Sin embargo, ¿al pagar por un asesinato no es acaso cómplice del mismo? ¿pagar con dineros públicos por el asesinato a sangre fría de una persona, así sea un delincuente de esa calaña, es ético? Viendo las últimas acciones de este gobierno, da la impresión que en estos tiempos el fin justifica cualquier medio y que las leyes y acuerdos internacionales muchas veces son el camino largo para lograr la paz. Así que si se pueden tomar atajos, la paz bien lo vale, pero, acaso en los últimos 60 años hemos tomado tantos atajos para evitar el largo camino de la justicia que creo yo, no hemos llegado donde queríamos, sino que ahora estamos perdidos en el medio de la nada.

lunes, junio 23, 2008

Quiero ser europeo

Por estos días este espacio cumple dos años de estar al aire y casualmente coincide con las primeras 20.000 visitas -aunque la única casualidad sea el número dos en cada una de las cifras.

Una de las primeras entradas que aparecieron en este espacio era una que se titula "Quiero ser una vaca", hoy, para seguir con el tema planteado en ese texto, traigo a colación este artículo publicado en El País de España. El título podría ser "Quiero ser un europeo" sin que se pierda continuidad en el tema y sin ninguna intención de buscar el chiste fácil. En ambos casos coincido totalmente con los autores, en el tono en que dicen las cosas y las cosas que dicen.

Gracias por su compañía

omchamat


PD1. En otras entradas relacionadas con este tema -y para aportar otros puntos de vista- he defendido el consumismo, he propuesto una receta para limpiar la conciencia, he descrito la democracia es un espejismo que no se deja atrapar o tal vez lo que pasa es que el mundo no es justo y punto.

PD2. Durante las próximas semanas pre-vacacionales la actualización de este espacio no será tan frecuente como viene siendo... de todas maneras seguiré esperando sus visitas.


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Europa
Enric González 19/06/2008
No aspiro a ser justo, ni siquiera digno. Soy europeo y sólo aspiro a seguir siéndolo. Aspiro a una vida sin sobresaltos. Aspiro a la sanidad gratuita, al subsidio de desempleo, a que mis hijos gocen de la mejor educación posible a un precio simbólico, a una pensión generosa cuando me retire. Aspiro a la máxima seguridad y a unas calles limpias. Aspiro a que el paisaje rural sea hermoso y apacible, y a unos alimentos accesibles y de la máxima calidad. Aspiro a preservar la naturaleza que me rodea.

Ya, ya sé que la política agraria europea, con sus casi 50.000 millones en subsidios anuales, crea un paraíso artificial y frena las importaciones africanas. También sé que aplicamos aranceles sobre los productos más competitivos de los países en desarrollo. Y sé, por supuesto, que de vez en cuando inundamos el mercado mundial con nuestros excedentes alimentarios, y acabamos de arruinar a los países pobres. Pero eso es indispensable para que Europa siga siendo la dulce Europa, con su campiña, su paz social y sus segundas residencias.

Los inmigrantes seguirán llegando, no crean que lo ignoro. Necesitamos bastantes para hacer ciertos trabajos y para aplicar sin grandes conflictos la jornada semanal de 60 horas. Nuestro objetivo ahora, como europeos, consiste en ponerles las cosas difíciles a los clandestinos, o sea, a esos que de momento no necesitamos. Que sepan que Europa, la cumbre de la civilización, sabe ser dura cuando conviene. Que sufran el desprecio, el encierro y la deportación. Que se vayan a otra parte. Resulta desagradable, por supuesto. Pero es indispensable para que Europa siga siendo la dulce Europa, la Europa que amamos.

Me gustó que el Telediario de La Primera, ayer, no concediera rango de portada a la ley contra la inmigración clandestina, aprobada por el Parlamento Europeo. Tenemos la Eurocopa. ¿Para qué crisparnos? No aspiro a ser justo, ni siquiera digno, ya lo he dicho. Soy europeo.

Mientras unos quieren no ver, otros quieren ser vistos

Quien tire la primera piedra quien haya entrado a casas hechas de desechos urbanos (escombros de demoliciones, puertas de vehículos...) y no se haya sorprendido de encontrarse en el medio de la sala-comedor-habitación-cocina-baño (todo es un mismo espacio separado en el mejor de los casos por una cortina pero unido por la mezcla única de todos los olores), un potente equipo de sonido o un televisor de última tecnología. Es casi imposible evitar el reflejo de pensar en el aparente sin-sentido de gastarse el dinero que no tienen, en cosas que, para los que tenemos la comida garantizada, nos parecen superfluas. Es verdad, cuesta de entender el sentido de esos actos. Sin embargo, es un hecho y se puede constatar mirando al otro lado de la barrera que hemos construido para no ver la realidad en que vivimos.

Sin querer encontrarle el sentido a ese sin-sentido, me tropecé con el texto que copio a continuación. Hace parte de un libro que a pesar de tener más de treinta años, en su conjunto sigue tan vigente como la misma pobreza a la cual se refiere manera indirecta. Es un relato hecho por uno de los servidores del emperador de Etiopía Haile Selassie (foto) -conocido por sus súbditos como "el Rey de Reyes, el León de Judá, el Elegido de Dios, el Muy Altísimo Señor, descendiente de Salomón"- a R. Kapuściński y cuyos libros ya he mencionado en anteriores entradas. En este relato se da una posible explicación al sentido de exhibir el dinero en una sociedad donde unos muy pocos tienen casi todo.

La interpretación que hago de este relato, es que en una sociedad tan desigual como en puede ser Etiopía o Colombia, el dinero puede tener dos funciones dependiendo si eres de los pocos que tienen algo, o de los muchos que no tienen nada. Para los primeros, te ayuda a volverte ciego para no ver como viven los otros; para los segundos, el dinero es una forma para hacerte visible, para ser reconocido. Mientras unos quieren no ver, otros quieren ser vistos. Y aunque esto pueda ser cierto cuando se habla de países concretos, si miramos el mundo en su conjunto, esto es perfectamente aplicable para la sociedad global en que nos encontramos inmersos: Los países pobres quieren parecer como ricos consumiendo las cosas que los ricos les venden, y los países ricos construyen barreras físicas y legislativas para no ver a los pobres que viven fuera de sus fronteras.

En fin, ya me estoy desviando del tema. Aquí queda el texto.

Gracias por su compañia

omchamat

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"¿Sabes que significa el dinero en un país pobre? El dinero en un país pobre y el dinero en país rico son dos cosas diferentes. En un país rico, el dinero es un trozo de papel con el cual tu puedes comprar productos en el mercado. Tu eres tan solo un cliente. Incluso un millonario es tan solo un cliente que puede comprar más, pero seguirá siendo un cliente, nada más. ¿y en un país pobre? En un país pobre, el dinero es una maravilla, es una gruesa barrera, deslumbrante y siempre floreciente, que te separa de todo lo demás. A través de esa barrera tu no ves la desagradable pobreza, no sientes el hedor de la miseria y no oyes las voces suplicantes de los otros humanos. Pero al mismo tiempo tu sabes que todo de eso existe, y te sientes orgulloso de tu barrera. Tu tienes dinero; esto significa que tienes alas. Tu eres el ave del paraíso que todo el mundo admira."

