En las plazas de muchas ciudades es posible encontrar con gran frecuencia un elemento que las identifica y que se repite entre ellas. No me refiero a los grandes hitos arquitectónicos que habitualmente rodean estos sitios, ni tampoco a la cantidad de personas que, pensando que es un sitio adecuado para encontrarse, deciden ponerse una cita en el lugar más concurrido de la ciudad -es curiosa esa costumbre pues, ya sea por ser uno de los protagonistas o por estar pendiente de las charlas de mis compañeros de espera, muchas veces escucho conversaciones tipo "donde estás, no te veo"..."pero, yo también estoy ahí..."... "donde exactamente estás, ahhh no... ya te vi. no te muevas". Hoy quiero aprovechar que la primavera está comenzando y hablar sobre las palomas. Pero no hablaré de las palomas de la paz o esas palomas de concurso, sino de las palomas urbanas, de las palomas para los niños y para los turistas (aunque muchas veces los turistas se comporten como niños).
La primera vez que tuve conciencia del, para mí, extraño comportamiento de estos ratones voladores (con el perdón del los colombofilos) fue en el parque Luxemburgo de París donde debido a mi reducido presupuesto, mi comida del día se limitó a un pan con una lata de atún. La verdad que no sé que fue lo que les llamó la atención a las palomas, pero una gran cantidad se me acercó y me entretuvieron un buen rato mientras observaba como se comían las boronas que iban encontrando a mis pies. Todas se peleaban cualquier trocito de comida y casi literalmente se lo arrebataban las unas a las otras. A pesar del constante, y quizás aparente, nerviosismo de estas palomas, estas se volvieron más violentas, cuando llegaron otros pájaros más coloridos, más vivaces y más pequeños. Estos últimos estaban pendientes del trozo de comida que dejaban las palomas para ellos aprovecharlo y alimentarse. Sin embargo, me daba la impresión a las palomas no les gustaba que alguien se comiera lo que ellas ya no querían. Había comida para todos, pero todos se resumía solo a las palomas. Que no viniera alguien más a comerse lo que ellas ya no querían y muchisisisisimo menos si esos "otros" no eran palomas.
El contraste era bastante interesante, por un lado estaban las palomas robustas, con su gorjeo monótono, su movimiento nervioso pero acompasado y todas de una gama de colores bastante similar: diferentes gradaciones del gris, un poco de blanco por aquí y un poco de un verde suave por allá. Mientras que los otros pájaros eran pequeños, de movimientos rápidos, ágiles, ruidosos, que iban a recuperar el trozo de pan que habían dejado las palomas y salir de allí lo más rápido posible, pues de lo contrario vendrían las palomas a atacarlos y recuperar aquello que ya habían desechado. En fin, creo que si están en una plaza y si se fijan en el comportamiento de las palomas y su relación con otros pájaros sabrán de que estoy hablando.
Toda esta seudo-introducción tiene que ver con una sensación muy extraña que tuve en estos días a la salida del metro. En el trayecto que va desde el vagón hasta la superficie, y al cual me referí en una entrada anterior, hay una especie de túnel donde se distorsionan los sonidos y en el cual el ruido de los zapatos tiene un particular tono. No es el tono lúgubre y con gran eco de las películas de suspenso, sino algo diferente algo más "natural", por decirlo de alguna manera. Sin embargo, y a pesar que siempre me había fijado en este efecto, tan solo hace un par de días descubrí la razón por la cual me llamaba tanto la atención. Mientras estaba pensando en el bajo número de choques entre palomas y caras de seres humanos*, de un momento a otro encontré muchas similitudes entre ese ruido matutino y el sonido de palomas que buscan su alimento. Me sentí como una paloma más que va buscando su trozo de pan. Esta sensación se hizo más vivida cuando me fije en los colores de la ropa de las personas que iban subiendo la escalera: diferentes gradaciones del gris, un poco de blanco por aquí y un poco de un verde suave por allá. El punto culminante de esta experiencia llegó justo antes de salir a la superficie: me encontré con un grupo de mujeres latinoamericanas discutían entre risas y gestos rápidos la mejor forma de llegar a las oficinas que tendrían que limpiar durante la mañana.
... y después dicen que el ser humano no se parece a los animales.
***
* La verdad siempre me ha parecido curioso como a pesar de tantas, pero tantas palomas que se pueden concentrar, todavía no he oído el primer caso en el que una persona tenga una herida en la cara a causa de una paloma que sale volando a gran velocidad de cualquier plaza.
5 comentarios:
Pues yo creo que desgraciadamente, el ser humano no recuerda el animal que es; así como las palomas desnaturalizadas por lasecesionista civilización, tampoco recuerdan los animales que son; pero ninguna de las dos especies han dejado de ser animales; unos llenos de enfermedades inimaginables en la prehistoria (ansiedad, depresión, estress, bulimia, anorexia), y las otras llenas de gigantescos ácaros parásitos e infecciones provocadas por la "inmundicia" que rezuma la civilización humana. Encuentro que has dado en la diana, al compararnos con unos animales que, como las ratas de alcantarilla, se han adaptado al medio que los monos desnudos y enfermizos les hemos propiciado.
Por cierto: En estos momentos me estoy tratando una de esas enfermedades "artificales": me han diagnosticado un síndorme ansioso-depresivo... ni siquiera sé si existe tal cosa, o simplemente le han puesto un nombre a algo que seuramente sólo es la añoranza del estado natural. Pero te aseguro que está ahí.
Como siempre: genial y enriquecedora esta mirada perdida, no tan perdida.
Gracias, Oscar.
Interesante vision.Comparto la similitud de humanos y palomas en cuanto animales, pero los teoricamente menos animales o animales superiores como nos gusta llamarnos detentamos el poder de hace mal concientemente y somos dueños muchas veces orgullosos, del egoismo, que en las palomas en solo instinto.Asi como somos capaces de negar las sobras hemos generado grandes guerras por el prurito de poseer bienes materiales y controlar el poder...........O.Ch.G.
O.Ch.G.:Te agradezco tu muy importante llamada de atención. Seguramente, y por simplificar, dado que mi actual estado no me permite hilar fino, en el paréntesis donde enumeraba las "enfermedades artificiales" (ansiedad, etc.)debería haber incluído el orgullo, el egoísmo-y egocentrismo-, y el endiosamiento que nos hace pensar que de alguna manera somos superiores al resto de los animales. Y la codicia. Y la maldad. Y algunas otras que ahora no me veo capaz de recordar, pero que son de fácil detección, y que a mi juicio, sinceramente, nos hacen inferiores al resto de los animales.
Rafa, OCHG
La primera vez que me hice una reflexión tipo blog -cuando aún no existía ni siquiera el internet- fue precisamente en este mismo sentido de comparar el comportamiento humano y el comportamiento animal. En esa entonces, creo que fue en 1993, comenzaba a plantearme si realmente somos "animales superiores" o sencillamente nos gusta llamarnos de esa manera. Desde entonces, he estado pensando al respecto acompañado de algunos libros como el Mono Desnudo de Morris y la verdad que cada vez me convenzo más que somos animales en el sentido peyorativo de la palabra, pues creo que no hay peor maldad que aquel que se hace siendo consciente del mal que se hace...
Gracias por los comentarios...
omchamat
Muy interesante el articulo, pero deja que te diga algo: las palomas son como ratas con alas, comen de todo lo que se encuentran en la calle, preo al mismo tiempo son igual de tiernas y son parte de cada ciudad y cada plaza. Por cierto, que bien que escribes en este blog.
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