lunes, septiembre 10, 2007

Diferentes etapas de la queja

A manera de prólogo:

1.) Uno de los periódicos españoles que, desde mi subjetividad, considero más serio y más equilibrado, o mejor, menos desequilibrado en su información es La Vanguardia. En su portada del pasado domingo (09/09/2007) titulaban: "El aumento de la población altera la vuelta a los colegios" y como subtitulo "Incremento de aulas y barracones para acoger los nuevos escolares". Después de leerlo me preguntaba sobre las diferentes formas de presentar una noticia y sus consecuencias. Esta misma noticia, que es una realidad, es decir, los inmigrantes en los colegios han alterado la composición de las aulas, puede ser presentado de muchas otras maneras y en cada una de ellas el "culpable" es diferente, por ejemplo "El gobierno autonómico no estaba preparado para el nuevo curso escolar" y como subtitulo "A pesar del creciente número de escolares que se presenta desde hace cinco años, no se han tomado las medidas necesarias". Otros titulares en lugar de buscar el "culpable" podrían realzar los beneficios de la multiculturalidad, pero esos no venden tantos periódicos.

2.) La semana pasada fui a donar sangre de manera voluntaria. La respuesta que recibí, no varió mucho de la que recibí hace ya bastantes meses y que comenté en una entrada anterior: "no, usted no puede donar por haber estado en Colombia". Como ya estaba preparado para ese comentario, respondí que la prueba del chagas ya me la habían hecho y que no había peligro. Sin embargo ahora la restricción para donar no era esa, era que había estado hace menos de tres años en Colombia y que eso me inhabilitaba para ser donante de sangre, pero podía donar plasma. Es decir, que si quería donar sangre tenía que durar tres años sin ir a Colombia (supongo que es igual para todos los países "tropicales"). Más allá del debate si es eso discriminación (no creo, supongo, y espero, que hay razones científicas para hacerlo), me gustaría llamar la atención en el hecho que si ahora hay una crisis de donantes de sangre, como será dentro de 25 años, cuando al menos el 10% de la población será descendiente de una persona inmigrante y el 25% sea mayor de 65 años, dos colectivos a los cuales se les restringe su donación.

Para terminar este "prólogo", aclarar que aunque no pude donar sangre, doné plasma que eso si me dejaron.


***

Muchas veces cuando hablo con personas cercanas sobre los temas que están en "preparación" para el blog, me encuentro con el comentario "pero no hable más de inmigración, parece que se estuviera siempre quejando" o "es que parece que usted no se hubiera adaptado". En fin, quedo con la sensación que el mensaje es "no hables mucho de tu condición de inmigrante y trata de pasar desapercibido".

La forma en que he asimilado todos esos comentarios ha pasado por diferentes etapas, sin que todavía, intuyo, haya llegado a la definitiva -y ojala nunca llegue, pues acaso ¿la vida no es la búsqueda permanente de respuestas? La primera de estas etapas fue la de "si, tienen razón, me quejo mucho", luego pasé por la etapa de "¿será que me estoy quejando mucho?" y recientemente he llegado a una tercera etapa donde la pregunta pasa a ser afirmación "no, no me estoy quejando". En la primera etapa supongo que estaba sacándome la "espina" que se venía clavando desde que salí de mi país cada vez que tenía que enfrentarme a un tramite o con la mirada casi-inquisidora de aquel para quien le parecía muy extraño. Era una especie de sentimiento de culpabilidad o de estar "manchado" y por eso en cierta medida pensaba que me quejaba mucho, pero que tenía razones para hacerlo. El cambio a la segunda fase, la de preguntarme si me quejaba, nace al darme cuenta que muchas personas, inmigrantes y nativos, estaban de acuerdo con mis observaciones sobre el hecho de "inmigrar". Es decir, me dí cuenta que esto que pasaba era una realidad, que a muchas personas habían tenido experiencias, como mínimo iguales y muchas veces más desagradables que las mías. Así que la duda de saber si realmente eran quejas se hacía cada vez más grande.