"¿Puedes imaginar, por ejemplo, una multitud reunida en Holanda tan solo para ver a un rico Holandés? ¿O en Suecia, o en Australia? Pero en nuestro país, sí. En nuestra tierra, si un príncipe o un conde aparece, la gente corre para verla. También correrán para ver a un millonario, para después decir "he visto un millonario". El dinero transforma tu propio país en un lugar exótico. Todo comenzará a asombrarte: la forma en que vive la gente, las cosas por las que se preocupan, y tu dirás "No, esto es imposible". Y esto es porque tu ya perteneces a otra civilización.(...) Tu comenzarás a volverte sordo y ciego. Te sentirás feliz de estar en tu civilización rodeada de esa barrera, ya que las señales de la otra civilización te seran tan incomprensibles como si hubieran sido enviadas por los habitantes de Venus."

The Emperor: Downfall of an Autocrat. Ryszard Kapuściński. Penguin Classics, 2006. pp. 44-45.

lunes, junio 16, 2008

Cuarenta años sin hablar alemán

En Europa hay un vivo debate sobre el fenómeno migratorio. Un debate que enciende ánimos, moviliza votantes, vende periódicos y que incluso, en algunas ocasiones, busca las maneras de enfrentar a este hecho, que bajo ningún aspecto es un problema como lo preguntan las encuestas. Se escuchan todas las voces, desde que las que dicen que todo es culpa de los inmigrantes, hasta que gracias a los inmigrantes se mantiene el estado del bienestar. Una de las propuestas para solucionar el dilema de los europeos, pero no de afrontar las necesidades de los inmigrantes, es la firma de un "contrato de integración", que varia según el país. Una propuesta que puso recientemente sobre la mesa el presidente de Francia Nicolas Sarkozy, un representante que se podría decir tiene su soporte en aquella masa amorfa que se sitúa a la derecha de la opinión pública, pero que José Zapatero, un representante del lado opuesto de Sarkozy, comienza a "dejar caer" en los medios de comunicación. Dentro de estos contratos se incluye un punto que consiste en que la persona se compromete a respetar las costumbres y valores del país donde llegue -que le acoja es otro tema que no tiene nada que ver con la llegada- y que además aprenda el idioma. Este último elemento, el del idioma, es un punto necesario e importante para la integración plena en la sociedad, pero no imprescindible como lo muestra el artículo que copio a continuación.

Desde donde escribo estás líneas, Catalunya, el debate sobre el uso y cuidado del catalán es pan de cada día. El dictador Franco intentó imponer el Español como única lengua de España, pero al menos en Catalunya fracasó en su intento. Hoy y a un costo, a mi parecer, excesivo tanto desde la perspectiva económica como política, se intenta reforzar y revivir el Catalán como lengua vehicular en Catalunya. De hecho, uno de los partidos que defienden más este idioma me da la impresión que en sus decisiones políticas priman el refuerzo de la cultura catalana y una eventual independencia de España, por encima de las necesidades sociales de quienes componen su cultura.
Este artículo que copio a continuación, creo que puede ser un instrumento de reflexión interesante tanto para quienes llegamos que pensamos que la única manera de integrarnos es mediante el idioma (es muy importante), como para los que defienden el contrato de integración o para los que priman el debate sobre la lengua sobre otras realidades, que a mi parecer, son más urgentes e importantes.

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Cuarenta Años sin Hablar Alemán
Por Rosa Montero
Aparecido en El País el 15/06/08

La velocidad a la que los humanos olvidamos nuestro pasado es desde luego asombrosa. Recibo dos álbumes, dos libros con el lomo cosido con espirales metálicas, confeccionados por la asociación Arco Iris de Basilea (Suiza). Se trata de una asociación de emigrantes españoles jubilados, es decir, de personas que decidieron quedarse en su segundo país y no volver. Los libros son unos trabajos primorosos y fascinantes. Uno se titula Tal como somos, y es una sólida encuesta sociológica hecha por ellos mismos sobre los residentes españoles de la zona mayores de sesenta años (en total, según sus cuentas, hay 336). El otro trabajo, titulado Tal como éramos: españoles en Basilea 1957-1980, cuenta lo que fue la emigración a través de testimonios personales y de un montón de fotos antiguas y maravillosas, retratos de bodas y bautizos, de fiestas con bailes regionales, del primer televisor comprado con esfuerzo, de la modernidad y el desahogo económico duramente alcanzados.

Y leo los libros y me quedo pasmada. Todo suena tan cercano, tan semejante a lo que ahora estamos viviendo desde el otro lado. Sí, desde luego, siempre que hoy se habla de la inmigración, hay alguien que, con sensatez, intenta recordarnos que fuimos un país de emigrantes hasta ayer mismo. Pero una cosa es decirlo y otra cosa verlo, leer sus testimonios, ver sus caras. En apenas una docena de años, desde finales de los cincuenta hasta principios de los setenta, más de dos millones de españoles salieron del país como emigrantes. Fuimos los ecuatorianos, los rumanos, los subsaharianos de la época. Dice uno de los jubilados de Basilea: “Muchos de nosotros llegábamos como ilegales y teníamos que esperar en una pensión de Saint Louis hasta que encontrábamos un puesto”. Y otro explica: “Yo pasé la frontera de clandestino. Recuerdo que un amigo mío que conocía bien el camino a través del bosque vino a buscarme y me colocó una mochila y unas botas dos números más grandes que me hicieron unas ampollas grandísimas. Así, disfrazados de excursionistas, nos pusimos a andar. Yo creí que me moría de miedo cuando nos cruzamos con un guardia de frontera, pero mi amigo le saludó muy efusivamente con un ‘grüezzi’ y no nos pidió ningún papel…”.

La encuesta señala que la edad media de los jubilados españoles en Basilea es de 69 años. Dos tercios de la población vive de manera desahogada, pero el 30% está al límite o con problemas para llegar a fin de mes, y la mayoría de este grupo son mujeres, por la mayor precariedad laboral en la que se desenvolvieron durante su vida activa. Todos ellos llegaron a Basilea huyendo de una España retrasada y paupérrima: “Un día me contó mi marido: ‘Ayer estuve en casa de Antonio. Oye, tiene que ser muy rico, porque éramos doce y nos tocó silla a todos…”, dice una jubilada. Y otro emigrante explica con agudeza: “Descubrí que los suizos eran distintos cuando me di cuenta de que compraban dos periódicos diferentes del mismo día”. Muchas de las geniales fotos del libro parecen anuncios publicitarios de la época, así de orgullosos se les ve enseñando los trofeos conseguidos. Son como cazadores con las piezas de consumo que han abatido: una motocicleta, un tocadiscos, una cocina inmaculadamente blanca y, sobre todo, ese tótem esencial del éxito que era el coche: “El día en que llegué a la frontera entre Francia y España con mi primer Gordini no pude reprimir las lágrimas: me sentía todo un triunfador”.

