Desde hace un tiempo tengo una sensación bastante curiosa e interesante: aunque sé que mi color de piel (a mi pesar, cada día más claro) me delata, los colores de mi ropa refuerzan las sospechas que no soy de este lado del océano y que mi acento y expresiones colombianas son imposibles de esconder (cosa que no me interesa, por el contrario las cuido lo más que puedo), desde hace un par de meses tengo la inmensa fortuna que la sensación de ser muy diferente a los demás, es cada vez menos habitual. Incluso algunas veces se me olvida que soy diferente. Pero eso tiene sus inconvenientes. Una cosa es como me siento, y otra como me ven y eso no se me puede olvidar.
Esta sensación de ser diferente, y lo voy descubriendo a medida que escribo estas palabras, la puedo separar en dos partes. En la primera, la diferencia, no me la otorgaban los demás, sencillamente me la autoadjudiqué. Es decir, no me sentía diferente tan solo por el hecho de como me miraban (me miran) en el metro o porque cuando hablaba no entendían mis expresiones colombianas o una extraña sensación de culpabilidad, de constante miedo a equivocarme en las cosas más cotidianas; me sentía diferente porque la mirada que más pesaba -que al final hace parte importantísima la identidad- era la que tenía sobre mi mismo. Me reconocía como diferente y por lo tanto actuaba y me sentía como tal.
No creo equivocarme si digo que la sensación de sentirse observado, de sentir que todo el mundo te mira por el hecho no de ser "aquí", es compartida por gran parte de los que, como yo, empacaron sus ahorros y su poca cordura, para irse a otro país e intentar construir sus sueños. Esa sensación paranoica de sentirse en constante evaluación, como en todos estos casos, tiene una parte de realidad y muchas de invenciones propias. Es como si a falta de un Gran Hermano del exterior que nos esté vigilando y observando, nos dedicamos a observarnos a nosotros mismos con tal de pasar desapercibidos. No queremos pasar la vergüenza de ser detectados, de ser reconocidos como diferentes.
La segunda parte de esta sensación comienza cuando encontramos, aceptamos y reconocemos cual es la posición que jugamos en nuestro entorno. Es una etapa en la que por un extraño e inconsciente proceso, la mirada que antes se centraba en nuestras acciones y omisiones, comienza a centrarse en el entorno. El centro se había desplazado.
Pero como lo decía al comienzo de esta entrada, esta sensación de reconocerme como "diferente" es cada vez menos habitual. Sin embargo pequeños detalles, pequeñas miradas me hacen recordar que no solo somos como nos vemos, somos también como nos ven los demás, y en ese sentido, siempre seremos diferentes para los demás. Mi "descubrimiento" fue por algo insignificante, y que ocurrió, en gran parte, por el hecho que hay días que se me olvida que soy y me ven diferente: una mañana de domingo bajé la guardia y, como decimos en Colombia, "dí papaya". La historia es sencilla: Yo intento, si el sueño me lo permite, salir a comprar el pan y el periódico las mañanas de los domingo. Siempre lo hago en la misma panadería y en el mismo quiosco de periódicos. Hace cerca de tres semanas, y por razones que no vienen al caso, quise hacer un teléfono de esos que tienen dos vasos de papel a los extremos unidos por una cuerda. En mi inocencia de olvidarme que me ven diferente, se me ocurrió decirle a la compañera de la persona que me vendió el pan, que si me podía regalar dos de los vasos desechables que utilizan para servir el café y que sé que a ellos les regalan. La mirada que recibí por parte de esta señora fue la misma que hace ya meses "me regalaron" en la estación de Plaça Catalunya y a la cual me referí en otra entrada. Después de múltiples consultas con sus jefes y sentirme como si yo estuviera haciendo lo peor del mundo, la señora me dijo que si quería me tomara un café y que entonces si. Que incluso me podía llevar el vaso del café. No sé que fue más grande, si la rabia de sentirme mal-mirado o la tristeza de haber bajado la guardia. El hecho es que el teléfono que quería hacer ese día, se quedó en planos.
Cuando me pasan ese tipo de cosas, que la mirada del otro me ve "por encima del hombro" y me acusa de ser diferente, es cuando vuelven a mi mente el sentido (no solo el significado) de palabras como identidad, integración, tolerancia, respeto...
Cuando a la mirada del otro se le olvida que aquel que le parece diferente casi siempre ha hecho un esfuerzo de acercarse y limar sus diferencias para generar un espacio de dialogo, es más, ha redefinido su identidad con tal de intentar integrarse. En esos momentos de olvido es cuando no sé que pensar y aquella mirada que me hacía sentir paranoico -mi propia mirada-, vuelve con toda su fuerza acusadora.
Sin embargo, cuando siento esas miradas inquisidoras no puedo evitar pensar esas personas no tienen la culpa; en realidad su mirada, su corta mirada, no da para ver más allá de su propio ombligo.
5 comentarios:
se lo que es eso, yo tambien estuve un tiempo afuera de mi pais trabajando, y resulta que hasta tuve problemas con una persona de nacionalidad guatemalteca, simple y llanamente porque yo soy de donde soy.
hola viagra online...
Hay cosas universales... una de ellas es el miedo al otro... somos el mismo miedo, los mismos prejuicios...
gracias por la compañia
omchamat
Me parece muy fuerte eso que te paso Oscar. Y la verdad me recuerda muchisimas experiencias muy similares que vivi en Barcelona y que casualmente no me han pasado en otras ciudades en las que he vivido. Ni siquiera aqui en Ginebra con los Suizos que tienen fama de ser muy cerrados (la verdad es un mito mas) Pienso que la sociedad catalana tiene una manera muy particular de ser, una forma muy especifica de relacionarse con los extranjeros que yo no he visto en ninguna parte del mundo. Pienso que va a llegar un dia en que ellos mismos van a tener que darse cuenta de la hostilidad que transmiten. Es triste, porque es una ciudad muy bonita, y cataluna un lugar del mundo privilegiado y magico. Pienso que tiene que ver mas con un provincialismo que no han superado, pero la verdad creo que todos los que hemos vivido en esa ciudad en algun momento de nuestra vida, podemos contar algun episodio similar al tuyo. Yo al menos opte por irme. Y la verdad debo decirte que fue un alivio dejar de vivir constantemente en un contexto tan excluyente y hostil. Justo en este momento estoy escribiendo un paper para una clase que tengo sobre migracion. El paper trata sobre la descualificacion de los migrantes y el concepto de "racismo sin raza" o racismo cultural. Cuando lo tenga te lo paso si te interesa. Por ahora te dejo un link de un articulo interesante que encontre al respecto. Un abrazo
Camila D.
http://www.cecies.org/articulo.asp?id=228
Camila...
Lo del concepto de "racismo cultural" curiosamente fue una idea que en otro contexto estuve hablando con una amiga. Es un racismo muy complejo y complicado, un racismo que se cuece a fuego lento, tanto que algunas personas se acercan a ese fuego como cuando vemos una chimenea en una tarde de invierno. Definitivamente me interesa tu artículo!...
Hace como dos años estuve un par de dias en Ginebra y definitivamente hay algo en esa ciudad que hace que la diversidad racial e idiomática fluya de una forma muy, muy natural. Me imagino que, guardando las proporciones, es como Bogotá... allí hay pocos "bogotanos de siempre", y la diversidad es la norma...
un abrazo y quedo a la espera de tu artículo
gracias por la compañia
omchamat
Nunca hay que negar nuestros origenes latinos, no importa donde estemos es lo que nos hace quienes somos.
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