domingo, mayo 11, 2008

Mi memoria no da para más

-Tome vuestra merced, señor licenciado, rocíe este aposento; no esté aquí algún encantador de los muchos que tienen estos libros, y nos encanten en pena de la que les queremos dar, echándolos del mundo.

Causó risa al licenciado la simplicidad del ama, y mandó al barbero que le fuese dando de aquellos libros uno a uno, para ver de qué trataban, pues podía ser hallar algunos que no mereciesen castigo de fuego.

-No -dijo la sobrina- no hay para qué perdonar a ninguno, porque todos han sido dañadores: mejor será arrojarlos por las ventanas al patio, y hacer un rimero dellos y pegarles fuego, y si no llevarlos al corral, y allí se hará la hoguera, y no ofenderá el humo.

Del donoso y grande escrutinio que el cura y el barbero hicieron el la librería de nuestro ingenioso hidalgo. Capítulo VI. - El Ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha.
***

Mi primer trabajo recién me gradué en la universidad, me llevo a vivir a Bogotá. En esa gran ciudad, me instalé en una pequeña habitación, pequeña, pero "familiar". Me la alquilaba una familia con la que tuve una gran empatía y de quienes guardo un gran recuerdo. Ellos me dieron toda la libertad del mundo para decorar la habitación. Me decían "si quieres pintarla o lo que quieras, tienes toda la libertad de hacerlo". Yo la verdad que nunca he sido muy dado a las tareas manuales, es más, creo que soy bastante malo en ese tipo de cosas y quizás esa sea una razón por la cual me gustan mucho los muebles de IKEA. Son muebles que incluso yo puedo montar. Mi biblioteca actual, las mesas de noche, la cómoda, la silla del balcón... todo eso lo he montado yo solo!. En fin, mi ego le agradece a los diseñadores de IKEA que piensen en personas que como yo. Pero como en la época en que llegué a Bogotá yo no conocía IKEA y ni sabía que existía, mi único aporte al mobiliario de mi habitación, fue comprar una librería pequeña (por supuesto, venía armada) para ponerla al lado de mi cama e intentar llenarla con los libros que por una u otra razón me hubieran gustado. Me acuerdo la sensación que tuve cuando vi que la librería se iba llenando de libros de Nietzsche, Sábato, Benedetti, Garcia Marquez, Sthepen King, Frederick Forsyth y uno que otro libro de la carrera. Sentía que por la sola presencia de esos libros mi habitación era más cálida, más personal. Creía que la "mejor mejora" que le podía hacer a ese reducido espacio, era llenarla de libros.

En el tema de los gustos, creo que es difícil encontrar una explicación a cada uno de ellos. Yo todavía no entiendo de donde viene el placer que experimento de ver como los libros -cuyo único requisito es que hayan sido leídos- se vayan acumulando lentamente en una librería. Aunque para ser sinceros, no sé si leo por conocer las historias que esconden las letras o por ver como se va llenando la librería que compré en el IKEA. Si es por una u otra razón, la verdad poco me importa. El gusto que siento mientras veo el lomo de los libros, y recuerdo vagamente las historias que esconden sus páginas, no entiende de razones.

Mi sueño de ver una pared cubierta de arriba a abajo y de lado a lado con libros leídos , hasta hace un par de meses estaba a punto de cumplirse. Ya llevaba tres librerías de IKEA casi llenas y podía comparar como habían cambiado mis gustos literarios. Ahora ya me sentía con la seguridad para meterme con ensayos sobre La Sociedad Invisible en que vivimos, sobre la época de La Violencia o libros míticos como Fausto... Es evidente que no todos los libros son de esa línea. Entre Borges, Kundera, Espinosa, Steinbeck, no faltaban los clásicos best-sellers como El Código da Vinci o Los Pilares de la Tierra (que por cierto como urbanista que me siento, creo que es la mejor forma de entender como funciona y crece una ciudad). En fin. Mi sueño de tener una librería de diferentes temas y con muchos libros hasta hace unos meses estaba en camino de cumplirse. Sin embargo, como los cambios es lo único que se mantiene constante en nuestras vidas, en cuestión de dos semanas y a raíz una reestructuración que se hizo en lo que hasta ese momento consideraba "El Estudio", pasé de tener una pared casi llena de libros leídos, a tener libros que tan solo cubren parte de una las tres librerías que me pude quedar. Del Estudio no solo salieron dos de las tres librerías, sino también dos maletas llenas de libros con la intención de regalarlos o venderlos, cosa que en ambos casos fue imposible de realizar. Los libros que se quedaron a la vista, los que para mí son los más importantes, compiten con el televisor (patetica ironía) por un espacio en la sala, el resto, están a la espera de ser guardados en cajas dentro de un armario.