Estos emigrantes llevan cuarenta años en Suiza y además, ya ven, se han quedado. La mayoría, porque allí tienen a sus hijos y a sus nietos, pero otros, el 19%, porque se sienten “mejor allí” y creen que en España no podrían adaptarse. En realidad han pasado toda su vida en Basilea. Sin embargo, y esto es lo más increíble de la encuesta, la mitad de los hombres y las tres cuartas partes de las mujeres tienen problemas con el alemán. Nunca consiguieron aprenderlo bien, pese al tiempo que llevan. Y lo más conmovedor es que, aun sin saber el idioma, viviendo como viven bastante aislados y sin poder participar en las elecciones, el 74% de ellos se siente “bien integrado” en Suiza. Cuando contemplemos a los inmigrantes actuales como bichos raros porque farfullan mal el idioma, intentemos no olvidarnos de lo que fuimos.

martes, mayo 27, 2008

Tragedia en siete actos

"... usted cree que se acaba el tráfico de drogas y el narcoterrorismo con la muerte de Pablo Escobar?"

Colombia: Las memorias de un país sin memoria.


En un comienzo se consideró que el propósito y el fin del derecho eran mantener la paz. Ahora bien, ¿qué se ganaba con mantener la paz? Muy sencillo: se conservaba el orden social. De modo que el propósito y el fin del derecho eran, sin duda, preservar el
statu quo. Lo que ningún filósofo del derecho pudo aclarar nunca fue para qué diablos se necesitaba, distinguidos amigos, preservar el statu quo.

Novela del poder y la infamia. p. 372. Germán Espinosa. Editorial Alfaguara. 2006. Bogotá.

Muchas veces siento que en Colombia la forma en que se ejerce el derecho y administra justicia está explicada en párrafo anterior.Tan solo hace falta cambiar la palabra paz por guerra y se entiende a lo que me quiero referir.

***

Primera escena: Un país se encuentra desbordado por sus muertos, cansado de la violencia que vive desde décadas, por la corrupción de sus políticos, por el narcotráfico. Este país encuentra la esperanza en la bondad de su gente, en sus paisajes, en su riqueza natural, en su biodiversidad, en su cultura.

Segunda escena: En este país, y después de un fracasado intento de lograr la paz, es elegido un presidente con un pasado político algo gris y por primera vez en la historia logra ponerle nombre, rostro y cuerpo a un único enemigo en torno al cual todo el país se una. La lucha de este presidente ya no es contra la pobreza, la corrupción, el narcotráfico o el hambre, todos ellos males terribles para cualquier sociedad, pero que no tienen un único nombre y un único rostro. Son miles los narcotraficantes o los corruptos, el hambre es un fantasma que recorre las regiones apartadas de la ciudad, la pobreza es de donde no hemos podido salir del todo. Este presidente convence al pueblo que una vez sea derrotado uno de los dos actores de la guerra que están al margen de la ley, los otros males desaparecerán. El pueblo le cree en las urnas y en las encuestas le siguen creyendo.

Tercera escena: En el medio de un gran debate político que traspasó fronteras, el presidente modifica la constitución para poder ser re-elegido y aprueba un marco legal para que se pueda negociar con el que ha identificado como el menos-enemigo del país y que con sus gestos ahora son amigos de la paz. El pueblo extasiado ve con tranquilidad el futuro. Hay presidente pa' rato se oye decir.

Cuarta escena: La lucha contra el más-enemigo parece que la va ganando el gobierno a pesar de múltiples denuncias de abusos de autoridad por parte de la fuerza pública en contra de la población civil (que coincide muchas veces con la población que siempre ha sufrido la guerra). Las negociaciones con el menos-enemigo también avanzan, pero con muchas dudas, tensiones e incertidumbres. El pueblo pletórico, ve cercana la ansiada paz.

Quinta escena: Una vez que los menos-enemigos están en la cárcel, el gobierno dice que la labor está casi cumplida y que ese enemigo ya no seguirá delinquiendo. Incluso son tan inofensivos que los invitan a hablar en el congreso (que al final parece que era más bien una reunión de inversores). Con esta visita, parece que pasan de ser menos-enemigos a casi-amigos. Mientras tanto, los más-enemigos siguen perdiendo espacio militar (el político hace tiempo que lo perdieron). El pueblo aplaude al presidente. El presidente rompe los récords de popularidad. El pueblo unido jamás será vencido. Unido con el presidente, por supuesto!!... el resto?... como mínimo son catalogados de ciegos ante la evidencia, cuando no terroristas, mamertos, comunistas, cómplices de los más-enemigos...

Sexta escena: Los menos-enemigos se vuelven un gran-enemigo para el gobierno pues comienzan a revelar relaciones indebidas entre ellos y el congreso, el mismo congreso al que fueron invitados a hablar. Algunos nos preguntamos si al final el menos-enemigo y el gobierno (como instituciones) van a resultar siendo lo mismo. Los medios de comunicación -no el gobierno- son los primeros en hacer público que los menos-enemigos siguen delinquiendo desde la cárcel. En el otro lado, los más-enemigos siguen en su cárcel de selva tratando de encontrar sus ideas políticas que están refundidas entre secuestrados, droga, extorsiones y víctimas civiles. El pueblo ante la confusión reinante, sigue aplaudiendo.

Séptima escena: En un intento de evitar o castigar -todavía no entiendo que parte de castigo y de evasión hay en esa decisión- los menos-enemigos son extraditados por sorpresa al palacio de los super-amigos, pues el gobierno descubrió que seguían delinquiendo desde las cárceles (ver escena anterior) y existía la posibilidad de seguir haciéndolo. Una de las razones para extraditarlos, era que tenían que responder ante la sociedad de los super-amigos por los daños ocasionados por el envío de sus cargamentos de cocaína que les permitía comprar armas para seguir con esta guerra, esta puta guerra. La lógica es sencilla yo doy cocaína, tu me das armas. Mientras responden por sus delitos en el palacio de los super-amigos, en el país donde cometieron miles de asesinatos y desapariciones,las víctimas directas se quedan con la incertidumbre de saber que las únicas personas que les podían decir donde están su familiares desaparecidos hace años, se estaban yendo. En todo este embrollo, los más-enemigos, siguen acumulando bajas importantes. El fin del más-enemigo está cerca, el menos-enemigo está cumpliendo con la justicia (no importa la justicia de donde). El pueblo entra en éxtasis. El pueblo unido no fue vencido.

Escena final: Un país se encuentra desbordado por sus muertos, cansado de la violencia que vive desde décadas, por la corrupción de sus políticos, por el narcotráfico. Este país encuentra la esperanza en la bondad de su gente, en sus paisajes...

miércoles, mayo 14, 2008

Hay miradas que matan

Desde hace un tiempo tengo una sensación bastante curiosa e interesante: aunque sé que mi color de piel (a mi pesar, cada día más claro) me delata, los colores de mi ropa refuerzan las sospechas que no soy de este lado del océano y que mi acento y expresiones colombianas son imposibles de esconder (cosa que no me interesa, por el contrario las cuido lo más que puedo), desde hace un par de meses tengo la inmensa fortuna que la sensación de ser muy diferente a los demás, es cada vez menos habitual. Incluso algunas veces se me olvida que soy diferente. Pero eso tiene sus inconvenientes. Una cosa es como me siento, y otra como me ven y eso no se me puede olvidar.

Esta sensación de ser diferente, y lo voy descubriendo a medida que escribo estas palabras, la puedo separar en dos partes. En la primera, la diferencia, no me la otorgaban los demás, sencillamente me la autoadjudiqué. Es decir, no me sentía diferente tan solo por el hecho de como me miraban (me miran) en el metro o porque cuando hablaba no entendían mis expresiones colombianas o una extraña sensación de culpabilidad, de constante miedo a equivocarme en las cosas más cotidianas; me sentía diferente porque la mirada que más pesaba -que al final hace parte importantísima la identidad- era la que tenía sobre mi mismo. Me reconocía como diferente y por lo tanto actuaba y me sentía como tal.