En esta tercera etapa, que es en la que me encuentro, la duda se ha despejado en gran medida y además tengo una cierta certeza de decir que no me estoy quejando, que lo que hago es contar mi vida desde mi experiencia como inmigrante. Ni más ni menos. Estoy compartiendo mi visión del mundo desde los ojos que me da el ser inmigrante, de la misma manera en que lo pudiera hacer (y trato de hacer) como ingeniero o como usuario del transporte público. Cuando escribo estas entradas, ninguna de esas categorías por si sola me define completamente, pero sin todas ellas, dejaría de ser quien escribe. Es decir, a mi identidad, que está construida por mis experiencias y preparación, le he sumado una que me ha enriquecido muchísimo que es la de inmigrante.

Recientemente he encontrado muchos argumentos históricos sobre la importancia que han tenido los inmigrantes en el desarrollo de la humanidad: si el primer hombre que se puso de pie no hubiera tenido su vocación de inmigrante, de conocer que había más allá de sus montañas, de explorar el mundo, otra sería la historia del mundo; los nómadas del desierto eran los únicos que podían mostrar a los agricultores -los primeros sedentarios- que el mundo es mucho más grande; a los irlandeses que salieron de su país en la segunda mitad del siglo pasado, se les adjudica, en parte, el hecho que su país hoy sea a nivel mundial ejemplo de crecimiento sostenido; es más, las grandes religiones de hoy en día no hubieran existido si no es por su vocación de recorrer la tierra con el mensaje de su Ser Supremo. Se me ocurren muchos más ejemplos y en todos los casos, me parecen evidentes y lógicos, pero también pienso en lo afortunado que soy por poder vivir y conocer de primera mano formas muy diferentes de relacionarse con el mundo, pero también siento pena por aquellos que no han podido tener esta experiencia; entiendo el miedo que deben sentir las personas que no han salido de su mundo y descubren que el mundo ha venido a ellos; me siento enriquecido al comprobar que la riqueza que tiene una persona que ha inmigrado en cuanto a los sabores, colores, palabras, experiencias y sonidos; pero me asustan las personas a las que la paredes de su casa ya le parecen lejanas. Quizás por todo lo anterior es que sumarle una nueva categoría a mi identidad, la de inmigrante, en lugar de asustarme, me complementa. Esta nueva categoría me da un punto de vista que no es ni mejor, ni peor, sencillamente diferente.

***


A manera de conclusión:


Acabo de releer todo lo anterior y me ha sorprendido descubrir que muchos de los argumentos que utilicé son muy parecidos a aquellos en los que esgrimen su superioridad frente a los inmigrantes. Es decir, su historia que se remonta un pasado muy lejano, su aporte al desarrollo de las ciencias, la riqueza de sensaciones que les produce su tierra, el aporte económico que hacen a su país... todos esos argumentos los he visto una y otra vez utilizados como evidencia de la pureza de su raza, de su país, de su ciudad, de su parcela en el mundo... Al final la diferencia parece estar tan solo en el lado de la puerta en que nos estemos: para el que está afuera el otro está encerrado, para el que está adentro, el otro está desprotegido.

1 comentario:

Anónimo dijo...

ALGUNOS COMENTARIOS SOBRE LA VISION DEL INMIGRANTE, NO SON NECESARIAMENTE CRITICAS NEGATIVAS; CREO QUE LA VIVENCIA DEL INMIGRANTE ES TAN VALIOSA COMO LA DEL NATIVO; CREO SIN EMBARGO QUE LA EVOLUCION DE UNO Y OTRO CONSISTE EN SIN PERDER SU NATURALEZA, INTEGRAR UNA VISION DEL MUNDO, DESDE LA PERSPÈCTIVA DE QUIEN INTROYECTO EN SU SER LOS MEJORES ELEMENTOS, DE UNA NUEVA CULTURA SIN PERDER NI DESDIBUJAR LOS PROPIOS Y NATURALES;EN FIN , CREO QUE EL PROCESO DE LOGRARLO PASA POR LOS INTERROGANTES QUE TE HACES Y COMO TODO APRENDIZAJE, NO TERMINA NUNCA, PERO LA RECEPTIVIDAD DE TUS LECTORES MUESTRA QUE VAS POR LA SENDA CORRECTA.

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