lunes, octubre 01, 2007

La verdad es asunto de mayorías, es pura estadística

Vivimos en un mundo lleno de incertidumbres, en un mundo donde lo único constante es el constante cambio. Todo cambia, todo fluye; como lo dijeron en la antigüedad: nunca te meterás en el mismo río. Cambiamos para poder seguir siendo los mismos. Sin embargo, no podemos aceptar que lo que somos es tan solo ese recuerdo de lo que hemos sido. Nuestro futuro es tan solo proyección de nuestro pasado; ¿el presente?... una ilusión que nada tiene que ver con lo que creemos ser.

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Vivimos en un mundo donde las probabilidades marcan nuestro devenir. La medicina no es una ciencia, es asunto de probabilidades: lo que le sirve a una persona, puede, tan solo puede, servirle a otra: "vamos a probar a ver como le va con esta medicación", como he oído miles de veces. La verdad es asunto de mayorías, es pura estadística: entre más personas digan lo mismo, mayor probabilidad que cualquier mentira se vuelva verdad.

Tenemos miedo a todo aquello que se mueve en la zona "gris" de nuestro espectro. Nos aterra la ambigüedad, lo indefinido, lo que no podemos clasificar con toda certeza. Como un juego de niños, tenemos en nuestra mente una plantilla de diferentes formas y colores y unas figuras con esas mismas formas y colores: un cubo rojo, va en el cuadrado rojo; una esfera verde, va en el círculo verde... Pensamos que el mundo es tan solo eso: figuras que deben encajar en nuestra plantilla de colores. El cubo gris no puede caber en el cuadrado rojo: rojo y gris no es lo mismo. No, no importa que la forma coincida. Lo rojo es para lo rojo y lo gris es para lo gris.

Tenemos miedo a equivocarnos, pero el equivocarse es el complemento de los aciertos. No hay aciertos sin equivocaciones, ni tampoco lo contrario. Tenemos miedo a ilusionarnos con posibilidades, olvidando que la vida es tan solo un cúmulo de posibilidades. Quizás lo que nos ocurre es que tenemos miedo de vivir. Se nos olvida que la equivocación y el éxito son tan solo probabilidades de cada una de nuestras acciones. No hay éxito asegurado ni fracaso inevitable. Quien no quiera fracasar, que no haga nada. Quizás así se disminuyen las probabilidades de equivocarse, pero también las de acertar. Aquellos que se paralizan ante las posibilidades y abrazan las certezas, parece que dijeran: "huye del riesgo. La vida es para triunfar, no para vivir".

¿Certezas? La única que existe es que desde que nacemos comenzamos a morir. Y mientras vivimos, o morimos -que termina siendo lo mismo, pero dicho de otra manera-, se nos olvida que la vida es eso: posibilidades y nada más.

Huye de las verdades absolutas. Seguramente cuando son absolutas es que son falsas y se basan no el cambio, sino en lo constante, y es precisamente lo que no cambia lo que está muerto. Lo muerto con el tiempo hiede e impregna todo lo que le rodea. Huye de las certezas como de la muerte misma. Pero eso si, nunca las pierdas de vista, algún día pueden alcanzarte y atraparte.

Abraza la incertidumbre con respeto, con orgullo. Pero no te aferres a ella. Si lo haces, lo posible se ha convertido en real. La incertidumbre es como la llama de una vela, que tiene la fuerza para iluminar la oscuridad más cerrada, pero que por más que intentes atraparla se escapará. Si lo intentas mucho, al final lo único que se tendrá es volver a la oscuridad y con la mano quemada. Podrás atrapar la vela, pero el fuego siempre será esquivo.

Corregimos a aquel que no comparte nuestra verdad, nuestras certezas. No convencemos, corregimos. Tenemos miedo a que nuestra verdad, nuestra querida y buscada verdad, resulte falsa. Corregimos no para sacar del error al otro, sino para ahuyentar el fantasma de estar nosotros mismos equivocados: lo hacemos para evitar mostrar nuestras debilidades. Cuando defendemos tanto una certeza, como un Caballo de Troya, nos debilitamos desde adentro.

La duda es el puente que nos comunica con el mundo que nos rodea. Las certezas, por el contrario, nos llevan a una isla solitaria. Las islas, como los puentes, no pueden existir el uno sin el otro. La decisión no es entre puente e isla, por el contrario, es saber cuantos puentes vamos a tender desde y entre esas islas minúsculas.

2 comentarios:

Ana María Arango dijo...

Totalmente de acuerdo.
La certidumbre hace parte de la hipoteca que vamos pagando para acceder a un mundo de cómodo aburrimiento y soledad.

Unknown dijo...

Ana María,

Si, son como hipotecas, con y sin ellas podemos vivir. El problema es cuando la hipoteca se nos convierte en el centro de la vida: pasamos horas y horas trabajando para pagar la hipoteca a fin de mes y en el medio no disfrutamos el Estar en casa. En saber disfrutar lo que pagas!...

gracias por el comentario... y a disfrutar de la world music!

omchamat

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