No creo equivocarme si digo que la sensación de sentirse observado, de sentir que todo el mundo te mira por el hecho no de ser "aquí", es compartida por gran parte de los que, como yo, empacaron sus ahorros y su poca cordura, para irse a otro país e intentar construir sus sueños. Esa sensación paranoica de sentirse en constante evaluación, como en todos estos casos, tiene una parte de realidad y muchas de invenciones propias. Es como si a falta de un Gran Hermano del exterior que nos esté vigilando y observando, nos dedicamos a observarnos a nosotros mismos con tal de pasar desapercibidos. No queremos pasar la vergüenza de ser detectados, de ser reconocidos como diferentes.

La segunda parte de esta sensación comienza cuando encontramos, aceptamos y reconocemos cual es la posición que jugamos en nuestro entorno. Es una etapa en la que por un extraño e inconsciente proceso, la mirada que antes se centraba en nuestras acciones y omisiones, comienza a centrarse en el entorno. El centro se había desplazado.

Pero como lo decía al comienzo de esta entrada, esta sensación de reconocerme como "diferente" es cada vez menos habitual. Sin embargo pequeños detalles, pequeñas miradas me hacen recordar que no solo somos como nos vemos, somos también como nos ven los demás, y en ese sentido, siempre seremos diferentes para los demás. Mi "descubrimiento" fue por algo insignificante, y que ocurrió, en gran parte, por el hecho que hay días que se me olvida que soy y me ven diferente: una mañana de domingo bajé la guardia y, como decimos en Colombia, "dí papaya". La historia es sencilla: Yo intento, si el sueño me lo permite, salir a comprar el pan y el periódico las mañanas de los domingo. Siempre lo hago en la misma panadería y en el mismo quiosco de periódicos. Hace cerca de tres semanas, y por razones que no vienen al caso, quise hacer un teléfono de esos que tienen dos vasos de papel a los extremos unidos por una cuerda. En mi inocencia de olvidarme que me ven diferente, se me ocurrió decirle a la compañera de la persona que me vendió el pan, que si me podía regalar dos de los vasos desechables que utilizan para servir el café y que sé que a ellos les regalan. La mirada que recibí por parte de esta señora fue la misma que hace ya meses "me regalaron" en la estación de Plaça Catalunya y a la cual me referí en otra entrada. Después de múltiples consultas con sus jefes y sentirme como si yo estuviera haciendo lo peor del mundo, la señora me dijo que si quería me tomara un café y que entonces si. Que incluso me podía llevar el vaso del café. No sé que fue más grande, si la rabia de sentirme mal-mirado o la tristeza de haber bajado la guardia. El hecho es que el teléfono que quería hacer ese día, se quedó en planos.

Cuando me pasan ese tipo de cosas, que la mirada del otro me ve "por encima del hombro" y me acusa de ser diferente, es cuando vuelven a mi mente el sentido (no solo el significado) de palabras como identidad, integración, tolerancia, respeto...

Cuando a la mirada del otro se le olvida que aquel que le parece diferente casi siempre ha hecho un esfuerzo de acercarse y limar sus diferencias para generar un espacio de dialogo, es más, ha redefinido su identidad con tal de intentar integrarse. En esos momentos de olvido es cuando no sé que pensar y aquella mirada que me hacía sentir paranoico -mi propia mirada-, vuelve con toda su fuerza acusadora.

Sin embargo, cuando siento esas miradas inquisidoras no puedo evitar pensar esas personas no tienen la culpa; en realidad su mirada, su corta mirada, no da para ver más allá de su propio ombligo.

domingo, mayo 11, 2008

Mi memoria no da para más

-Tome vuestra merced, señor licenciado, rocíe este aposento; no esté aquí algún encantador de los muchos que tienen estos libros, y nos encanten en pena de la que les queremos dar, echándolos del mundo.

Causó risa al licenciado la simplicidad del ama, y mandó al barbero que le fuese dando de aquellos libros uno a uno, para ver de qué trataban, pues podía ser hallar algunos que no mereciesen castigo de fuego.

-No -dijo la sobrina- no hay para qué perdonar a ninguno, porque todos han sido dañadores: mejor será arrojarlos por las ventanas al patio, y hacer un rimero dellos y pegarles fuego, y si no llevarlos al corral, y allí se hará la hoguera, y no ofenderá el humo.

Del donoso y grande escrutinio que el cura y el barbero hicieron el la librería de nuestro ingenioso hidalgo. Capítulo VI. - El Ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha.
***

Mi primer trabajo recién me gradué en la universidad, me llevo a vivir a Bogotá. En esa gran ciudad, me instalé en una pequeña habitación, pequeña, pero "familiar". Me la alquilaba una familia con la que tuve una gran empatía y de quienes guardo un gran recuerdo. Ellos me dieron toda la libertad del mundo para decorar la habitación. Me decían "si quieres pintarla o lo que quieras, tienes toda la libertad de hacerlo". Yo la verdad que nunca he sido muy dado a las tareas manuales, es más, creo que soy bastante malo en ese tipo de cosas y quizás esa sea una razón por la cual me gustan mucho los muebles de IKEA. Son muebles que incluso yo puedo montar. Mi biblioteca actual, las mesas de noche, la cómoda, la silla del balcón... todo eso lo he montado yo solo!. En fin, mi ego le agradece a los diseñadores de IKEA que piensen en personas que como yo. Pero como en la época en que llegué a Bogotá yo no conocía IKEA y ni sabía que existía, mi único aporte al mobiliario de mi habitación, fue comprar una librería pequeña (por supuesto, venía armada) para ponerla al lado de mi cama e intentar llenarla con los libros que por una u otra razón me hubieran gustado. Me acuerdo la sensación que tuve cuando vi que la librería se iba llenando de libros de Nietzsche, Sábato, Benedetti, Garcia Marquez, Sthepen King, Frederick Forsyth y uno que otro libro de la carrera. Sentía que por la sola presencia de esos libros mi habitación era más cálida, más personal. Creía que la "mejor mejora" que le podía hacer a ese reducido espacio, era llenarla de libros.

En el tema de los gustos, creo que es difícil encontrar una explicación a cada uno de ellos. Yo todavía no entiendo de donde viene el placer que experimento de ver como los libros -cuyo único requisito es que hayan sido leídos- se vayan acumulando lentamente en una librería. Aunque para ser sinceros, no sé si leo por conocer las historias que esconden las letras o por ver como se va llenando la librería que compré en el IKEA. Si es por una u otra razón, la verdad poco me importa. El gusto que siento mientras veo el lomo de los libros, y recuerdo vagamente las historias que esconden sus páginas, no entiende de razones.

