Llego a un
supermercado, no importa el nombre, no importa el lugar. Podría pasar al lado
de tu casa y de la mía. Hace frío afuera y gracias a la lluvia tengo frío. Dentro
del supermercado, como no puedo evitar pasar por la sección de congelados, el
frío se hace más intenso. Lo único que pienso es en algo caliente que me
estimule el espíritu. El Dios de los supermercados –en todas partes hay un Dios
– me pone al final del pasillo de los embutidos a una agradable señora encargada
de atraer nuevos clientes regalando pequeñas muestras de butifarra artesanal.
Mientras mi alma
elevaba una oración de agradecimiento al Dios de los supermercados por darme
esta oportunidad de no perder la fe. La señora, con una sonrisa bastante
cercana a la sinceridad, comienza a explicarme en su idioma las ventajas del
producto. No me mira a los ojos pues mientras me habla, ella está concentrada en un señora
que pasa por mi lado muy interesada en el producto. Que no me mire, no me
molesta, es más, me alegra que no se dirija a mí, así puedo continuar rezando
y disfrutando de como el frío remite de mi cuerpo. Una vez que la posible
clienta después de haber visto el precio del producto, sigue de largo, la
señora que el Dios de los supermercados me había puesto en mi camino, me mira
por primera vez a los ojos. Y ohhh sorpresa. Mi no-se-qué que siempre me convierte
en “sospechoso” de no haber nacido a pocos kilómetros de esta ciudad, sino a
miles de kilómetros de aquí, hace que la señora, en una misma frase cambie de su
idioma nativo al mío. Y lo hace con una mirada y un cambio de tono de voz que
lo primero que pensé era que me pedía disculpas por dirigirse a mí en un idioma
que, en teoría, yo no debería conocer. Yo no sé si agradecerle por el gesto de cambiar de idioma o por la butifarra.Con la boca medio llena, sonrio y sin decir nada, sigo mi camino.
Gracias a Dios y
a la butifarra, el frio es menor. Sigo caminando hacia la sección de vinos, hoy
tengo una cena familiar y cualquier vino no sirve. Pienso en las razones que
tuvo la señora enviada-por-Dios para cambiar su idioma cuando se fijó por
primera vez en mi. Mi reacción inmediata fue de una pequeña y molesta rabia. ¿Acaso
ella piensa que únicamente por mi no-se-qué de inmigrante me hace incapaz de
entender su idioma? ¿Acaso ella no sabe que soy, como dicen algunos exámenes fully competent en su idioma? ¿Acaso no
sabe que yo trabajo, hablo y escribo en su idioma?.
La primera respuesta a esas preguntas hace que la rabia no sea más grande, pero si más
molesta. Dejo esas reflexiones al lado, debo concentrarme en el vino rioja reserva
de 2007 que estoy buscando. Al final de la estantería lo encuentro. Dios no me
abandona y tengo lo necesario para la cena.
Dirijo mi camino
a las cajas. De forma intencionada paso por la sección de butifarra gratuita que
Dios me mostró, para hablar con la señora y demostrarle que yo también conozco
su idioma. Bueno, también para comer un poco más de butifarra caliente. Sin
embargo, al pasar por el puesto donde antes estaba la señora, ella ya no está,
pero afortunadamente dejó unos cuantos trozos de “libre disposición”. Vuelvo a
agradecer a Dios por su generosidad.
Estoy haciendo
fila para pagar y veo en la distancia a la señora de las butifarras;
mientras habla con otro posible cliente no deja su sonrisa que me sigue
pareciendo bastante sincera. Pienso en la rabia que me había producido el
encuentro de pocos minutos antes. Sin embargo, en el medio de esas reflexiones,
por una extraña asociación de ideas tengo la certeza que mi rabia no era
justificada: entiendo que la señora quería ser amable conmigo al dirigirse
en un idioma que yo, supuestamente, si pudiera entender. La señora
intentaba convertirme en un cliente y para eso quería evitar cualquier
malentendido idiomático. La señora intentaba ser, sencillamente, amable conmigo y ella ser una buena vendedora.
