jueves, julio 17, 2008

... y usted que haría?

A raíz de una serie de dudas que me han surgido en los últimos meses por experiencias personales, algunas de las cosas que pasan en la in-creíble Colombia y de un artículo que después de mucho tiempo pude leer, me gustaría proponer una serie de dilemas sobre nuestras decisiones en diferentes circunstancias.

Primer dilema:
Imagínese que usted esta al lado de una vía de tren. En la lejanía se acerca un tren sin control y si nadie hace nada va a matar a 10 personas que se encuentran en la vía. Pero, ohh sorpresa, descubre que la única manera de salvar a esas personas es movimiento de una palanca que desvía la ruta del tren. Pero, ohh sorpresa, en la otra vía hay una persona y que si el tren se desvía, la otra persona muere. El dilema es sencillo: para salvar a 10 personas hay que matar a una. ¿Qué haría usted? Cuando planteo este ejercicio, generalmente la respuesta que obtengo es la misma: vale la pena sacrificar la vida de una persona para salvar la de 10. Aplicando estrictamente la razón, diez menos uno, da nueve vidas que se salvan. ¡Las matemáticas no fallan!

Segundo dilema:
La misma situación anterior. Con la diferencia que en lugar de la palanca, el tren únicamente se puede detener con un acto sencillo: lanzando a las vías a una persona desconocida y que está a su lado. El dilema es sencillo: para salvar a 10 personas se tiene que sacrificar la vida de otra persona, con la diferencia que es usted el que tiene que empujarla. ¿Cuál sería su reacción en esta situación? Las sumas y restas siguen siendo las mismas: sin importar las circunstancias diez menos uno, da nueve. Por lo tanto, utilizando únicamente la razón, la conclusión debería ser la misma que en el ejercicio anterior. Sin embargo, la respuesta que obtengo cuando planteo este dilema, es un poco más ambigua. Los “peros” son más frecuentes y las matemáticas no tan útiles.

Tercer dilema:
Hace unos meses estaba caminando por Barcelona cerca del casco antiguo de la ciudad y donde las calles son estrechas y oscuras. Sin saber la razón giré la cabeza y vi como dos personas están robando a una chica mientras ella habla por teléfono. Los ladrones eran como yo: no tenían rasgos europeos. La chica, por el contrario, parecía ser de esta tierra. Mi primer impulso es evitar el robo, sin embargo, razone y decidí que no quería complicarme la vida. Ellos son dos, ellos se ven corpulentos y ágiles, y comparto con ellos su condición de “diferente”, de “extranjero”, de “sospechoso”. Sin embargo, a pesar de mi razonamiento, intervengo para evitar el robo. Los ladrones al sentirse descubiertos comienzan disimuladamente su huida con la billetera de la chica. Cuando le digo a la víctima lo que le acaba de ocurrir, comenzamos a perseguirlos. Ella iba asustada, y yo preguntándome para que me meto en estos líos. Cuando alcanzamos a los ladrones me dicen en un perfecto francés que no tienen nada. Yo en mi mal francés los contradigo y amenazo con llamar a la policía (por si eso sirviera de algo). La chica está literalmente entre los ladrones y yo. No sé si fue por el susto o por desconocimiento, pero ella no entendía nuestra “conversación”, podríamos estar negociando el botín y ella ni se hubiera enterado. Uno de los ladrones, al darse cuenta que no valía la pena arriesgarse a que viniera la policía, pero sobretodo sabiendo que ya aparecería otra víctima, saca del bolsillo de la chaqueta la billetera y se la entrega a la chica. Ellos se van caminando como si nada hubiera ocurrido. Yo me quedo hablando con la chica y le pregunto si está bien, si todo está en orden. Caminamos juntos unos 100 metros antes de despedirme de ella, sin embargo no escuché una palabra de agradecimiento, que, creo, es lo mínimo que uno puede hacer en esas circunstancias. ¿Ustedes en mi situación que hubieran hecho? ¿si se volviera a presentar esa circunstancia, lo volvería a hacer? Mis razones para actual de esa manera fueron sencillas: un robo es un robo y si se puede evitar o solucionar, hay que hacerlo.

Cuarto dilema:
Saliendo del trabajo, paso frente a un almacén de Zara, uno de los tantos negocios de ropa cuyo propietario es una de las personas más ricas de España. De un momento a otro veo salir corriendo a un señor; que me daba la impresión de ir a coger el bus que llegaba a la parada. Sin embargo a los 5 segundos, sale corriendo un grupo de chicas todas vestidas con la misma ropa. Mi sentido colombiano de estar pendiente de cualquier catástrofe natural me hizo pensar que era un incendio o un terremoto, pero enseguida pude entender que era un robo. Al ver eso, comienzo a rezar para que no la ruta de escape del ladrón no coincida con la mía. Llego a la esquina y, mala suerte la mía, veo que el ladrón viene corriendo hacía mi. Como lo dije en el anterior dilema, un robo es un robo, y si se puede evitar, se evita. Sin embargo, en este caso me preguntaba, mientras el ladrón se acercaba rápidamente, que teniendo en cuenta que Zara pertenece a una inmensa cadena textil que ha triunfado gracias a su injusto sistema de maquilas, valía la pena perseguir al ladrón. A fin de cuentas, estos pequeños robos los pagamos todos cuando compramos una prenda. Afortunadamente el destino intervino y entre los coches salió una persona y le quitó la pequeña bolsa donde traía su botín. El destino me había salvado de evitar un robo. Sin embargo, me pregunto, ¿yo hubiera actuado de la misma manera que en el anterior ejercicio? ¿la providencial persona que le quitó la bolsa al ladrón haría lo mismo si ve que alguien esta comiendo dentro de cualquier supermercado un producto que no ha pagado? ¿un robo siempre será un robo? Al final, el ladrón siguió caminando como si no hubiera pasado nada. Curiosamente yo llevaba la misma ruta así que caminamos juntos un par de calles, él con una tranquilidad que me sorprendió y yo preguntándome que hubiera hecho.

Quinto dilema:
El gobierno de Colombia ofrece una millonaria recompensa por información que conduzca a la captura de uno de los cabecillas de las FARC. Uno de los hombres de confianza de este delincuente decide asesinarlo, según su versión de los hechos, para evitar su propio asesinato y cobrar la recompensa. Así mata dos pájaros de un tiro: salva su vida y queda con dinero. Como no puede entregar el cuerpo del delito, decide cortarle la mano derecha y llevarlo como prueba al gobierno y así cobrar la recompensa -la vida está llena de metáforas, mano derecha en un país que se está derechizando aún más. El gobierno, encargado de dar buen ejemplo, le paga una parte de la recompensa. Claro si no la pagaba quedaba como un mentiroso en su política de pago de recompensas. Sin embargo, ¿al pagar por un asesinato no es acaso cómplice del mismo? ¿pagar con dineros públicos por el asesinato a sangre fría de una persona, así sea un delincuente de esa calaña, es ético? Viendo las últimas acciones de este gobierno, da la impresión que en estos tiempos el fin justifica cualquier medio y que las leyes y acuerdos internacionales muchas veces son el camino largo para lograr la paz. Así que si se pueden tomar atajos, la paz bien lo vale, pero, acaso en los últimos 60 años hemos tomado tantos atajos para evitar el largo camino de la justicia que creo yo, no hemos llegado donde queríamos, sino que ahora estamos perdidos en el medio de la nada.
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