Mi sueño de ver una pared cubierta de arriba a abajo y de lado a lado con libros leídos , hasta hace un par de meses estaba a punto de cumplirse. Ya llevaba tres librerías de IKEA casi llenas y podía comparar como habían cambiado mis gustos literarios. Ahora ya me sentía con la seguridad para meterme con ensayos sobre La Sociedad Invisible en que vivimos, sobre la época de La Violencia o libros míticos como Fausto... Es evidente que no todos los libros son de esa línea. Entre Borges, Kundera, Espinosa, Steinbeck, no faltaban los clásicos best-sellers como El Código da Vinci o Los Pilares de la Tierra (que por cierto como urbanista que me siento, creo que es la mejor forma de entender como funciona y crece una ciudad). En fin. Mi sueño de tener una librería de diferentes temas y con muchos libros hasta hace unos meses estaba en camino de cumplirse. Sin embargo, como los cambios es lo único que se mantiene constante en nuestras vidas, en cuestión de dos semanas y a raíz una reestructuración que se hizo en lo que hasta ese momento consideraba "El Estudio", pasé de tener una pared casi llena de libros leídos, a tener libros que tan solo cubren parte de una las tres librerías que me pude quedar. Del Estudio no solo salieron dos de las tres librerías, sino también dos maletas llenas de libros con la intención de regalarlos o venderlos, cosa que en ambos casos fue imposible de realizar. Los libros que se quedaron a la vista, los que para mí son los más importantes, compiten con el televisor (patetica ironía) por un espacio en la sala, el resto, están a la espera de ser guardados en cajas dentro de un armario.

Todo este proceso de cambiar de sitios los libros y de armar y desarmar librerías, me han llevado a plantearme la razón por la cual siento cierta conexión con trozos de papel que probablemente después de leídos difícilmente los vuelva a abrir, al menos para una segunda lectura completa. La gran mayoría de libros no son como los discos de música, que se pueden escuchar una y otra vez y pueden pasar los años y es factible que los vuelvas a escuchar. Los libros llegan a tus manos, los lees, disfrutas, algunas veces los acabas y por último, buscan su sitio en la librería. Hablaras de ellos y algunas veces te ufanarás de haber leído, y sobretodo disfrutado, desde el comienzo hasta el final libros como El Quijote, las Mil y una Noches, Ébano. Sin embargo, y aunque sean pocos los libros que al cabo de los años vuelves a leerlos de comienzo a fin, te sientes incapaz de regalar o botar a la basura libros que disfrutaste mucho en la única lectura, pero que sabes que nunca volverás a leer. Pero bueno, eso tiene que ver con temas logísticos, con la perdida de espacio de espacio físico. Mi gran frustración, y gran preocupación, es darme cuenta que a pesar de todos los libros que me he leído no puedo recordar la inmensa mayoría de las cosas que creía haber aprendido de esas lecturas. Puedo contar "sensaciones" que tuve de los personajes, con un esfuerzo de la memoria, describir vagamente algunas escenas e incluso contar pequeñas historias que se describen en el libro. Pero me sorprende darme cuenta que tan solo puedo recordar, por ejemplo, una mínima parte de todo lo que en su momento aprendí de como funcionaba Europa, es decir, el mundo, a comienzos de 1700 gracias a obras maestras como La Tejedora de Coronas; volver a contar las deliciosas historias de la mitología griega a partir de un libro que fue escrito para ser contados al nieto del escritor, es más que un reto para mi débil memoria. Lo único que puedo hacer es volver a abrir los libros, mirar los fragmentos que señalé que mientras los leía por primera, y seguramente única vez, e intentar acordarme la razón por la cual los resalté. Mi memoria no da para más.

Dicen que leyendo se aprende, algo, pero se aprende. Cada vez que acabo un libro repaso lo que he aprendido y aunque durante un par de días me acuerde, al cabo de una semana, lo más seguro, es que esté esforzándome en aprender lo que dice el libro que tenga en ese momento en mis manos. Cada vez que me doy cuenta de esta mala memoria me pregunto si vale la pena seguir acumulando libros, polvo sobre los libros, y libros sobre libros. Algunas veces pienso que sencillamente soy tan solo un consumista de libros, y a lo único que puedo soñar es en volver a recuperar el espacio para mis tres librerías. Pero no por eso la alegría que me producirá volver a tener, algún día, mis tres librerías llenas de libros leídos, no me la quitará nadie. Sin embargo, también sé que cuando alguien me pregunte algo sobre alguno de los libros, tendré que abrirlo y avergonzado por mi mala memoria y a partir de los textos resaltados, intentar acordarme de alguna anécdota o dato curioso que en su momento creía que nunca se me iba a olvidar.

Por ahora, me entretendré viendo como dos cosas tan puramente antagónicas como unos libros y un televisor luchan por mi atención mientras trato de descansar en mi sala. Definitivamente mi memoria no da para más.

***

El hilo del cual se desprende esta entrada me lo encontré en un artículo de Hector Abad Faciolince en su blog (ahora abandonado) de la revista Soho.

miércoles, mayo 07, 2008

Me gustaría...

No sé cuantas veces he intentado escribir sobre lo que ocurre en Colombia. Una entrada donde cuente alguna de las cosas que pasan allí -para mí, intentar, tan solo intentar explicar lo que ocurre, es sencillamente imposible. Cuando intento escribir sobre Colombia, llego al mismo lugar común tantas veces dicho: en Colombia, la realidad es muy superior a cualquier fantasía.

Me gustaría hablar sobre lo peligroso que me parece tener un presidente como Uribe pero que al mismo tiempo ha logrado cosas muy necesarias: recuperar el sentido de pertenencia con aquello que llamamos Patria o mejorar la seguridad en ciertas zonas y en determinados corredores. Son cosas que no solo eran importantes, sino indispensables para salir de ese charco de miserias que siento en que se ha convertido ese trozo de verde montañoso que extraño. También me gustaría hablar sobre la locura de los paramilitares y la irresponsabilidad de los políticos que se "ajuntaron" con ellos. Me gustaría hablar de la débil e incipiente oposición política que históricamente ha hecho tanta falta en la construcción de eso que se llama "país". Me gustaría hablar del silencio abrumador y descarado del único medio de comunicación de alcance nacional en relación a los supuestos vínculos del presidente con prácticas corruptas para aprobar leyes. Me gustaría hablar sobre los vínculos de muchos de los miembros del gabinete de ministros con la guerra, pero no como aliados, sino como víctimas. Me gustaría hablar de todo eso. Me gustaría gritar en contra de esa sociedad hipócrita y de la cual, paradójicamente, me siento tan orgulloso de pertenecer (es contradictorio, lo sé, pero creo que en eso consiste parte de la colombianidad). También me gustaría hablar sobre la maravillosa constitución con que contamos, lo avanzado -teniendo en cuenta nuestro retraso- de ciertas leyes (aborto, derechos para parejas homosexuales...). Me gustaría hablar sobre la capacidad de cicatrización que tienen ciertas personas y comunidades para curarse de las heridas que les ha dejado la guerra. Me gustaría hablar sobre la sonrisa fácil y sincera de mis compatriotas. Me gustaría hablar de mi admiración por los militares que son capaces de arriesgar su vida por defendernos, ellos me merecen todo mi respeto -claro, no podré estar de acuerdo con los que se "ajuntan" con los paramilitares, así sea, supuestamente, para defendernos-.