Me acuerdo de un amigo que me dijo hace tiempo, no por ser paranóico significa que te están persiguiendo.
Salgo del supermercado, agradezco a Dios de los supermercados por su generosidad, a la señora de las butifarras por su amabilidad y a mis amigos por su sabiduria.
Salgo del supermercado, agradezco a Dios de los supermercados por su generosidad, a la señora de las butifarras por su amabilidad y a mis amigos por su sabiduria.
***
Dos entradas de "ñapa":
Una entrada antigua sobre el Dios de los supermercados una entrada de hace tiempo pero que no pierde vigencia: En defensa del consumismo
Una experiencia similar pero ya no desde el prejuicio del inmigrante hacia el nativo, sino del más conocido y divulgado: del Nativo hacia el inmigrante: Hay miradas que matan
Una entrada antigua sobre el Dios de los supermercados una entrada de hace tiempo pero que no pierde vigencia: En defensa del consumismo
Una experiencia similar pero ya no desde el prejuicio del inmigrante hacia el nativo, sino del más conocido y divulgado: del Nativo hacia el inmigrante: Hay miradas que matan
2 comentarios:
Me resulta particularmente interesante el hecho de encotrar coincidencias entre las características de los Dioses, la misericiordia es una de esas con las que uno se encuentra casi tendencialmente. Interesante, además, que los fieles del Dios de los supermercados no compartan cualidades con su divinidad,otro asunto "casi tendencial", que sigue demostrando la riqueza y diversidad entre los habitantes de la tierra (y, si se quiere, la independencia de los fieles respecto a esa "superemidad" de turno), eso me hace pensar cuánto más coherente sería darnos la oportunidad de pensar que existen tantos dioses como "ciudadanos de a pie" y, así, dejar de endilgarle tantas responasibilidades al Dios supremo y, de paso, quitarnos tantos reconocimientos por el crédito que la moral nos exige otrogarle, casi como descuento tributario.
Por otro lado, gracias por la referencias intertextuales!, la entrada de "Hay miradas que matan" me hace pensar en lo importante de la "mirada sobre sí", que a mi juicio también tiene que ver con el "lugar del mundo" desde dónde se habla e interactua con los Otros; "bajar la guardia" no sólo es un acto reflejo de integración cultural e inocencia, además, es a mi juicio una muestra inmensa de humildad, el primer paso para reconocernos difrentes e inmensamente valiosos desde esa diferencia. Infortunadamente, existen algunos que dimensionan esas diferencias a partir de parámetros verticales, sin embargo, seguimos habiendo unos cuantos que no entendemos de relaciones de superioridad e inferioridad y eso, para mi, hace la vida más interesante y disfrutable. Si uno lo piensa bien, las medidas funcionan para quienes validan la herramienta de medición.
Gracias al bloggero y al dios de los supermercados que le permitió escribir esta entrada. ;)
Daniela,
Sobre los dioses, una anécdota muy interesante sobre la constitución del 91 y Gabo:
"Al ver la propuesta de Preámbulo y enfrentar la discusión sobre la mención de Dios en el mismo, García Márquez propuso que se dijera que la Constitución se expedía “en nombre de todos los Dioses de Colombia”. Esta iniciativa fue recogida por los grupos indígenas."
http://www.elespectador.com/impreso/temadeldia/articulo-281728-pluma-de-garcia-marquez-constitucion
Bajar la guardia como ejercicio de humildad, no lo había visto así, lo sentía como confianza en que no hay necesidad de vivir con la guardia arriba. La entendia como ejercicio de confianza en el otro, pero no, no es así. La mirada del otro te condiciona y afecta tu propia mirada sobre ti mismo. El cuento de "que me importa lo que digan de mi", no es del todo cierto...
gracias por la compañia!
omchamat
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