Nacionalistas, extremistas, confabuladores y soñadores: Todos tenemos un poco, como mínimo un poco, de cada una de esas formas de ver el mundo, pues son la base del disenso, el alimento del progreso y las herramientas de construcción de nuestras relaciones.
Sin embargo, también son los instrumentos por los cuales vemos y rara vez entendemos aquello que llamamos realidad. Vemos pero no entendemos. Creemos que son lo mismo, pero no. Somos largos de vista, pero cortos de entendimiento.
"Cuánta gente, presa del vértigo, renuncia a comprender lo que está pasando. Cuánta gente renuncia a aportar su contribución a la emergente cultura universal porque han decidido definitivamente que el mundo que los rodea es impenetrable, hostil, depredador, demencial, demoníaco. Cuánta gente siente la tentación de encastillarse en su papel de víctimas -víctimas de Estados Unidos, víctimas de Occidente, víctimas del capitalismo o del liberalismo, víctimas de las nuevas tecnologías, de los medios de comunicación, del cambio... No puede negarse que esas personas se sienten efectivamente expoliadas, y que sufren por ello; es su reacción lo que me parece un error. Encerrarse en una mentalidad de agredido es para la víctima aún más devastador que la propia agresión. Y por otra parte esto es tan aplicable a las sociedades como a los individuos. Se hacen un ovillo, levantan barricadas, se defienden de todo, se cierran, dan vueltas y vueltas a la situación, dejan de buscar, de explorar, de avanzar, le tienen miedo al futuro, y al presente, y a los demás."
Amin Maalouf Identidades asesinas
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