Me gustaría hablar de todo lo anterior. Pero no puedo. Cuando comienzo una entrada en esta linea, siento que la tormenta constante de noticias que es Colombia me ahoga y no me deja ir más allá de la simple intención. Tal vez esa sea la razón por la que recurro a transcribir fragmentos de libros que cuentan cosas que pasaron hace años y que nunca han dejado de pasar. Ese bloqueo mental me impide escribir algo que vaya más allá de enumerar algunos de los temas que más que dolor, me asombran y no puedo entender. Tal vez esa sensación de ahogo es lo que impide que todos tiremos para el mismo lado, y nos dediquemos a tirar a los que están del otro lado.

viernes, mayo 02, 2008

El que mucho abarca, poco aprieta

Este espacio lleva online cerca de un año y medio. Durante estas más de 70 semanas he tratado por disciplina y "responsabilidad" -pero sobretodo por gusto- de escribir una entrada cada semana. De poner en palabras esas ideas que rondan mi cabeza y que por un ataque de egocentrismo pienso que valen la pena ser compartidas con los lectores de este espacio.

A excepción de las semanas en que he tomado vacaciones informáticas -me alejo lo más que puedo de cualquier tecnología que me "conecte" con el mundo-, puedo decir, con cierto orgullo, que tan solo en dos ocasiones me he fallado en este compromiso y en las dos ocasiones no ha sido -por fortuna- por falta de ideas o de ganas de escribir, sino -por desgracia, o mejor, por mala suerte- por esa falta de tiempo crónica en nuestros días. Aunque tengo que reconocer que más que falta de tiempo es debido a una dedicación casi exclusiva a una sola cosa y eso me lleva a una reflexión sobre los tiempos que corren -si otra vez, hablar sobre los tiempos que corren, me disculpo en la frase que oí hace algún tiempo en el sentido que uno solo escribe de sus obsesiones o de sus miedos.

Decimos que vivimos en la sociedad de la información, y ha de ser cierto, pues todo el mundo está sobreinformado, todo el mundo puede tener idea de que es lo que pasa en cualquier parte del mundo y en un par de horas de internet nos sentimos capaces de decir que tenemos una opinión al respecto. Sin embargo, esta sociedad de la información con todos sus instrumentos, y el computador personal con conexión a internet como icono casi de culto, cada vez deja menos espacio para las cosas pequeñas. Pensamos que un computador potente y una buena conexión nos permitirá hacer muchas más cosas en el mismo tiempo. Tratamos de vivir al mismo ritmo que funciona un computador, es decir, con la capacidad, siempre limitada, de hacer diferentes cosas al mismo tiempo: mientras miro el precio de un viaje a Francia, leo las noticias de un periódico de Colombia, consulto el estado de saldo de mi cuenta bancaria, y le pregunto por chat a un familiar que vive en Nueva Zelanda sobre posibles destinos, todo esto mientras termino de realizar un cálculo en excel que me dirá si puedo o no puedo ir a Francia. Todo eso lo puede hacer un computador sin problemas, e incluso con una cierta concentración, no nos equivocaremos en la decisión final. Sin embargo, creo que aunque podamos ser "multitareas" en ciertos momentos, vivir de esa manera nos llevará a no tener tiempo para lo sencillo, para lo cotidiano, para lo vital, para lo que Es, mientras nos concentramos en lo que parece ser. Y la verdad que no entiendo para que queremos hacer tantas cosas si quizás la teoría del gen egoísta sea tan evidente que no queramos verla. Esta teoría plantea que nosotros somos creaciones hechas por nuestros genes para garantizar su supervivencia, es decir, que somos tan solo "contenedores" de cromosomas y no esos seres trascendentes en el tiempo y la historia que soñamos ser.

Sin embargo, al otro extremo de querer hacer muchas cosas, está el concentrarse en una sola, es decir dedicarle diariamente más horas de las que te dedicas a ti mismo a aceitar un sistema diseñado para hacer muchas cosas al mismo tiempo, un sistema diseñado para parecer eficiente y agradable, para que al final, como el aceite viejo de maquinaria que ya no sirve, seas desechado y muy pocas veces reutilizado. Pero si es por tu compromiso personal, por aquello que llaman "la ética del trabajo", no te preocupes, si sales de la máquina ella seguirá funcionando sin ti. No importa el tiempo que le hayas dedicado al funcionamiento de la máquina. Convéncete, no eres irremplazable, puede que tengas algunos privilegios por tu esfuerzo, pero no muchos. Como decía en una entrada anterior pero desde otra perspectiva, la imagen de Charles Chaplin en la película Tiempos Modernos que hace parte del engranaje de la máquina, es la mejor representación de nuestra sociedad.

Bueno, creo que ya va siendo hora de cerrar esta entrada que lo único que quería reflejar, es esa dicotomía en que vivimos. Por un lado queremos ser aceite, engranaje y producto, queremos hacer de todo, pero por otro, si hacemos una sola cosa, al final "esa sola cosa" que queremos hacer, con muchas posibilidades será algo diferente de lo que tu quieres, o incluso de aquello que quieres vivir.

En fin. Espero que esta entrada sirva como disculpa con los visitantes habituales y esporádicos de este espacio por la intermitencia de las últimas semanas en la actualización de este espacio. Espero seguir contando con su compañía...

lunes, abril 21, 2008

La Violencia en Colombia (IV... y final)

Hace ya un par de semanas terminé de leerme el libro que ha dado origen a esta serie de entradas. Me gustaría transcribir muchas más cosas que desgraciadamente no han dejado de repetirse, y al parecer, no lo van a dejar de hacer. Pero creo que con una visita semanal a cualquiera de los medios de comunicación, se podría volver a escribir el mismo libro. Cambiamos unos nombres por otros y, desgraciadamente, tendremos el mismo resultado.

Por lo anterior es que creo que el Proceso de Paz (en mayúsculas) no solo debería estar encaminado hacía el cese de la violencia por los actuales actores, sino que, como dice Eduardo Pizarro en su columna de El Tiempo, debe de manera especial encaminarse a garantizar la no repetición de los actos. Como lo he dicho en las otras entradas de esta serie, lo que más me ha entristecido del libro es ese
déjà vu que aparecía constantemente mientras cuando lo leía; no exagero cuando digo que muchas veces no sabía si estaba leyendo las noticias del día o el libro escrito hace 50 años.

El problema de Colombia no es ni la guerrilla, ni los paramilitares, ni el ejercito ni ninguno de los actores armados. Todos ellos son sencillamente síntomas de una sociedad enferma que no se siente co-responsable de sus propios muertos. Una sociedad donde el 80% de las personas ha visto la luz y cree que el actual presidente de Colombia es la Solución (en mayúsculas) para la compleja situación en que vivimos. En relación a ese 80% de popularidad del presidente Uribe, tan solo quiero recordar una frase, creo que de Octavio Paz que dice que "cuando en un lugar todos piensan igual, lo más probable es que sea porque nadie piensa demasiado".

Con este último texto, creo, doy por terminada esta serie de entradas. El primer texto que transcribo es una editorial de El Tiempo escrito hace más de 45 años y que no pierde vigencia; el segundo texto un extracto del prólogo del libro donde se describe la sensación que imperaba en los años 50-60 en relación a la violencia.

