Por estos días este espacio cumple dos años de estar al aire y casualmente coincide con las primeras 20.000 visitas -aunque la única casualidad sea el número dos en cada una de las cifras.
Una de las primeras entradas que aparecieron en este espacio era una que se titula "Quiero ser una vaca", hoy, para seguir con el tema planteado en ese texto, traigo a colación este artículo publicado en El País de España. El título podría ser "Quiero ser un europeo" sin que se pierda continuidad en el tema y sin ninguna intención de buscar el chiste fácil. En ambos casos coincido totalmente con los autores, en el tono en que dicen las cosas y las cosas que dicen.
Gracias por su compañía
omchamat
PD1. En otras entradas relacionadas con este tema -y para aportar otros puntos de vista- he defendido el consumismo, he propuesto una receta para limpiar la conciencia, he descrito la democracia es un espejismo que no se deja atrapar o tal vez lo que pasa es que el mundo no es justo y punto.
PD2. Durante las próximas semanas pre-vacacionales la actualización de este espacio no será tan frecuente como viene siendo... de todas maneras seguiré esperando sus visitas.
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Europa
Enric González 19/06/2008
No aspiro a ser justo, ni siquiera digno. Soy europeo y sólo aspiro a seguir siéndolo. Aspiro a una vida sin sobresaltos. Aspiro a la sanidad gratuita, al subsidio de desempleo, a que mis hijos gocen de la mejor educación posible a un precio simbólico, a una pensión generosa cuando me retire. Aspiro a la máxima seguridad y a unas calles limpias. Aspiro a que el paisaje rural sea hermoso y apacible, y a unos alimentos accesibles y de la máxima calidad. Aspiro a preservar la naturaleza que me rodea.
Ya, ya sé que la política agraria europea, con sus casi 50.000 millones en subsidios anuales, crea un paraíso artificial y frena las importaciones africanas. También sé que aplicamos aranceles sobre los productos más competitivos de los países en desarrollo. Y sé, por supuesto, que de vez en cuando inundamos el mercado mundial con nuestros excedentes alimentarios, y acabamos de arruinar a los países pobres. Pero eso es indispensable para que Europa siga siendo la dulce Europa, con su campiña, su paz social y sus segundas residencias.
Los inmigrantes seguirán llegando, no crean que lo ignoro. Necesitamos bastantes para hacer ciertos trabajos y para aplicar sin grandes conflictos la jornada semanal de 60 horas. Nuestro objetivo ahora, como europeos, consiste en ponerles las cosas difíciles a los clandestinos, o sea, a esos que de momento no necesitamos. Que sepan que Europa, la cumbre de la civilización, sabe ser dura cuando conviene. Que sufran el desprecio, el encierro y la deportación. Que se vayan a otra parte. Resulta desagradable, por supuesto. Pero es indispensable para que Europa siga siendo la dulce Europa, la Europa que amamos.
Me gustó que el Telediario de La Primera, ayer, no concediera rango de portada a la ley contra la inmigración clandestina, aprobada por el Parlamento Europeo. Tenemos la Eurocopa. ¿Para qué crisparnos? No aspiro a ser justo, ni siquiera digno, ya lo he dicho. Soy europeo.
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