Una de las soluciones que se plantean frente al reto de combatir el calentamiento global y que está más de moda son los biocombustibles -curiosamente justo después que en Estados Unidos los poderosos lobbies productores de alimentos se opusieran a que la producción de bioetanol se hiciera a partir de maíz cultivado en su propio país, pues les estaba perjudicando sus negocios. Las consecuencias positivas y negativas de esta moda ya se están sintiendo en todo el mundo. Las positivas dicen que en India se están abriendo nuevas plantas de producción de bioetanol, que Brasil espera incrementar su producción y por lo tanto sus ingresos. Las malas muestran que Colombia ya está importando maíz desde Tanzania y en México ya salieron a la calle para denunciar el incremento excesivo en las tortillas de maíz; en ambos casos por la elevada demanda mundial para obtener biocombustible a partir de este producto. Las consecuencias negativas no son un hecho aislado ni un problema reciente, sencillamente hacen parte de la tendencia que muestran las economías latinoamericanas de pasar de ser productores de su propio alimento a tener que importarlo. Colombia, en la década de los 90, y con la disculpa del libre mercado, pasó de ser país exportador de alimentos a depender de alimentos importados. Probablemente las recientes muertes que se denunciaron hace un par de semanas de niños por hambre en el Chocó, sean tan solo una consecuencia de este cambio en el modelo.
Pero entonces, ¿cual es la solución para que haya helado para todos y que nos dure a todos más o menos lo mismo? Es decir, ¿que tenemos que hacer para que todos podamos tener acceso al agua, o que las poblaciones que se encuentran en las orillas de los océanos no desaparezcan, pero al mismo tiempo disfrutar de la calidad de vida de los países emisores que emiten mayor cantidad de los gases con efecto invernadero? Creo que la solución no es encontrar un nuevo combustible, ni producir vehículos más eficientes, ni fabricar la semilla de la caña de azúcar o del maíz que permitirá obtener una mayor de biocombustible por hectárea. El problema tampoco es el precio del petróleo, ni en las autopistas colapsadas, ni la anticuada tecnología que se utiliza para transformarlos en energía motora. Todos esos son adelantos que sin importar la existencia, o no, del calentamiento global, hubieran sido necesarios de llevar a cabo. No, la solución no radica en esos pequeños adelantos tecnológicos, necesitamos una transformación del sistema. Eran updates inevitables. Si de verdad quisiéramos disminuir los gases que se emiten a la atmósfera por nuestros vehículos, deberíamos concentrarnos en como están concebidas nuestras ciudades y nuestra forma de vida. El problema no es el combustible como tal, el verdadero problema es la razón que nos mueve a desplazarnos, y es en este último punto donde los esfuerzos deberían enfocarse. Pero como siempre, preferimos priorizar lo urgente frente a lo importante. Culpamos al vehículo y su combustible, sin darnos cuenta que el culpable es quien lo enciende.
Me gustaría terminar con una pregunta a manera de mirada perdida: ¿Realmente preferimos tener más posibilidades de acceder a combustibles menos contaminantes que tener que utilizar menos nuestros vehículos? Por supuesto que no estoy sugiriendo dejar de lado el transporte privado, eso sería una distopía, pero si quiero plantear la duda sobre nuestro modelo de ciudad y la supuesta independencia y autonomía que obtenemos cuando nos movemos "libremente". Al respecto, me gustaría recordar una frase de un profesor de urbanismo que ya cité hace un par de entradas: "hacer buenas ciudades es más difícil que ir a la luna, sino miren a los Estados Unidos, ya fueron y volvieron de la luna pero hoy tienen que conducir durante 15 minutos para comprar una aspirina".
Lo que no sé, tampoco presumo de saberlo (Sócrates) .·. pero me gusta imaginarlo (Oscar)
sábado, abril 14, 2007
La solución como problema
Hace poco me acordaba que cuando yo era muy pequeño e iba con mis amigos a comprar helado, siempre estaba el listo que lo pedía de último para que, supuestamente, le durara más que a los demás. Yo siempre trataba de hacer lo mismo, pero nunca pude hacerlo. Sin embargo, al final, casi siempre el más "listo" era el que más sufría, pues una vez que "los menos listos" nos quedábamos sin helado, todos intentábamos quitarle parte del suyo. Ahora que está tan de moda el tema del calentamiento global, esta extraña imagen -pero estoy seguro que compartida por muchos- la tengo muy presente, pues siento que con las alternativas que se están planteando en la actualidad, lo único que estamos haciendo es sencillamente "ser los últimos en pedir el helado".
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1 comentario:
¿y qué hay de los carros eléctricos? ¿por qué hay tanto concurso para premiar su innovación y no se ven por las calles? ¿qué será? como dicen en el programa del famoso filósofo El Chapulín... ¿quién podrá ayudarme? ¿quién podrá explicarme?
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