Saludos y gracias por la compañía.

omchamat

***

"Lo mejor que el país puede hacer, en materia de soluciones para la violencia, es reconocer sinceramente los errores que todos hemos cometido en este campo... [En esta materia] no podemos engañar a nadie sin engañarnos a nosotros mismos... ¿Quién podrá negar que sobre la violencia han incidido todos los intereses del país, desde los políticos y económicos hasta algunos falsamente religiosos? Pero una cosa es la recriminación retrospectiva, un imposible por ahora, en juicio de responsabilidades (la sociedad colombiana, en últimas, es la responsable) y otra un examen de conciencia sobre el fenómeno. Este sí necesario socialmente, porque la violencia no se aliviará si los colombianos no formamos una conciencia sobre ella".
(El Tiempo, Noviembre 9 de 1962).


"Aunque en aparente retirada, la violencia sigue siendo cosa común, a la que los colombianos habremos de acostumbrarnos, creando personas abúlicas y muertos en vida en las regiones donde reina; y gentes egoístas, apáticas y miopes en las ciudades donde se creen lejos del flagelo (...) Por eso es fácil concluir que no podrá crearse en Colombia un verdadero país -un país que se respete y que merezca el respeto de los demás- cuando en él no se promueva y defienda la dignidad y la integridad del hombre, y donde valga más el bienestar de un toro importado que la vida de un campesino o un obrero".


La violencia en Colombia.
Orlando Fals Borda, Monseñor Germán Guzmán, Eduardo Umaña Luna
Editorial Taurus. Bogotá. 2005. pp 28-29; 60.

viernes, abril 11, 2008

Hazte tu rulo

Esta entrada me la envia patricialinda, una amiga, lectora y habitual comentarista de este espacio que a la salida de un concierto se encontró con una campaña de prevención de las tantas que se encuentran por todas partes y que creo invita a reconsiderar de las consecuencias de estas campañas. En unas partes del mundo cuidar la salud consiste en poder comer, en otras, comer de manera sana, y en algunos pocos sitios (generalmente discotecas) en cuidarse de consumir drogas ilegales pero puras. En fin, los dejo con esta interesante entrada que va en la línea de una de mis primeras entradas.

A patricialinda, gracias por creer en este espacio. A los lectores, creo que este es un tema para reflexionar.

hasta pronto

omchamat

***

Anoche, a la salida de un concierto me encontré el flyer que se ve en la foto, de la organización “energycontrol” también de Barcelona.

Solo verlo y ya me causó indignación. La razón es bastante sencilla y creo que facil de comprender: vengo de un país que directamente se ve ha visto afectado día a día y durante más de 20 años por el consumo de droga, no del de sus ciudadanos, sino del resto del planeta. Detrás de cada persona que consume coca hay un incontable número de asesinados, secuestrados y desplazados, sin contar las talas de bosques -tan defendidos en los países que más consumen droga-, el crecimiento de la pobreza y la guerra en la que estamos metidos.

Entiendo que si se ve desde un punto de vista en el cual lo que se busca es reducir los efectos secundarios de la droga, como contagios, infecciones, enfermedades degenerativas de los tejidos (ya sea tabique, venas, etc) no está mal que existan organizaciones que informen y promuevan ciertas normas sanitarias básicas como es el caso de “no compartir el rulo” en el flyer. Lo que me parece incorrecto es el mensaje que se puede estar enviando… es como decir ya sabemos que vas a consumir pero hazlo bien, de manera saludable. Al menos debería haber una indicación clara de que la droga no es un juego y que debe evitarse su consumo. El flyer carece de este último mensaje.

Por si acaso me metí en la página de la organización para investigar un poco mas de qué se trata. Como esperaba, esta organización promueve el "consumo a bajo riesgo". Sorprende que hasta tienen un servicio de análisis de muestras al cual se puede acudir gratuitamente todos los viernes en Barcelona y también parece ser que en algunas fiestas puntuales. Respecto a los análisis que han hecho hasta el momento (aclaran que en la dirección donde se hacen los análisis cuentan con una mayor tecnología que en las fiestas) quiero destacar un par de cosas. Dice:

“ En la cocaína hemos detectado... Paracetamol: Principio activo del Gelocatil®. En cantidades superiores a 1g, puede causar daños en el hígado". No está mal, advierten de posibles daños al hígado (ojo, del paracetamol, no de la coca). Pero siguiendo, en otro apartado dice: "(hemos detectado) Benzocaína, Procaína, Lidocaína: Anestésicos locales de la familia de la cocaína que no provocan los mismos efectos estimulantes".

Entendiendo que quien lleva una muestra para analizar es precisamente quien la va a consumir ¿Qué pensara un cocainómano? Muy posiblemente que debe cambiar de proveedor no porque le haga daño el producto que compró sino porque no tendrá los efectos que espera. Entonces, ¿a que está enfocado el servicio?, ¿A promulgar el consumo "responsable" o a la cata?
Lo último que quiero destacar es un libro que promueve esta misma organización entre los visitantes de su página. Lo que se puede ver es una pequeña reseña donde se advierte de los peligros de consumir droga no por la droga en si sino porque está expuesta a la adulteración que supone ser comerciada en el mercado negro. Eso es verdad, si no hay un control sanitario, es potencialmente más peligrosa. Lo que realmente me indigna es el final de la reseña: "creemos que los datos que ofrecemos ayudarán a que nuestros apreciados lectores estén en condiciones de hacerse una idea orientativa sobre la composición y adulteración de lo que se meten en el cuerpo. Buen provecho."

¿Buen provecho? ¿Qué se promueve el consumo saludable drogas o simple y llanamente EL consumo?

Y si, a lo mejor esa es la solución, la legalización. Al fin y al cabo seguro que esta no es la única organización que promueve el consumo, los consumidores actuales no dejarán de consumir y los potenciales no van a evitarla porque sea ilegal. Pero las mafias de producción y distribución perderían por fin el control del mercado y con él ya no habría por fin más secuelas para la sociedad de los países productores, entre otros, tendríamos el tan esperado fin de los grupos paramilitares y de la guerrilla de mi país al agotarse la principal fuente de financiación.

Solo quiero decir que mientras eso sucede me opongo a que existan organizaciones que promuevan e inciten el consumo de drogas, no solo por lo que representa a nivel individual, sino por responsabilidad social hacia aquellos que sufren directamente las consecuencias de quienes buscan divertirse. Como lo dice el flyer: “Aspira un poco de agua tibia al finalizar la fiesta para eliminar restos”.

domingo, abril 06, 2008

La irracionalidad mueve el mundo

Hace un par de días La Vanguardia publicó una entrevista con la portavoz del movimiento Women child-free (mujeres libres de hijos según la traducción del periódico). Una organización que como su nombre bien lo dice, defiende la decisión de las mujeres de no tener hijos pues esto impide su desarrollo personal y profesional. Se puede resumir el objetivo de la organización en el título de la entrevista: Hay que elegir: o tienes un porvenir o tienes hijos. Ante esta declaración es difícil añadir algo más, creo que queda bastante claro el posicionamiento de esta organización. En esta entrada quiero detenerme en un apartado de la entrevista -que a pesar de no estar de acuerdo con el fondo, creo que defiende unos argumentos bastante interesantes y que vale la pena analizar. Corinne Maier, que es el nombre de la portavoz, manifiesta que el tener hijos es una decisión irracional y que va en contra de tu realización personal. Sobre si tener hijos o no, creo que Kundera ya lo había manifestado cuando uno de los personajes de sus novelas dice que (cito de memoria) "tener hijos es decir que estoy de acuerdo con lo que ha hecho la raza humana y por lo tanto merece ser prolongada en el tiempo". Por eso me quedo tan solo con el matiz de irracionalidad que en la entrevista se le dá al acto de procrear y no quiero, ni el tiempo me deja, extenderme más allá de dos parrafos en esta entrada.

