3. Uno que sea un placer culposo
De la serie 30 libros, 30 razones
Apenas van tres entradas
de este listado y ya me encontré con la primera razón con la que no se me
ocurría ningún libro relacionado. El motivo es sencillo, libros que me hayan
dado un momento de placer, muchos, libros que me sintiera culpable de leerlos,
no tantos, pero libros que me hayan producido culpa y placer al mismo tiempo, no
logré encontrar ninguno.
Creo que esto se
debe a que yo relaciono un “placer culposo” con, por ejemplo, el placer que me da ir a la
champañeria de Barcelona,
un sitio donde el nivel de colesterol y de sal en tu sangre se dispara mientras
te comes un bocadillo de chistorra con mostaza picante y lo acompañas de un
vino burbujeante de calidad ligeramente superior al vino “cariñoso” de
Colombia. Pero comer allí me produce esa sensación única de combinar en sus
justas proporciones la culpa y el placer. En Colombia serían los perros
calientes callejeros a las 3 de la mañana, o una sesión de 30 minutos de comer
empanadas fosforescentes, acompañados de ají y colombiana bien fría. Para mí
esas experiencias son las que me producen placeres culposos… libros, la verdad,
que ninguno.
Sin embargo, ese
placer si lo siento cuando leo “revistas del corazón” –y no sé si esas revistas
pueden ser catalogadas como libros, pero creo que sí podrían ser un género
literario-. Estas revistas se dedican a publicar los trapos sucios (en sentido
literal y metafórico) de cualquiera que aparezca en la televisión, que pueda
insultar a cuatro personas en 30 minutos y que demuestre una capacidad innata de
volverse agresivas cuando le muestran que miente o que puede estar mintiendo.
Claro que también introducen en sus “reportajes” especiales: engaños maritales,
padres negando paternidades, mujeres acusadas de cualquier cosa o jóvenes de
ambos sexos que dicen haberse acostado con famosos (principalmente futbolistas)…
todas esas minucias se refieren tanto a famosos locales o famosos que solo son
conocidos en otros países, pero que por el hecho de ser famosos allí lo pueden
ser aquí. Si lo reconozco, me gustan las “revistas del corazón”. Eso si, como
cualquier lectura que se respete, tiene su tiempo y su ambiente. Estas revistas
solo las leo en las peluquerías cada vez que tengo que esperar pacientemente
que las tijeras cumplan su función.
Cuando las leo, a
pesar del gusto que me producen, a veces no puedo evitar indignarme de lo que
allí se cuenta y mover mi cabeza de lado a lado, en un intento de negar lo que
allí cuentan o avergonzarme de lo que me estoy enterando. Más de una vez la
peluquera me ha dicho “no se mueva tanto” y creo que alguna consecuencia ha
tenido el corte de pelo. Pero eso no ha sido razón para dejar de buscar este
tipo de revistas cada vez que entro a una peluquería. Es más, si no las veo
disponible las pido. En una ocasión cuando las pedí la persona que me atendió me dijo
que si no quería “revistas para hombres”, yo sorprendido, le respondí “y cuales
son”?... me mostró “muy interesante” y “GH”… ante esa demostración de
contundencia intelectual, no me aparte de mi gusto y pedí mis queridas revistas
del corazón.
Si, esas lecturas son para mí un delicioso placer culposo…
***
P.S. Lo curioso de leer estas revistas, es que a pesar de lo que yo disfrute su lectura, de lo mucho que me indigne o de lo patético de cualquiera de los reportajes que hubiera podido leer, en el 99% de las veces, una vez fuera de la peluquería y al llegar a la esquina, ya se me ha olvidado todo. Incluso aquella noticia que me hubiera gustado guardar en la memoria para comentarla en este blog. Me imagino que algo de "instinto de limpieza mental" es la que hace que mi memoria se cuide así misma de lo que yo le quiero dar.
2 comentarios:
Yo siempre he entendido eso de placer culposo como las cosas que uno disfruta de manera más o menos secreta porque le da vergüenza reconocer públicamente sabiéndolas cutres; en mi caso, por ejemplo, es placer culposo oír la W de Colombia, comprar discos de Marc Anthony o bailar reguetón. En literatura, mi placer culposo es El código DaVinci; yo sé que está mal escrito, yo sé que es una burda copia de El péndulo de Foucault de Umberto Eco pero no me pude despegar de su trama durante los tres días que duré leyéndolo.
Sobre tu placer culposo me parece curioso que durante las vacaciones de verano me encontré una revista vieja de Vanity Fair y quedé gratamente impresionada, había una crónica sobre una de las amantes de Picasso y el primer capítulo de un libro sobre Rob Lowe. Los dos temas son de farándula o prensa del corazón como le dicen en España, pero los trataron con toda la seriedad del caso, hicieron investigación profunda y redactaron con fluidez y detalle. En esa ocasión, por ejemplo, la lectura de Vanity Fair tuvo mucho de placer y muy poco de culpa.
Hola mónica!...
Si, el placer culposo tiene mucho de esa vergüenza no reconocida... de hecho por ahí comencé mi búsqueda de libros que no me gustara reconocer en público haberlos leído... pero tampoco encontré... Codigo da Vinci... excelente... en mi caso fueron cuatro días de diversión al final de los cuales no me quedó nada... una diversión inocua, intrascendente, intensa, inofensiva, inútil, increíble... a fin de cuentas para esos son esos libros no?...
Comparar Vanity Fair con las revistas que yo habló en la entrada, es como comparar el Código con el Péndulo, comparar "El Espacio" con el NYT... así que por favor, trata con respeto mis queridas revistas del corazón...
gracias por la compañia...
omchamat
PS. Nunca he leído Vanity Fair... es algo del corte de Soho?
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