jueves, mayo 10, 2007

Mentirosos eternos

El día en que el crimen se engalana con los restos de la inocencia, por efecto de una curiosa subversión propia de nuestro tiempo, es la inocencia la que tiene que justificarse.
Albert Camus - El Hombre Rebelde.
Madrid, 2002. Ed. Losada.
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En estos últimos días han salido a la luz pública en Colombia la realidad que todos sabíamos pero que no queríamos ver, por miedo, comodidad o vergüenza, no lo sé. Lo único cierto es que desde hace unos años nos hemos esforzado en tratar de limpiar nuestra imagen de exportadores de droga, vendiendo pulseras con la bandera y hacer formidables vídeos sobre lo maravilloso de nuestro país (no tengo ninguna duda que lo es), en lugar de enfrentar esa realidad sufrida por muchísimos inocentes. No quiero contar de nuevo la manera salvaje de como se asesinaron campesinos para entrenar a unos "defensores del pueblo" o "libertadores de la opresión de la guerrilla". Para eso están los medios de comunicación. Yo tan solo quiero llamar(me) la atención sobre la forma en que se están saliendo a la luz esas verdades y sobre como se está asimilando esa Verdad (en mayúsculas).

Hace un poco más de tres lustros se dio el más importante proceso de desmovilización de grupos guerrilleros que ha habido en la historia reciente de Colombia. El M-19, después de dos décadas de enfrentamiento con el estado y muchos muertos en nombre de la defensa del pueblo, dejaron las armas. Existieron muchos errores en el proceso, pero sin duda alguna el proceso no fue malo del todo, la prueba es que muchos desmovilizados han sido aceptados por la sociedad en el juego democrático y hoy en día algunos de ellos son parte del estado que en su momento atacaron; algunos de sus dirigentes han hecho el camino de pasar de la lucha de las armas, a la lucha de los votos y otros, han sido llamados a ocupar cargos públicos dentro del estado al que atacaban. Dos posiciones, la de los votos y la de los cargos, que no creo que sean contradictorias, por el contrario, son una prueba que el proceso, la sociedad y los actores involucrados tenían las virtudes necesarias para poder pasar la página de la historia no para olvidar, sino, creo yo, para aprender del pasado.

Hace un par de semanas uno de los desmovilizados de ese proceso de paz denunció en un debate en el Congreso supuestos vínculos entre narco-paramilitares con la cúpula política del país. Estas denuncias las hizo basado en investigaciones hechas por el mismo gobierno, es decir, su aporte, sencillo pero valiente, fue recopilar todas las investigaciones realizadas en torno de este tenebroso tema (droga, armas y políticos) y mostrarlas al país. No pretendo defender ni atacar las tesis planteadas por el congresista, sencillamente fijarme en como se asumen esas tesis; es decir, no me quiero centrar en el mensaje sino en el emisor y los receptores.

Cuando este ex-guerrillero -elegido por voto popular y por lo tanto representante de una parte de la población- emite el mensaje que hay vínculos oscuros entre los protagonistas de las masacres y políticos, el gobierno como receptor final, reacciona de una manera que me parece irresponsable: en lugar de lanzar un contra-mensaje, se ha dedicado a atacar al emisor del mensaje; en lugar de demostrar la falsedad y la inocencia de los acusados, prefirió recordar el pasado guerrillero del congresista, como si su pasado lo convirtiera en un mentiroso eterno. En pocas palabras: se pretende demostrar la falsedad del mensaje desacreditando al emisor. Todo esto desde la comodidad que da la posición por excelencia de nuestros tiempos, la de "víctima" -todos queremos ser víctimas, todos nos sentimos agredidos pero nadie se siente culpable de mis desgracias. El gobierno parece defenderse de un ex-guerrillero; no se defiende de las acusaciones hechas de ser colaborador de los victimarios, sino que por el contrario se siente una víctima.

¿Acaso, me pregunto, es este el tipo de ejemplo que debería venir de un gobierno inmerso en un proceso de paz con uno de los actores de la guerra que vive Colombia? ¿Que pasará cuando, si todo sale bien, los más de 30.000 paramilitares se reintegren a la vida civil? Todas las respuestas que se me vienen a la mente me dan miedo. Todas me hacen pensar que si imitamos lo que hace el gobierno, en un futuro cercano pasaremos de tener 30.000 personas armadas, a tener 30.000 mentirosos eternos; con el ejemplo del gobierno ¿que respuesta a estos desmovilizados cuando sientan que sus derechos han sido vulnerados y hagan una denuncia? Les diremos, como está haciendo el gobierno y una parte importante de la sociedad: "ahh... no se le olvide que esta sociedad le perdonó sus delitos del pasado, no sea desagradecido, acepte sus errores del pasado y no se queje. De todas maneras no se le olvide que haga lo que haga y así haya pagado sus culpas, usted ha perdido su credibilidad".

Si no dejamos de centrar los debates en torno a las personas y su pasado, dejando de esta manera el mensaje que quieren transmitir, y comenzamos a debatir ideas y no pasados, no habrá salida posible para la situación del país. Las balas se han encargado de eliminar a los mensajeros, no dejemos ahora que el pasado nos impida oír los mensajes.


Mi mirada perdida:
La pregunta que me queda es saber que pasará si las denuncias resultan ser ciertas, pero el congresista pierde su credibilidad por apátrida y el gobierno pierde la confianza de la sociedad. Puede ser un escenario poco probable, pero quienes conozcan Colombia saben que en ese país, literalmente, cualquier cosa es posible. Incluso puede ocurrir que en esas condiciones, volvamos a ser el segundo país más feliz del mundo.

1 comentario:

calorama cavila dijo...

Esta entrada está muy relacionada con la anterior. En ambas se habla de la importancia del perdón y olvido, en contraposición a la famosa frase "la historia hay que conocerla para no repetirla", pero que bueno, vista desde diferentes puntos de vista puden ambas ser válidas para pensar en futuros mejores. En todo caso, me parece grave lo de estar puyando con pasado a los que como en la entrada se les puede llamar emisores de mensajes. También me parece grave lo de sentirse víctima para victimizar, cosa frecuente y por lo visto hasta en los más altos niveles. Pero también observo algo de cordura en que hay que dejar el pasado atrás (de alguna forma) para poder pensar el futuro. En todo caso y como me han dicho arto por ahí en estos días: viviendo bien el presente podemos olvidar lo que hay que olvidar del pasado y el futuro seguramente será mejor.

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