El mundo de hoy nos empuja a tomar decisiones siempre racionales, siempre comprobadas, siempre contrastadas. En estos tiempos llenos de información, datos y poco conocimiento, tomar decisiones irracionales va más allá de una locura, engloba irresponsabilidad, incoherencia, perdida de recursos. Lo que tenemos a nuestro alcance está hecho para eso: para ayudarnos a tomar decisiones racionales, para no equivocarnos, para triunfar, para seguir el camino de la verdad, pero la verdad es tan solo asunto de mayorías, como lo dije hace algunas entradas. Según las normas sociales en vigor, las decisiones irracionales ni tienen espacio ni tiempo. Carpe Diem es el lema de moda. No pierdas en tiempo en mirar un paisaje o en callar y escuchar. Sé racional decide y actúa.

Sin embargo, haciendo un recopilatorio de las cosas que han transformado el mundo desde hace años me cuesta trabajo encontrar alguna de ellas que sea racional. A continuación dos pequeños ejemplos: La laicidad: las creencias en algo etereo, eterno y creador, todo ello con una carga irracional bastante difícil de contradecir, han ido desapareciendo para dar cabida a algo mucho más humano, más racional, más inteligente: el consumismo. Buscamos la trascendencia espiritual en aquello que podemos comprar y no en aquello que podríamos buscar. El otro ejemplo, esta vez en un plano más personal, se refiere a una de las tres heridas que menciona Miguel Hernandez: el amor. Yo trato de buscar algún otro ejemplo que tenga una mayor carga de irracionalidad que este sentimiento y me cuesta trabajo encontrarlo, sin embargo creo que no se puede discutir su enorme influencia en las decisiones que tomamos constantemente. Amor a si mismo, a la familia, a la pareja, a las cosas... en fin cualquier amor tiene una carga irracional muy potente, pero sin embargo en muchas ocasiones es la única razón que le confiere un sentido a nuestro día a día.

El listado de cosas y decisiones irracionales podría ser bastante largo, por eso tan solo quiero recordarme de lo importante que es ser irracional en los tiempos supuestamente racionales en que vivimos. La irracionalidad es la que mueve el mundo y aunque defensoras de posiciones tan racionales como la persona con quien comenzaba esta entrada estén en contra de estas decisiones, me imagino que ella es conciente que disfruta su realización personal y profesional, gracias a la irracionalidad de sus padres.

miércoles, marzo 26, 2008

¿Que hay entre el lunes y el viernes?

Suena el despertador. Entre el sueño inconcluso, el frío matutino, el libro que lleva meses sobre la mesa de noche y el vaso de agua siempre a punto de caer, encuentro el despertador -la función que más utilizo de mi teléfono- y al segundo intento puedo apagarlo. Por fin la imitación del canto de un gallo que tengo configurada como alarma, deja de sonar y la ilusión momentánea de estar en el campo da paso a la certeza que es lunes y la semana apenas comienza. Tomo la ducha mientras se calienta el agua para el té, así que cuando he terminado de vestirme, el sueño a desaparecido y el té está listo. Busco alguna caricatura de Calvin y Hobbes, de Quino o el periódico del domingo -gracias a Dios que la edición del domingo es más larga que las otras, así me dura toda la semana- para que me acompañe a disfrutar de esos deliciosos 15 minutos diarios que dura mi desayuno. Cuando acabo con el texto que me atrapó o sencillamente cuando el pan se terminó, cierro, hasta el día siguiente, la lectura del día; hago apuntes mentales para posibles entradas en el blog, y compruebo que muchas veces todo cambia para seguir siendo igual. A partir de este punto el lento ritmo matutino se rompe, para mentalmente comenzar a trabajar. Lo bucólico da paso a lo real.

***

En esta entrada no quiero hablar sobre esos dulces placeres diarios a los que todos deberíamos tener la posibilidad, y para algunos casos críticos, la obligación de disfrutar. Quiero darle la vuelta a la sensación de placer y hablar sobre algo menos agradable: el sentido de la rutina.

El origen de esta entrada se encuentra en una "frase de cajón" que últimamente vengo escuchando entre personas de mi generación y viviendo en carne propia: "como pasa el tiempo de rápido". Este tipo de sabiduría popular siempre me ha causado curiosidad y por pura diversión me gusta imaginarme sus posibles orígenes. Más allá de entrar en discusiones sobre que el tiempo es una ilusión o que lo rápido o lento es subjetivo, quiero compartir una hipótesis relacionada con la forma en que medimos el tiempo.

Siempre he tenido la sensación que la vida se hizo para aprender y para nada más y el verdadero aprendizaje nace a partir de nuestras experiencias. Vivimos para explorar lo que nos rodea y a quienes nos rodean, para ver lo mismo desde diferentes puntos de vista, para hablar con quien menos cosas en común tengo, para disfrutar de un amanecer, entristecernos con la penumbra, e incluso vivimos para sentir el rechazo de la persona amada. Todas esas cosas son las que, creo, te facilitan el acceso a una parte de ese saber que de una u otra manera todos buscamos.

Ahora bien, tratando de unir las dos últimas ideas, planteo una hipótesis: la sensación que el tiempo pasa rápido -o lo que es lo mismo, que la vida pasa rápido- radica en el hecho de lo poco que estamos aprendiendo en nuestro día a día. Creo no equivocarme si digo que cuando somos pequeños la sensación que el tiempo pasa más lento se debe sencillamente a la gran cantidad de estímulos diarios que tenemos durante el día. En nuestra infancia las vacaciones eran un compendio de experiencias nuevas e inimaginadas y mundos desconocidos. Sin embargo, mientras acumulamos años nuestra capacidad de aprendizaje se va reduciendo, tal vez sea por miedo a lo desconocido, pero creo que pesa mucho más el ritmo de vida que llevamos. Aferrarnos a la rutina es un mecanismo de supervivencia para evitar darnos cuenta que tenemos la posibilidad de aprender cosas nuevas, de disfrutar de las viejas y en últimas, ser conscientes que la vida pasa a nuestro alrededor sin realmente estar viviendola.

La rutina, y con esto voy terminando, nos impide tener la posibilidad de aprender de las cosas sencillas y comprender la grandeza de las pequeñas historias que nos rodean. La rutina nos cierra los ojos a la vida misma para únicamente concentrarnos en cumplir un horario y seguir un plan de trabajo, también es una forma de evitar aprender como cuando eramos niños, es decir, del día a día, para concentrarnos en acumular y acumular. Sin embargo, la rutina tiene una cosa "muy buena", nos permite medir el tiempo de semana en semana para ver cuando llegan las vacaciones.

En últimas, creo que la sensación del tiempo que pasa rápido se debe a que en la medida que acumulamos años, nuestra capacidad de acumular experiencia se reduce y la velocidad del tiempo se acelera. Es por eso que muchas veces que la sensación que el día en que realmente vivimos dura de la mañana del lunes a la tarde del viernes, es tan solo la confirmación que entre martes y jueves ha sido bien poco lo que has aprendido.

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Si alguien encuentra la caricatura de Calvin y Hobbes en Español, le agradezco que me la haga llegar.
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