martes, enero 06, 2009

Gestos olvidados

Usted lleva alzado a su hijo recién nacido. Después de mucho esperar llega el autobús que lo debe llevar a la casa. Mientras se sube, los pasajeros lo miran con esa mirada de solidaridad y ternura que despiertan los bebes. Mientras ellos lo miran, usted con la mirada busca asiento -los brazos los tiene cansados y tiene miedo de caerse- pero no encuentra a primera vista. Decide quedarse de pie a un lado del pasillo para así molestar menos e ir más seguro. Un pasajero al ver la cara del niño durmiendo y su cara de cierto cansancio, decide preguntarle a la señora que va sentada en la silla destinada para estos casos, si se puede parar para dejarlo sentar. La señora en cuestión, de unos cincuenta años, tiene mucho cuidado con su vestir: lleva unos tacones altos -a mi parecer más de lo recomendable- que combinan perfectamente con su pantalón y las gafas. Se le ve un poco cansada y se puede entender, pues a sus pies lleva las compras de ropa de diseño que ha hecho durante el día. Cuando el pasajero le pregunta si le puede ceder el puesto para que usted se siente con su bebe y pueda descansar, pero sobretodo, para ir más seguro, la señora con la voz necesaria para que todo el bus la pueda escuchar le dice que "No. Estoy cansada y no quiero pararme. Si quiere deme el niño y yo lo llevo, pero no me paro". El silencio se apodera del bus y ante la pregunta de porqué lo hace, ella, en un gesto consciente y casi ensayado, da un argumento que hizo que el silencio fuera más grande "pues como se le ocurre que me pare, acaso cuando se suben niños me ceden el puesto?"... "es decir, que usted no lo hace -replica el pasajero- porque los niños no lo hacen?"... "¡Si, y qué!".

Ante esta respuesta, el silencio desaparece y todos los que oyeron las razones de la señora, no hacen más que recriminarla. Ella, inmutable, mira por la ventana. El tipo de comentarios y el tono fue variado. Como usted va cansado y teme que el bullicio despierte a su hijo, hace lo mismo que la señora, guarda silencio y mira por la ventana. Pero no puede evitar ver las miradas de los demás. Cuando lo miran a usted, siente la solidaridad y la incomprensión ante los argumentos de la señora. En cambio, cuando la miran a ella, ve claramente las miradas de reprobación ante su actitud, incluso, casi de desprecio. Las miradas, como un péndulo, lo miran a usted y la miran a ella. Eso si, en todo este intercambio de miradas, usted sigue de pie, el niño está a punto de despertarse y las personas que están cómodamente sentadas frente a usted, no dejan de comentar entre ellas lo que acaba de ver, e incluso le dejan saber a usted, con sus miradas y con un leve movimiento de la cabeza, "es el colmo que esto ocurra".

Mientras pasa todo esto, el autobús ha seguido su recorrido. Usted llega a su parada sin haberse sentado y con el niño entre dormido y despierto. Se baja con el corazón lleno de miradas solidarias ante su situación y con las piernas cansadas de estar de pie. La gente que estaba sentada, sigue su recorrido sin dejar de mirarlo y expresar su solidaridad por lo que acaban de vivir. Usted siente que la solidaridad es sincera, que están con usted y reprueban la actitud de la señora, sin embargo, como muchas veces ocurre, lo que usted necesitaba no era la solidaridad de miradas, usted necesitaba algo mucho más sencillo. Una silla para ir más seguro.

Al llegar a la casa, piensa que quizás la sinceridad de la señora que se negó a pararse es mucho más transparente que las miradas de las demás personas. Y te asustas. La respetas por su sinceridad, e incluso puedes admirarla por expresar su opinión tan abiertamente, pero no quieres ser como ella.

10 comentarios:

Mónica Palacios dijo...

Qué curioso leer justo ahora esta entrada, cuando acabo de llegar del supermercado, con mi bebé, asustada precisamente de esa solidaridad de la gente. En mi caso, mi niño está enfermo con gripa, y muy gruñón por ese motivo. Mientras compraba algunas cosas que necesitábamos lloró, lo cargué y puse la canasta de compras en su coche, pero cuando llegamos a la caja lo tuve que sentar otra vez en su coche para poder empacar las compras y pagar... ahí comenzó su llanto, estridente, y las mismas miradas que describiste en el bus, pero esta vez eran de solidaridad para el bebé y de recriminación para mí. Que tiene hambre, me decían, y yo que no, que está enfermo y quiere que lo cargue... que tiene calor, decían otros, ábrale el abrigo... yo sabía que no, pero igual, le quité el gorrito de invierno y le abrí un poco el abrigo. Incluso hubo quien vino a darle un chocolate y me miró como a una delicuente. Eso tampoco lo calmó.
En fin Oscar, tanta solidaridad con su dosis de jucio incluida, me asustó un poco.

Unknown dijo...

Mónica...
parece ser que el ser solidario te autoriza a juzgar las acciones pero no te obliga a corregir los errores... parece ser...

hasta la próxima!... y gracias por no cancelar tu suscripción a este espacio!!!...

omchamat

Anónimo dijo...

Hola:Creo que el tema no es solo de solidaridad;creo que pasa mas por el espiritu rigido de las sociedades del"primer mundo", en que si un espacio esta reservado para algo casi significa que ningun otro puede utilizarce con el mismo objetivo.Los pobres que somos mas folcloricos y solidarios, te buscariamos acomodo a ti y al bebe en cualquier sitio el bus, asi como ni siquiera entenderiamos que haya un sitio exclusivo para algo en un bus de servicio publico.

Kimmel Chamat dijo...

Oscar que blog tan interesante. Volveré a leerlo con frecuencia. Yo también tengo un blog mas sencillo sobre el clima.

Suerte, Kimmel

Anónimo dijo...

Oscar, un saludo. Lei la croniquilla, lo que mas me llamo la atencion es que fuera narrado por un hombre, por lo que cuenta (son historias muy clasicas de mamas, a las que creo les ceden mas facilmente el puesto) y porque lo cuente, porque exprese todo eso un hombre. Eso me gusto!

Ah... conque blogueando de nuevo, no?
Gracias por el mensaje el dia pasado. A +

O-lu
http://socioenlinea.blog.lemonde.fr/

Unknown dijo...

Anónimo,
Alguna vez en Medellín iba en el metro con una persona española. No había sillas, pero ella iba tan cansada que se sentó en el suelo. A los dos segundos se puso de pie una adolescente para cederle el puesto a mi amiga de escasos treinta años.

gracias por su compañía

omchamat

Unknown dijo...

Kimmel,

gracias por la visita, espero que nos sigamos viendo por aquí o por allí...


omchamat

Unknown dijo...

o-lu...

yo sigo en esto... y tu??.. espero que si!

gracias por la visita!

omchamat

Anónimo dijo...

Es curioso leer tu narración pues son vivencias que yo al vivir tu misma -bueno, parecida- experiencia como inmigrante en BCN también he vivido.

No me extraña entonces que la gente muestre su solidaridad de bocas para afuera pero al fin y al cabo no actúen ellos, como no me extraña cuando dejo pasar a las mujeres, les cedo el puesto a alguien mayor o recojo algo que se le cae a alguien al suelo y me miran como a un bicho raro (o no me lo reciben como al del tópico).

Es e definitiva una cuestión de educación o de formación.

como siempre muy interesante tu mirada.

un abrazo de año nuevo viejito.

Unknown dijo...

Alejandro...

Excelente complemento el enlace que propones... gracias!... y espero que estés disfrutando de esos calores caribeños

abrazo

omchamat

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