domingo, junio 10, 2007

Déjà Vu (II)

En la entrada anterior hacia referencia a Animal Farm, un libro escrito por George Orwell en los primeros años de la segunda guerra mundial, pero que tan solo fue publicada al finalizar la guerra, cuando la cortina de hierro se comenzaba a consolidar en el mundo y la autocensura sobre las críticas a la situación política de Rusia se habían relajado parcialmente. El día que fui a comprar este libro, por casualidad, en la librería me encontré con un homenaje a Ryszard Kapuściński, un periodista que recorrió las regiones más complicadas del planeta y que murió en enero de este año. Este cronista, experto en contar sin juzgar los sitios que visitó, hace sentir al lector la angustia de la masacre que se podía pero no se quiso evitar (Ruanda) con la misma facilidad que transmite la absoluta felicidad que representa tomar un té hirviendo en medio del desierto ruso.

Sin saber en que consistía Animal Farm, compré de Kapuściński El Imperio, donde cuenta a partir de sus recuerdos y de una serie de viajes a lo largo y ancho de la Unión Soviética como va desapareciendo el gran imperio ruso. "El fin contado desde el interior de la ballena" como se describe en la contraportada del libro. Entre muchas de las tragedias y maravillas el autor dedica un capítulo a la construcción y destrucción de una de las maravillas de la arquitectura rusa: El Templo de Cristo Salvador de Moscú. Una catedral construida para celebrar la derrota de Napoleón en su intento de conquistar la ciudad. Esta catedral, única en su genero, demoró 72 años entre la decisión de construirla y su consagración (1812-1883). Sin embargo tan solo duró en pie 48 años, cuando Stalin decide demolerla (1931).

Por la importancia, el peso histórico y lo que representaba para la sociedad tan solo 20 años antes, esta demolición podría considerarse una tragedia social y cultural, sin embargo, ante este hecho nadie dice nada. Nadie siente que sea parte de su historia, de su ciudad, de sus creencias, nadie se pregunta sobre el destino que temporalmente se le dio al terreno donde antes se levantaba El Templo: una piscina al aire libre y climatizada. El autor describe el momento en que están destruyendo El Templo delante de toda la ciudad y sin tipo ningún pudor, de la siguiente manera:

"¿Y que dicen de todo ello lo habitantes de Moscú? Al fin y cabo, están destrozando su Basílica de San Pedro, su Catedral de Notre-Damme, su Monasterio de Jasna Góra.
¿Que dicen?
No dicen nada.
La vida sigue. Por las mañanas, los adultos se apresuran para llegar con tiempo al trabajo, los niños van al colegio, las abuelas se colocan en las colas. Siguen llevándose a personas de sus casas, un día a un colega del trabajo, otro día a un vecino.
Así es la vida. (...)
Miran, contemplan y callan. A fin de cuentas, ¿de qué van a hablar?
Nadie protesta, nadie encabeza una manifestación, nadie forma parte de ningún piquete. De todas formas, Koba* jamás toleraría semejantes cosas."

Cuando terminé de leer este capítulo, me imaginaba que esa catedral, su construcción y destrucción, era una metáfora a lo que ocurre en Colombia: un eterno y estúpido juego de construir y destruir castillos en el aire, sin ningún tipo de control de gastos, recursos o tiempo. La maquinaria de construir destruyendo o destruir construyendo, no para su ritmo y todo aquel que plantea un nuevo camino es absorbido. Queda la sensación que no hay tiempo para pensar, para planear, que la máquina nos viene pisando los talones y que lo importante siempre es aplazable y lo urgente es lo único que importa. ¿Que al final de proceso en sus cimientos se construye una piscina para divertirse en verano o en invierno? eso es superfluo, lo importante es que El Templo ya no está. Sin embargo, en donde antes estaba El Templo, luego una piscina, hoy vuelve a estar de nuevo el templo reconstruido.

El conformismo y el miedo a tener una conciencia crítica de su condición de ciudadanos, era la fuerza del sistema comunista. A medida que se espiaban los vecinos para dar la información al Estado, dice más adelante Kapuściński, "fueron desapareciendo, paso a paso, el arte de hacer preguntas e incluso la necesidad de hacerlas. En su lugar apareció un sinfín de dichos, exclamaciones y frases hechas que expresaban aprobación de la realidad circundante, indiferencia, falta de asombro, un sumiso dejar hacer, resignación:
¿Qué le vamos a hacer? ¿Qué más da? ¡Todo es posible! ¡Lo hecho hecho está! ¡Lo que sea sonará! ¡No podrás con todo el mundo! ¡Espera y verás! ¡Los de arriba saben de que hablan! ¡Ay, la vida! ¿Para que quieres una mejor? Se trata de una lengua muy rica.
No obstante, la civilización que no hace preguntas, que coloca fuera de su marco el mundo de la inquietud, del criticismo y de la búsqueda, es una civilización paralizada, estancada e inerte."

Cuando terminé de leer esas excusas para no cuestionar la realidad, me acordé de un humorista colombiano, Andrés López, que se hizo famoso el año pasado por un monólogo sobre nuestra idiosincrasia: La Pelota de Letras. Una de las frases que se ha quedado entre todos los que hemos visto este espectáculo es "deeeeejeee asssssí".

La sensación que me queda después de haber leído estos libros (El Otoño del Patriarca, Animal Farm y El Imperio), es que aunque haya muchas diferencias, entre la literatura y la realidad, las similitudes son tan grandes que me ahora no sé si este es el camino que debemos seguir y sobretodo, si no lo es, como hacer para cambiar la ruleta rusa en que estamos metidos. Sin embargo, mi mayor inquietud es que en los tres libros, el sistema se colapsa por su propio peso y en su caída se lleva por delante no solo a unos pocos, sino al conjunto de la sociedad.

*Apodo familiar de Stalin.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

"Esperar a ver que pasa", dice quien cree que "Las cosas no son del dueño sino del que las necesita", porque "que sea lo que Dios quiera", no vaya ser que le pase algo porque lo intento y lo logró (o todo lo contrario) sino que "Dios sabe como hace sus cosas".

calorama cavila dijo...

A veces creo que hay otra realidad más real que esta y que esta realidad es una ilusión en la realidad real. Pero mi realidad por más que me esfuerzo también a veces en escapar es esta ilusión de la realidad real. Deja Vu.

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