lunes, abril 04, 2011

Sobre la necesidad de las almas bellas

.·. Como siempre, cortesia de Iñaki Bellver .·.
Es época de promesas de un futuro mejor. Época para soñar con poder tener un sueño común y un proyecto que nos una. Es época de elecciones para cargos públicos. Una época donde la astilla en el ojo ajeno impedirá ver la viga que tenemos en el propio.

En el último libro de Umberto Eco (Cementerio de Praga), encontré una conversación entre un fraile (padre Carmelo) que defiende ideas bastante revolucionarias para el tiempo en que se desarrolla la novela, con el protagonista del libro (Simonini) quien es un magistral falsificador y cuyo tutor en el arte de la falsificación no se definía como tal, sino como un creador de los documentos que por errores del destino no vieron la luz. Cuando leí esa conversación recordé como esos grandes proyectos nacionales unificadores, o independentistas -para este caso no hay diferencia-, incluyen la idea de un futuro construido sobre los sufrimientos o las épopeyas del pasado, sin detenerse un momento en el presente; un presente del cual, quieranlo o no, son tambien corresponsables. Estos proyectos, conjugan pasado y futuro de forma excepcional, el presente, es la consecuencia de la ignorancia y maldad de los otros, nunca nuestra. Es más, cuando hay que encontrar errores, el uso la tercera persona del singular o del plural es lo que predomina en sus discursos. Esos programas quieren luchar contra las cadenas que los otros les han impuesto, olvidandose que las peores cadenas son las que atan su mirada a su propio ombligo.

En fin, como siempre, ya todo está escrito... incluso la imperiosa necesidad que existan almas bellas.

En la edición que tengo, esta conversación se da entre las páginas 174 y 179:
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"...mientras merodeaba por la ciudad en camisa roja, he intercambiado dos palabras en la escalinata de una iglesia con un monje, el padre Carmelo. Dice que tiene veintisiete años pero aparenta cuarenta. Me confía que desearía unirse a nosotros, pero algo lo frena. Le pregunto qué, visto que en Calatafami también había frailes.

- Iría con vosotros, dice, si supiera que haréis algo grande de veras. Lo único que sabéis decirme es que queréis unir Italia para hacer de ella un solo pueblo. Pero al pueblo, unido o dividido, si sufre, sufre; y yo no sé si lograréis que cese de sufrir.

- Pero el pueblo tendrá libertad y escuelas -le he dicho.

- La libertad no es pan, y tampoco la escuela. Esto puede bastaros a vosotros los piamonteses, pero a nosotros no.

- ¿Y qué es lo que necesitaríais, vosotros?

- No una guerra contra los Borbones sino una guerra de los menesterosos contra los que les hacen pasar hambre, que están por doquier, no sólo en la Corte.

- Así pues, ¿también contra vosotros los tonsurados, que tenéis conventos y tierras por todos los sitios?

- También contra nosotros; ¡es más, antes que a nadie, contra nosotros! Eso sí, con el Evangelio y la cruz en las manos. Si así fuera, os acompañaría. Lo de ahora es demasiado poco.

(...)

En fin, que aunque no me gustan, necesitamos almas bellas."
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Tomado de:   El cementerio de Praga; Umberto Eco. Traducción de Helena Lozano. Lumen. Barcelona, 2010. 608 páginas

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