miércoles, marzo 26, 2008

¿Que hay entre el lunes y el viernes?

Suena el despertador. Entre el sueño inconcluso, el frío matutino, el libro que lleva meses sobre la mesa de noche y el vaso de agua siempre a punto de caer, encuentro el despertador -la función que más utilizo de mi teléfono- y al segundo intento puedo apagarlo. Por fin la imitación del canto de un gallo que tengo configurada como alarma, deja de sonar y la ilusión momentánea de estar en el campo da paso a la certeza que es lunes y la semana apenas comienza. Tomo la ducha mientras se calienta el agua para el té, así que cuando he terminado de vestirme, el sueño a desaparecido y el té está listo. Busco alguna caricatura de Calvin y Hobbes, de Quino o el periódico del domingo -gracias a Dios que la edición del domingo es más larga que las otras, así me dura toda la semana- para que me acompañe a disfrutar de esos deliciosos 15 minutos diarios que dura mi desayuno. Cuando acabo con el texto que me atrapó o sencillamente cuando el pan se terminó, cierro, hasta el día siguiente, la lectura del día; hago apuntes mentales para posibles entradas en el blog, y compruebo que muchas veces todo cambia para seguir siendo igual. A partir de este punto el lento ritmo matutino se rompe, para mentalmente comenzar a trabajar. Lo bucólico da paso a lo real.

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En esta entrada no quiero hablar sobre esos dulces placeres diarios a los que todos deberíamos tener la posibilidad, y para algunos casos críticos, la obligación de disfrutar. Quiero darle la vuelta a la sensación de placer y hablar sobre algo menos agradable: el sentido de la rutina.

El origen de esta entrada se encuentra en una "frase de cajón" que últimamente vengo escuchando entre personas de mi generación y viviendo en carne propia: "como pasa el tiempo de rápido". Este tipo de sabiduría popular siempre me ha causado curiosidad y por pura diversión me gusta imaginarme sus posibles orígenes. Más allá de entrar en discusiones sobre que el tiempo es una ilusión o que lo rápido o lento es subjetivo, quiero compartir una hipótesis relacionada con la forma en que medimos el tiempo.

Siempre he tenido la sensación que la vida se hizo para aprender y para nada más y el verdadero aprendizaje nace a partir de nuestras experiencias. Vivimos para explorar lo que nos rodea y a quienes nos rodean, para ver lo mismo desde diferentes puntos de vista, para hablar con quien menos cosas en común tengo, para disfrutar de un amanecer, entristecernos con la penumbra, e incluso vivimos para sentir el rechazo de la persona amada. Todas esas cosas son las que, creo, te facilitan el acceso a una parte de ese saber que de una u otra manera todos buscamos.

Ahora bien, tratando de unir las dos últimas ideas, planteo una hipótesis: la sensación que el tiempo pasa rápido -o lo que es lo mismo, que la vida pasa rápido- radica en el hecho de lo poco que estamos aprendiendo en nuestro día a día. Creo no equivocarme si digo que cuando somos pequeños la sensación que el tiempo pasa más lento se debe sencillamente a la gran cantidad de estímulos diarios que tenemos durante el día. En nuestra infancia las vacaciones eran un compendio de experiencias nuevas e inimaginadas y mundos desconocidos. Sin embargo, mientras acumulamos años nuestra capacidad de aprendizaje se va reduciendo, tal vez sea por miedo a lo desconocido, pero creo que pesa mucho más el ritmo de vida que llevamos. Aferrarnos a la rutina es un mecanismo de supervivencia para evitar darnos cuenta que tenemos la posibilidad de aprender cosas nuevas, de disfrutar de las viejas y en últimas, ser conscientes que la vida pasa a nuestro alrededor sin realmente estar viviendola.

La rutina, y con esto voy terminando, nos impide tener la posibilidad de aprender de las cosas sencillas y comprender la grandeza de las pequeñas historias que nos rodean. La rutina nos cierra los ojos a la vida misma para únicamente concentrarnos en cumplir un horario y seguir un plan de trabajo, también es una forma de evitar aprender como cuando eramos niños, es decir, del día a día, para concentrarnos en acumular y acumular. Sin embargo, la rutina tiene una cosa "muy buena", nos permite medir el tiempo de semana en semana para ver cuando llegan las vacaciones.

En últimas, creo que la sensación del tiempo que pasa rápido se debe a que en la medida que acumulamos años, nuestra capacidad de acumular experiencia se reduce y la velocidad del tiempo se acelera. Es por eso que muchas veces que la sensación que el día en que realmente vivimos dura de la mañana del lunes a la tarde del viernes, es tan solo la confirmación que entre martes y jueves ha sido bien poco lo que has aprendido.

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Si alguien encuentra la caricatura de Calvin y Hobbes en Español, le agradezco que me la haga llegar.
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