miércoles, enero 14, 2009

Sobre las fiestas navideñas y la inmigración

Vivir fuera de donde has crecido y del entorno que ha configurado la forma en que enfrentas y observas al mundo, es una experiencia que con el tiempo es mucho más enriquecedora que dolorosa. En la mayoría de veces, la tristeza de los primeros meses o años por estar lejos de los "tuyos" parece no compensar la experiencia de vivir en otra cultura y ver el mundo desde otro punto de vista. Con el tiempo te vas dando cuenta que lentamente personas que considerabas como "otras" se han convertido en parte de los "tuyos"; además, en el plano personal, sin saber muy bien porqué, comienzas a sentirte menos extraño, e incluso, más adaptado a la nueva cultura. Ahí es cuando el hecho de vivir a kilómetros de tu nido, comienza lentamente a cambiar de signo. De la tristeza de la distancia, pasas a la riqueza que significa ver tu país, a los "tuyos" y a ti mismo con cierta distancia. A tu identidad le has sumado una nueva categoría: la de inmigrante.

Para los que emigramos buscando una nueva vida o persiguiendo sueños, hay fechas especiales que van más allá de lo estrictamente aprendido en tu infancia. Son una especie de rituales por medio de los cuales volvemos a nuestras raíces para reafirmar nuestra identidad a pesar de la distancia y del tiempo.

En estas fechas, al menos para la gran mayoría de latinoamericanos que conozco, nos gusta revivir las fiestas navideñas que vivíamos en nuestros países de origen: queremos rezar la novena -así se sea poco o muy creyente-, cantar villancicos, esperar que llegue el niño Dios. Una semana después, estamos esperando el año nuevo escuchando la radio a todo volumen esperando cantar "faltan cinco pa' las doce y el año se va a acabar", para después en medio abrazos y agüeros, desearnos un feliz año, mientras por la puerta entran y salen vecinos, amigos cercanos y lejanos e incluso muchos desconocidos deseando en diferentes tonos de voz y de embriaguez, el feliz año. Así es como recuerdo mis fiestas navideñas en Colombia.

Como es de imaginar, estas ruidosas costumbres pueden resultar agresivas para quien nunca las ha vivido y para quien su forma de celebrar el año nuevo, por ejemplo, es en torno a las campanadas que transmite el televisor y no en torno a un equipo de sonido, para luego seguir la fiesta en la mesa y no en la pista de baile. Dos costumbres tan diferentes que para mí me resultan imposible compararlas, sería como comparar el sol y la luna, pueden tener muchas cosas en común, pero son tan diferentes que uno no puede ponerlas en el mismo saco.

Es por lo anterior que creo que resulta complicado decirle a un inmigrante que lleva todo el año aprendiendo una nueva lengua, intentando transformar sus costumbres, tradiciones y creencias, que en estas fechas, cuando más necesidad tiene de reafirmar su identidad, decirle que no celebre estas fiestas pues son molestas según el patrón cultural de la tierra que lo acoge. Pero mucho cuidado, no estoy diciendo que se en aras de la integración y la tolerancia se le deba permitir todo al inmigrante con el fin que conserve su identidad. Por el contrario, también me hago el reclamo como inmigrante de entender esta diferencia. Es decir, por un lado reclamo al "nativo" intentar evitar que el inmigrante elimine sus tradiciones y rituales sin primero hacer un esfuerzo por comprenderlas, y, por el otro lado, me exijo como inmigrante a entender que Joe Arroyo a todo volumen entre las 3 y 5 de la mañana -por poner el ejemplo más simple- no siempre significa alegría, sino que también puede representar insomnio para los vecinos que no están acostumbrados.

En este juego de aprender a vivir juntos, creo que puede resultar práctico lo que alguna vez escuché en relación a lo complicado que puede resultar la convivencia: "nunca se le olvide que uno se casa con los defectos de la pareja, pues con sus cualidades, cualquiera se casaría". Lo que en últimas quiero decir es que en este proceso de integración no podemos pretender que lo único que veamos y toleremos, sean las cualidades del otro (la mano de obra, la sanidad gratuita...), sino que entendamos que esto es un matrimonio (inesperado, pero necesario para las dos partes) entre los nativos y los llegados y no es es una aventura de verano. Es un matrimonio para muchos años y si no queremos vernos la cara cada dos por tres delante de un juez para que nos enseñe a vivir juntos, debemos aprender a caminar con los zapatos del otro.

4 comentarios:

amanecer dijo...

"nunca se le olvide que uno se casa con los defectos de la pareja, pues con sus cualidades, cualquiera se casaría" me encanto esta frase, hace algún tiempo yo me transportaba en el carro con mi pareja y luego de un momento de discusión efervescente el me dijo una frase similar a la que tu ahora enuncias y hasta en este precisó instante entendí que el tenia la toda la razón, ya que uno se la pasa pensando que para uno solo tienen que estar las cualidades y que el otro es quien se debe guardar sus defectos, solo para que uno se sienta feliz, cuando en realidad lo que uno debe aprender a amar del otro es el paquete completo que incluye por su puesto sus defectos. Ese día la discusión acabo por completo por que me hizo pensar en el afecto verdadero lo que significa el otro para uno, gracias por tu frase. No dejes de escribir.

Unknown dijo...

Amancener...

Ojala esas frases e imagenes fueran mias... yo sencillamente las recojo...

gracias por tu compañia

omchamat

Mónica Palacios dijo...

No sé. Yo soy más del pensamiento "Adonde fueres haz lo que vieres". Sin llegar a extremos, claro. El territorio, inevitablemente, se lleva por dentro, porque más que el espacio físico donde nacimos, son todos esos usos y tradiciones con los que crecimos y no los podemos desligar de nuestra manera de ser. Aún así, soy de las que prefiero conocer y tratar de disfrutar las maneras de celebrar de la cultura que me acoge, antes de intentar repetir las mías lejos de casa, me gusta cambiar los regalos del Niño Dios por los de Father Christmas, la rumba de Noche Buena por el almuerzo de Navidad, la lechona por el pavo. Igual, cuando la celebración de esas fechas especiales es en Colombia, es al invitado al que le toca aprender y si puede, disfrutar.

Unknown dijo...

Mónica...

Coincido contigo... sin embargo, una pregunta... cuando se deja de ser invitado???..

gracias por tu compañia

omchamat

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...