Todo este proceso de cambiar de sitios los libros y de armar y desarmar librerías, me han llevado a plantearme la razón por la cual siento cierta conexión con trozos de papel que probablemente después de leídos difícilmente los vuelva a abrir, al menos para una segunda lectura completa. La gran mayoría de libros no son como los discos de música, que se pueden escuchar una y otra vez y pueden pasar los años y es factible que los vuelvas a escuchar. Los libros llegan a tus manos, los lees, disfrutas, algunas veces los acabas y por último, buscan su sitio en la librería. Hablaras de ellos y algunas veces te ufanarás de haber leído, y sobretodo disfrutado, desde el comienzo hasta el final libros como El Quijote, las Mil y una Noches, Ébano. Sin embargo, y aunque sean pocos los libros que al cabo de los años vuelves a leerlos de comienzo a fin, te sientes incapaz de regalar o botar a la basura libros que disfrutaste mucho en la única lectura, pero que sabes que nunca volverás a leer. Pero bueno, eso tiene que ver con temas logísticos, con la perdida de espacio de espacio físico. Mi gran frustración, y gran preocupación, es darme cuenta que a pesar de todos los libros que me he leído no puedo recordar la inmensa mayoría de las cosas que creía haber aprendido de esas lecturas. Puedo contar "sensaciones" que tuve de los personajes, con un esfuerzo de la memoria, describir vagamente algunas escenas e incluso contar pequeñas historias que se describen en el libro. Pero me sorprende darme cuenta que tan solo puedo recordar, por ejemplo, una mínima parte de todo lo que en su momento aprendí de como funcionaba Europa, es decir, el mundo, a comienzos de 1700 gracias a obras maestras como La Tejedora de Coronas; volver a contar las deliciosas historias de la mitología griega a partir de un libro que fue escrito para ser contados al nieto del escritor, es más que un reto para mi débil memoria. Lo único que puedo hacer es volver a abrir los libros, mirar los fragmentos que señalé que mientras los leía por primera, y seguramente única vez, e intentar acordarme la razón por la cual los resalté. Mi memoria no da para más.

Dicen que leyendo se aprende, algo, pero se aprende. Cada vez que acabo un libro repaso lo que he aprendido y aunque durante un par de días me acuerde, al cabo de una semana, lo más seguro, es que esté esforzándome en aprender lo que dice el libro que tenga en ese momento en mis manos. Cada vez que me doy cuenta de esta mala memoria me pregunto si vale la pena seguir acumulando libros, polvo sobre los libros, y libros sobre libros. Algunas veces pienso que sencillamente soy tan solo un consumista de libros, y a lo único que puedo soñar es en volver a recuperar el espacio para mis tres librerías. Pero no por eso la alegría que me producirá volver a tener, algún día, mis tres librerías llenas de libros leídos, no me la quitará nadie. Sin embargo, también sé que cuando alguien me pregunte algo sobre alguno de los libros, tendré que abrirlo y avergonzado por mi mala memoria y a partir de los textos resaltados, intentar acordarme de alguna anécdota o dato curioso que en su momento creía que nunca se me iba a olvidar.

Por ahora, me entretendré viendo como dos cosas tan puramente antagónicas como unos libros y un televisor luchan por mi atención mientras trato de descansar en mi sala. Definitivamente mi memoria no da para más.

***

El hilo del cual se desprende esta entrada me lo encontré en un artículo de Hector Abad Faciolince en su blog (ahora abandonado) de la revista Soho.

5 comentarios:

martín gómez dijo...

Aunque ver los libros en la estantería de mi casa no deja de darme una cierta satisfacción y también me da lástima que los recuerdos se me pierdan en la memoria, al final lo realmente importante para mí es la sensación que me queda a raíz de la lectura y saber que en algún momento puedo ir a consultar el libro que quiera porque aunque no esté en mi biblioteca puedo encontrarlo fácilmente.

Creo que pienso esto porque algunas circunstancias me han obligado a desapegarme de cosas que creía fundamentales.

Anónimo dijo...

La memoria como muchas de las cosas de nuestras funciones requiere un "click" que la despierte.Es lo que pasa cuando revisas la biblioteca sin proposito definido y encuentras un titulo que te hala los ojos y las manos, lo tomas y lo abres y te lees una o dos paginas y sin proponertelo y con ningun esfuerzo lo reconstruyes hasta su desenlace.afortunadamente la tecnologia ests creciendo en proporcion inversa a los espacios en los apartamentos de hoy dia y puedes disfrutar textos en la pantalla de tu ordenador, claro, sin el placer de correr pagina en cualquier momento(bus, sala de espera, baño etc..). ochg

Unknown dijo...

Martin, OCHG

Sé que tienen razón que posiblemente la gracia que tienen los libros leídos radica en saber encontrar el click apropiado que active los recuerdos. Quizás mi "ideal" de leer consiste en aprovechar toda la sabiduría que contienen algunos libros...

gracias por su compañia

omchamat

Anónimo dijo...

La lectura, el poder que se encierra en la magia de unas letras es inmensamente misteriosa... en el momento todo lo consume la imaginación, el hilar ideas. Contemplar el rostro de un personaje que podría tener similitud con el personaje que el autor quiso crear, pero que, quizás, sea muy diverso al que cada uno construye.
Me motivé a escribir aquí, porque comparto la idea de cómo la memoria deja atrás lo que en realidad ya no le es importante, pero creo que no debería ser frustrante, sino que pienso que es porque siempre viene algo mejor, y debe guardar espacio para aquello.
Quizás sea un modo positivo para no quedarse en que los libros solo ocuparán un "lugar", un espacio.
Si me quedo con una interrogante... la lectura deja con "hambre", con "sed" de algo más, de otro libro que cautive y provoque lo que ningún otro libro me haya provocado... será sed del saber, de la sensación, o de lo infinita que puede ser la capacidad de insaciedad? Nosé si formulé bien lo que quería expresar...

Unknown dijo...

Alejandra,

Si, tienes razón, los libros que te llegan al corazón, no necesariamente te llenan el espíritu. Es decir, creo que un buen libro es cuando te deja con ganas de más. Te deja con sed, con hambre, con ganas de sacar conocimientos no muy útiles para poner conocimientos que te pueden resultar más interesantes... por eso en estas fechas, en lugar de decir feliz año o feliz navidad me gusta complementarlo, mentalmente, con un "buenas y felices lecturas"

gracias por tu comentario y compañía

omchamat

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...