La primera edición de El Quijote que tuve en mis manos. Una edición que aún conservo sin leer. |
De la serie "30 libros, 30 razones"
Indudablemente, el libro que más me he demorado en leer es El Quijote, pero no solo por su extensión o por la forma en que está escrito, ni tampoco por la horrible edición que me compré y que hacía que su lectura fuera pesada (demasiadas aclaraciones redundantes y unas medidas nada amigables para leer un libro en la cama, claro que por 4,95 euros no podía pedir más, supongo que esa es la razón para no encontrar la portada de esa edición en intenet). Las razones de esta demora son mucho más sencillas:
Este libro lo tuve en mi mesa de noche –y en una que otra maleta de algún viaje- durante cerca de un año y medio, pues desde los primeros capítulos sentía que el Quijote era un personaje cercano, un personaje que me entristecía cuando le pasaban las cosas que le pasaban y me molestaba con aquellos que se burlaban o aprovechaban de su dulce locura. Por eso mismo, y de forma especial durante la primera parte, iba aplazando su lectura para no acabarlo. No quería separarme del Quijote ni de sus reflexiones sencillas y profundas–recuerdo especialmente una donde hace un paralelo entre los libros y las armas- o de sus aventuras y desventuras –el reino prometido de sancho, la llegada a Catalunya, el ataque del rebaño de ovejas-. Y me alegra saber no ser el único que ha tenido esta sensación, pues recientemente me encontré esta cita de otro creador de Universos, Jorge Luis Borges: “Siempre hay una suerte de felicidad cuando se habla de un amigo. Y creo que todos podemos considerar a Don Quijote como un amigo”.Yo no sé si pueda considerar al Quijote, a Don Quijote, como un amigo, pero si, como uno de los grandes tipazos de la literatura.
De este libro, además del gran recuerdo, me quedan tres "tics" y una manía: Uno tiene que ver con poner la fecha de inicio y de finalización de cada libro que me leo, así como la ciudad donde inició y donde termino su compañia. Otro tic tiene que ver con la perdida de miedo hacia los "clásicos" y ahí incluyo a Homero, Goethe, Swift, Shakespeare, que por ser "clásicos" los leía como "hay que leerlos", ahora, esos mismos libros los enfrento como "como no leerlo, si han permanecido el paso de los siglos, debe ser por algo". El tercer tic tiene que ver con el momentum para enfrentar un libro: libros como este no deberían ser de lectura obligada en el colegio. Me quedaron esos tres tics y una manía: la edición de los libros. El Quijote me enseñó que una edición adecuada hace que el libro más denso se vuelva ligero en las manos, cuando es la equivocada, como fue mi caso, el buen libro se vuelve casi en una carga que hay que sufrir.