jueves, marzo 17, 2011

Acto de contrición

.·. Imagen cortesia de Iñaki Bellver .·.
Hace poco me pregunté por el orígen de mi interés y preocupación por el tema de la inmigración aquí en Europa. A continuación unas breves reflexiones transoceánicas.
gracias por la compañia
omchamat
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En Colombia mis condiciones -todas casuales- de nacimiento, raza y nivel económico, me permitieron estar dentro de ese (reducido) grupo de personas que no tiene muchas posibilidades de ser constantemente discriminada. Creo no miento al decir que en Colombia es fácil encontrar con relativa facilidad discriminaciones sutiles o descaradamente evidentes, en función de alguno de los anteriores elementos:

El lugar donde naces o vives, condiciona tu verdadero sentimiento de lo que es “Colombia”. Es más, la guerra que vive el país ha dejado de ser tema frecuente cuando esta se ha ido desplazando a las zonas rurales –ergo, olvidadas- del país dejando de amenazar el “desarrollo” urbano. La sensación generalizada es que lo que pasa en Colombia, es únicamente aquello que pasa en sus ciudades.Todo aquello que no sea urbano, no es típicamente colombiano, en cambio todo lo que pasa en las urbes si lo es.Lo rural es lo exótico, lo urbano, lo "normal".

En cuanto a la raza, un único ejemplo: las críticas que se le hacen a una reconocida exsenadora negra –odio la expresión afrodescendiente o afrocolombiana- están plagadas no por sus posiciones políticas, sino, con mucha frecuencia, de referencias despectivas a su color de piel.

El nivel económico es quizás el más evidente, y a la vez el más triste: en un evento cultural  donde se presentaban ante un auditorio diplomático escuché a una de las organizadoras decir que “que no se ponga eso, eso parece de pobre” al ver que la ropa que llevaba una de las artistas no era impecablemente nueva. A esta persona se le olvidaba que Colombia no solo es millonaria, sino que es mayoritariamente pobre. También he escuchado con un patético convencimiento a una “colombiana preocupada por los pobres”, que ella no entendía cómo era posible que jóvenes mujeres sin recursos económicos no aceptaran el “generoso ofrecimiento que colombianas de bien para hacían al darles ligadura de trompas gratuitas para evitar tener hijos”. Invertir el dinero de esa “generosa” campaña en educación sexual, no lo había contemplado. ¿El derecho a la reproducción? Eso no era un derecho para todas, era un derecho para mujeres derechas.

Sin embargo, a pesar de todo lo anterior, siempre tuve la suerte de no sentirme claramente discriminado por alguna de las anteriores razones. Alguna vez sospecharon de mis posiciones políticas por haber estudiado en una universidad pública –donde van personas con menos recursos económicos-, en otras el “negro” me fue lanzado como un insulto y en otras me cuestionaron (cuestionan) el no entender que como se hace en La Ciudad es como deben ser hechas las cosas.

En fin, esta retahíla de cosas que es fácil ver en Colombia, son las mismas cosas que me han hecho, una vez que he aceptado y disfrutado de mi condición de inmigrante en Europa, que me preocupe e interese por el fenómeno de la discriminación y el racismo. Pero no, no es un interés desinteresado por todo eso. Es un interés que nace del hecho de darme cuenta que aquí yo hago parte de ese grupo que ha nacido en la ruralidad del mundo –es decir, los países pobres o en vías de desarrollo-, tengo un color de piel y rasgos diferentes a los nativos –tener sangre negra, española, libanesa e indígena, te pone necesariamente fuera de lo “normal”- y mi nivel económico se ha visto afectado por tener la osadía de construir un nuevo proyecto de vida lejos del lugar donde nací.

Es decir, que si me interesa el fenómeno de la inmigración y el racismo no es (solo) por altruismo, sino porque aquí yo puedo ser el discriminado.
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