miércoles, febrero 15, 2012

Defendiendo el derecho al burka (Argumento 1)


Antes de cualquier cosa quisiera ser muy enfático en que con esta entrada no pretendo defender el burka. Por el contrario, rechazo tajantemente una prenda que uniformando y ocultando al 50% de las personas busque el desarrollo de la sociedad o una mejora de la convivencia. Así que no defiendo el burka. No estoy de acuerdo con él. Sin matices ni tapujos. Lo rechazo. Sin embargo, defiendo el derecho de las mujeres que libremente desean usarlo. Para argumentar esta defensa políticamente incorrecta, deseo compartir partes de un texto bastante más largo que leí frente a unos obreros que trabajan de mediodía a medianoche (sin pausas). Serán tres o cuatro entradas donde trato de debatir los argumentos más comúnmente utilizados para atacar el derecho a usar la prenda en espacios públicos: El burka es una prenda que atenta contra la dignidad de la mujer; la religión es un asunto de puertas para adentro de la casa; el burka es una prenda que atenta contra la dignidad de la mujer; el burka es una coacción del hombre sobre la mujer. 
Gracias por la compañía
omchamat
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Argumento 1: El burka es una prenda que atenta contra la dignidad de la mujer 

Como consecuencia de una herencia cultural de siglos, donde el poder siempre ha sido abierta y descaradamente por solo hombres, hemos desarrollado unos patrones relacionados con la mujer que solo hasta ahora se están replanteando. Patrones que van desde la talla de pecho que deben tener, hasta la altura de la falda más adecuada según la actividad o cuales deben ser los hábitos sexuales adecuados para una mujer. Por esos patrones mentales es que creo ponemos el grito en el cielo cuando alguien lleva esos patrones de vestimenta a extremos como el burka. Sin embargo, no creo que el burka sea una de las costumbres que más atenta contra la dignidad de la mujer, es tan solo una de ellas, quizás la más llamativa y la que más temores nos despierta. Para desarrollar esta idea, pondré dos casos extremos, uno frente al otro. En un lado mujeres que esconden su cuerpo con una prenda azul como el burka o en tonalidades de negro y blanco, como lo hacen las monjas. Frente a ellas miles de mujeres españolas. España en el 2008 era el primer país del mundo en implantes de pecho per capita: cada 13 minutos una mujer se operaba el pecho invirtiendo en ello un total de 300 millones de euros. Es decir, solo en ese año 50.000 mujeres no se sentían cómodas con la imagen que tenían de sí mismas. ¿Qué razón llevó a estas 50.000 mujeres (solo contando España) a operarse? ¿Qué razón lleva a que bares y discotecas ofrezcan como gancho operaciones de pecho para las asistentes, y lo que es peor, que las mujeres acepten participar en estos concursos? ¿No son acaso patrones culturales que subliminalmente han ido minando e “indignificando” a la mujer? ¿Acaso no hemos elaborado, aprobado y aplaudido leyes en defensa de la dignidad de las personas en general, y las mujeres en particular, sin cambiar que nuestras estructuras mentales hayan cambiado, mientras que al mismo tiempo, intentamos educada y europeamente imponer esas leyes a otras personas de aquí y de allá? 

Otro de los elementos que se introducen en este punto es la invisibilidad de la mujer en la sociedad cuando usa esa prenda. Ya lo he dicho anteriormente, no puedo estar de acuerdo con una prenda que oculta el 50% de la población, sin embargo, y en ese mismo orden de ideas ¿las monjas de clausura no deberían también ser prohibidas por la ley?

Para concluir este punto tan solo quiero remarcar el hecho que sinceramente veo más afectada la dignidad de las mujeres que para satisfacer su vanidad tienen la necesidad de implantarse silicona en el pecho, botox en los labios y hacer dietas inhumanas, que la dignidad de mujeres que visten una prenda para cumplir unas normas que expresan su religión o cultura. Incluso encuentro cierta admiración en esas mujeres que a pesar de la presión social, mediática e incluso policial como ocurre en Francia, son capaces, muy dignamente, de expresar aquello en lo que creen. En últimas creo que el convencimiento que lleva a estas mujeres a enfrentarse a una sociedad, no se puede comprar en ningún quirófano. Y solo por eso merecen, como mínimo, mi profundo respeto.
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