
Por lo anterior es que creo que el Proceso de Paz (en mayúsculas) no solo debería estar encaminado hacía el cese de la violencia por los actuales actores, sino que, como dice Eduardo Pizarro en su columna de El Tiempo, debe de manera especial encaminarse a garantizar la no repetición de los actos. Como lo he dicho en las otras entradas de esta serie, lo que más me ha entristecido del libro es ese déjà vu que aparecía constantemente mientras cuando lo leía; no exagero cuando digo que muchas veces no sabía si estaba leyendo las noticias del día o el libro escrito hace 50 años.
El problema de Colombia no es ni la guerrilla, ni los paramilitares, ni el ejercito ni ninguno de los actores armados. Todos ellos son sencillamente síntomas de una sociedad enferma que no se siente co-responsable de sus propios muertos. Una sociedad donde el 80% de las personas ha visto la luz y cree que el actual presidente de Colombia es la Solución (en mayúsculas) para la compleja situación en que vivimos. En relación a ese 80% de popularidad del presidente Uribe, tan solo quiero recordar una frase, creo que de Octavio Paz que dice que "cuando en un lugar todos piensan igual, lo más probable es que sea porque nadie piensa demasiado".
Con este último texto, creo, doy por terminada esta serie de entradas. El primer texto que transcribo es una editorial de El Tiempo escrito hace más de 45 años y que no pierde vigencia; el segundo texto un extracto del prólogo del libro donde se describe la sensación que imperaba en los años 50-60 en relación a la violencia.
Saludos y gracias por la compañía.
omchamat
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"Lo mejor que el país puede hacer, en materia de soluciones para la violencia, es reconocer sinceramente los errores que todos hemos cometido en este campo... [En esta materia] no podemos engañar a nadie sin engañarnos a nosotros mismos... ¿Quién podrá negar que sobre la violencia han incidido todos los intereses del país, desde los políticos y económicos hasta algunos falsamente religiosos? Pero una cosa es la recriminación retrospectiva, un imposible por ahora, en juicio de responsabilidades (la sociedad colombiana, en últimas, es la responsable) y otra un examen de conciencia sobre el fenómeno. Este sí necesario socialmente, porque la violencia no se aliviará si los colombianos no formamos una conciencia sobre ella".
(El Tiempo, Noviembre 9 de 1962).
"Aunque en aparente retirada, la violencia sigue siendo cosa común, a la que los colombianos habremos de acostumbrarnos, creando personas abúlicas y muertos en vida en las regiones donde reina; y gentes egoístas, apáticas y miopes en las ciudades donde se creen lejos del flagelo (...) Por eso es fácil concluir que no podrá crearse en Colombia un verdadero país -un país que se respete y que merezca el respeto de los demás- cuando en él no se promueva y defienda la dignidad y la integridad del hombre, y donde valga más el bienestar de un toro importado que la vida de un campesino o un obrero".
La violencia en Colombia.
Orlando Fals Borda, Monseñor Germán Guzmán, Eduardo Umaña Luna
Editorial Taurus. Bogotá. 2005. pp 28-29; 60.